José Ramón Cárdenas: Un aporte X

Según estudios, somos los últimos que tenemos real conciencia de ser parte de una misma generación.

Publicista*

Soy parte de la generación denominada X. Somos gente de entre 45 y 55 años (más o menos) quienes vivimos gran cantidad de cambios en poco tiempo. Vibramos con el nacimiento del computador personal, fax, CD, alcanzamos a conocer el reproductor de videos Beta de Sony, pero optamos por el VHS, jugamos Atari, leímos historietas.

Crecimos viendo Sábados Gigantes, juntando láminas de un álbum, tapas de yogurt y de bebidas en pos de un premio. Llamábamos a nuestros amigos a sus casas y si no los encontrábamos, esperábamos que nos devolviera el llamado, cuando le dieran el recado.

Fuimos a fiestas (eventos que precedieron al carrete), bailamos rápidos y lentos de música chilena, argentina y anglosajona, nos vestimos y nos peinamos de forma estrafalaria, crecimos sin mucha conciencia de los aportes de la generación anterior y creyendo que nosotros podíamos inventarlo todo o reconstruirlo.

Hicimos propios los movimientos Hippie y Punk, aunque se habían iniciado antes, nos creímos Trash, New wave y fuimos los primeros en “no estar ni ahí” y declararlo a viva voz. Resignificamos el “de repente”, nos reímos de lo “descueve”, fuimos grosos y adoptamos el bakán.

Nuestra vida sexual se inició casi junto con la aparición del VIH y durante buen tiempo de nuestra niñez, no creímos posible cambiar de presidente, pero nos embarcamos en el “Sí” y el “No”.

Generamos cambios sociales y culturales importantes con opiniones disruptivas, cuestionando lo que había y aceptando de a poco la diversidad. Hoy somos padres de hijos jóvenes, adolescentes y niños. Hemos trabajado 20 años y nos quedan 20 más al menos.

Somos capaces de manejarnos digitalmente, estamos vigentes, pero reconocemos que no somos nativos digitales. Algunos tienen cierta influencia, poder y patrimonio. Otros luchan por una vida tranquila y por un pronto retiro. Somos jóvenes para los viejos y viejos para los jóvenes. Hemos vivido 3 terremotos, y visto por TV, caídas de muros, uniones, separaciones de países y guerras. Nos gusta el papel, pero nos adaptamos a leer en pantallas. Estamos en la mayoría de las redes sociales digitales y vivimos la extraña sensación de volver a saber de quienes no veíamos hace años.

Tenemos opinión, siendo menos ideologizados que nuestros antecesores, pero igual tenemos un domicilio político referencial. Hemos viajado a distintos lugares, pero no tenemos especial predilección por el sudeste asiático. Tenemos sentido de la autoridad, aunque la cuestionamos. Nos gustan más los argumentos que las revoluciones. Somos quizás una forma de equilibrio entre experiencias de cambios fuertes y conciencia de que existe un “otro”, además de nuestras familias y amigos. Nos adaptamos al individualismo, pero tenemos conciencia y experiencia comunitaria.

Según estudios, somos los últimos que tenemos real conciencia de ser parte de una misma generación.

Todo lo anterior, porque quiero interpelarlos a ustedes, a esos chilenos que creímos que seríamos un tremendo aporte y prometimos ser “la voz de los ochenta” esa que hoy se requiere con tanta urgencia para construir un nuevo país, porque el que teníamos se cae a pedazos.

Quizás crean que soy alarmista, pero solo les pido que piensen qué modelo exitoso como el descrito por muchos antes de esto, podría no haber aguantado 3 meses sin que muchos pasaran hambre.

Amigos míos!, necesitamos terminar la pega que dejamos inconclusa y generar de verdad un Chile con más alegría, justicia, participación y respeto. El momento llegó y es hoy es cuándo debemos volver a sentir que podemos cambiarlo todo y hacerlo de verdad.

Me niego a creer que hayamos perdido ese fuego interno que nos hizo romper esquemas y que nos quedaremos solo en la moda, la música y en iconos. Hoy debemos ser y hacer más que eso. Es imprescindible que le contemos a nuestros hermanos menores, hijos y sobrinos que es necesario cambiar paradigmas. Expliquémosles que es cierto que hoy no saldremos de esto solos y que el mercado no se autorregula. Mostrémosles cómo los que defendieron ese modelo, hoy claman por la ayuda del Estado. Digámosles por ejemplo que hay que pensar un poco más allá del propio riesgo y que es igualmente importante pensar en qué daño podemos provocarle a otros. Contémosles la importancia de contar con nuestros abuelos y de sus consejos e historias. Hagámosles saber que somos apenas una parte de un todo y no un universo en si mismos. Recalquémosles la importancia del tejido social de un país y contémosles que las redes sociales existieron mucho antes de internet. Quitémonos el miedo de parecer anticuados por valorar los almuerzos familiares y una buena conversación análoga. Volvamos a hablar de la patria, de los héroes clásicos, pero también de los anónimos. No nos quedemos solo en aplaudir a los trabajadores de la salud y hagámoslos valorar la importancia de sentir gratitud por los repartidores de delivery, los recolectores de basura y por tantas personas anónimas que hacen funcionar Chile todos los días. Expliquémosles en detalle qué es la dignidad y porqué la austeridad puede ser un valor. Hablémosles de derechos y deberes, de lo valioso de la intimidad y de lo innecesario y cobarde que resulta agredir tras un teclado de forma anónima. Hagámoslos sentir responsables de sus actos y de sus consecuencias. Quizás si lo hacemos con fuerza y convencimiento, lograremos al menos que muchos paren de carretear y de sortear temerariamente la cuarentena y los toques de queda. Será un aporte enorme para controlar la pandemia y haremos que este bicho que nos tiene acorralados desaparezca o al menos, podamos controlarlo. También podemos empezar a reivindicar la participación en juntas de vecinos, sindicatos, organizaciones sociales y decir que no es rasca hacerlo. Muy por el contario, podemos explicarles que son las instancias que permiten dar voz y participación a la gente de a pie y que desde ahí se puede construir una protección social verdadera, a la medida, con datos fidedignos y sin mercantilismo. Fijémonos en nuestro entorno y detectemos a quienes lo pasan mal.

Ocupemos las redes sociales y descubramos que la vergüenza y el pudor, pueden hacer que quienes viven urgencias no lo cuenten. Hoy nuestra generación tiene ministros, empresarios, gerentes y líderes que pueden hacer la diferencia, pero no podemos dejarles todo el trabajo a ellos, también podemos y debemos ser parte y no conformarnos con el “apoyo virtual”. No adoptemos el “me gusta” o el “compartir” como una forma de calmar nuestras conciencias. ¡Es urgente! Solo así podremos impedir que como decía Charly las crisis y los sistemas “nos sigan pegando abajo”. Solo así podremos abrazarnos de nuevo reconstruyendo juntos un país con todos incluidos, menos desigual y más comunitario y cooperativo. Solo así lograremos una vida posible “cuando pase el temblor”.

Director del Colegio de Publicitas y creador de www.esoquiero.cl

1 comentario
  1. Anónimo dice

    Realmente buenísimo.!!

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