Karma Peiró es periodista especializada en las Tecnologías de la Información y las Comunicación (TIC) desde 1995. Ricardo Baeza-Yates es Doctor en Ciencia de la Computación por la University of Waterloo en Canadá y Director de Ciencia de Datos de Northeastern University en su sede del Silicon Valley
LECCIÓN 5: La importancia de la transparencia
Durante crisis que afectan a todos, en particular las de salud, la transparencia de los datos es un reflejo del nivel de democracia de cada gobierno y de la confianza de los ciudadanos en ese mismo gobierno. Ocultar datos sólo genera desconfianza y problemas políticos que nadie quiere tener durante una crisis. En Guatemala, el gobierno casi no entrega datos.
En Chile hay bastantes datos agregados, pero pocos microdatos (es decir, información a nivel de paciente) lo que ha generado una discusión pública prolongada. En España, la organización ciudadana Civio ha analizado qué comunidades autónomas son más transparentes en dar datos sobre los tests realizados.
En la mayoría de los países más democráticos, los microdatos –debidamente anonimizados– (ver siguiente lección), se comparten. Un ejemplo es Nueva Zelanda, que entrega información de sus casi 1.500 enfermos, incluyendo casos potenciales.
Por otro lado, la fundación chilena Ciudadanía Inteligente hizo un análisis en Latinoamérica y concluyó que sólo 4 países entregaban microdatos: Colombia, Cuba, Ecuador y México. Y Nicaragua, ningún tipo de dato, ni siquiera agregado.
LECCIÓN 6: La privacidad en tiempos de pandemia
Otra cuestión fundamental es la privacidad de los datos, empezando por los microdatos. Para utilizarlos hay que eliminar cualquier característica que identifique a una persona, asegurando que ningún individuo quede en un grupo de menos de 50 personas indistinguibles (en inglés, esto se conoce como k-anonymity). Ello implica usar rangos de edad, distritos geográficos, etc. Si en una región geográfica hay menos de 50 casos, debemos unirla a otra. Por supuesto 50 es un parámetro de la solución, podrían ser 100 si queremos incluso más privacidad.
La privacidad se ha cuestionado mucho a partir las apps de móvil presentadas por diferentes gobiernos, para tener localizados los posibles contagios que se produzcan en el desconfinamiento. El pasado 17 de abril, el Parlamento Europeo aprobó una resolución donde hace una llamada a los operadores de telecomunicación para que entreguen los datos anonimizados y agregados de sus usuarios, para “monitorear movimientos, contactos y datos de salud”.
Unos días más tarde, científicos, informáticos y matemáticos de todo el mundo firmaron una carta conjunta para alertar del peligro del uso de aplicaciones móviles que no respeten la privacidad. Por ello, apoyan la propuesta de Google y Apple que asegura la protección de los usuarios de una manera descentralizada. Esta medida estaría en sintonía con el enfoque descentralizado del Parlamento Europeo.
Dicho esto, ¿es la privacidad de los datos el precio que debemos pagar para sobrevivir a una pandemia?, tal como se pregunta en el documento colaborativo elaborado por diferentes expertos (entre ellos, Ricardo Baeza-Yates, uno de los firmantes de este artículo). El estudio concluye –entre otras cosas- que esta es una falsa dicotomía y que es posible lograr ambos objetivos. También indica que tanto la falta de privacidad como la falta de transparencia de los gobiernos en el uso de los datos personales disminuye la confianza de la ciudadanía en el Estado.