Punto de quiebre
La actual pandemia desatada por el virus Sars-Cov 2 ha provocado incertidumbre acerca del futuro de la especie humana, ocultando otras crisis que están en desarrollo.
Por Pedro Durán de la Fuente*
¿Donde estamos?
No se trata solo de enfrentar un peligro sanitario desconocido que no tiene protocolos internacionales consensuados para enfrentarlo. Esta percepción de peligro abarca la organización, funcionamiento e interrelación de las sociedades actuales en todo el planeta, y en todos sus aspectos: económicos, sociales, educacionales, institucionales, entre otros.
A diferencia de la amenaza del cambio climático, más grave que el virus Covid-19, las consecuencias dramáticas de la pandemia las vemos todos los días en los medios de comunicación y las redes sociales, como también en los cambios radicales de nuestra vida cotidiana.
El cambio climático, o mejor dicho la destrucción del medio ambiente, de la cual el ser humano es responsable, tiene consecuencias mas graves para la vida, pero es percibida a muy largo plazo y no como una amenaza en lo inmediato para la sobrevivencia de la especie.
El acuerdo de la COP21 de Paris fue el momento cúlmine de la toma de conciencia a nivel mundial que desgraciadamente no fue seguido por muchos países.
Cuando esta amenaza, la destrucción del medio ambiente, se convierta en realidad probablemente el tiempo para enfrentarla exitosamente se habrá acabado y su costo, en la vida del planeta, será muy alto. La “vacuna” o solución llegará, muchos decenios después y a lo mejor será muy tarde para la especie humana.
La incertidumbre aumenta por la falta de liderazgo político internacional y la carencia de conducción de la comunidad internacional, especialmente en organizaciones multilaterales internacionales, como Naciones Unidas, OMS, y también políticas, como la Unión Europea, que tardaron valiosos días para enfrentar la pandemia. Autoridades políticas de varios países comenzaron a enfrentar la crisis privilegiando intereses económicos, políticos y geopolíticos nacionales dejando en segundo plano la eficiencia en la lucha contra el virus. Estados Unidos es el ejemplo más claro en ese sentido, donde la política de “America first” y sus intereses geopolíticos primaron.
La humanidad ha pasado por innumerables crisis a lo largo de su historia, sin embargo, la importancia de esta es su escala global, debido a la mundialización y a la percepción de extrema gravedad producto de la acumulación de crisis en varios países.
La existencia de estas crisis y la acumulación de ellas no significa estar enfrentados a un camino sin salida. Puede y debe ser, por nuestra sobrevivencia, una oportunidad para construir una nueva forma de relacionarnos, es decir un modelo social que dé respuestas a las necesidades y desafíos de la humanidad de este siglo.
Esta crisis parece ser consecuencia de la caída de la parte occidental del muro de Berlín. Antes, solo percibimos la caída de la parte oriental del muro, olvidando que un muro tiene dos lados. Primero cayó el “comunismo” y ahora está cayendo el “capitalismo neoliberal o capitalismo salvaje”.
La caída del muro de Berlín significó “un antes y un después”, así como superar la pandemia y evitar la destrucción del medio ambiente debiera significar “un antes y un después”.
Estamos en un punto de quiebre.
Debemos tomar conciencia que la crisis provocada por Covid-19 y el cambio climático son la parte visible del gigantesco iceberg compuesto por la suma de diferentes crisis que se mezclan y se relacionan.
La crisis sanitaria, la social provocada por las crecientes desigualdades, la crisis de la democracia y el desprestigio de la política, la crisis geopolítica provocada por el reemplazo de Estados Unidos por China como primera potencia mundial, por citar algunos de sus componentes. Encontrar una vacuna para el virus Covi-19 no bastará, por lo tanto, necesitamos una visión mas holística.
No podremos avanzar hacia un nuevo modelo social sin la toma de conciencia de la necesidad de dicho cambio y de un diálogo social a nivel nacional e internacional, mirando hacia el futuro de la especie. No es tema de confrontación de ideologías con la mirada puesta en el pasado, es más bien mirar hacia el futuro poniendo como objetivo la preservación de todas las formas de vida y la igualdad de oportunidades para lograr una mejor calidad de vida del ser humano.
No sabemos si el capitalismo comunista va a ser mejor que el capitalismo neoliberal. Si un sistema político autoritario va a ser mejor que el sistema político de la democracia representativa existente hoy día.
Estamos frente a un punto de quiebre del antes y después de la crisis.
El Iceberg.
Al interior del iceberg tenemos diferentes crisis que provocan la gran crisis mundial que atravesamos.
El capitalismo salvaje ha traído como consecuencia la concentración de la riqueza a nivel mundial, donde el patrimonio de una decena de multimillonarios equivale al hambre y la falta de oportunidades de cientos de millones de seres humanos.
Las desigualdades en los ingresos y la falta de oportunidades han sido factores relevantes en las diferentes manifestaciones ciudadanas y crisis políticas surgidas en muchos países. Son parte del rechazo al modelo de capitalismo salvaje y una “revalorización” del rol del Estado de protección social.
Se debilitan las instituciones multilaterales en beneficio de los intereses y corporaciones privadas multinacionales, siendo la cumbre de DAVOS y las llamadas GAFAM más importantes que la asamblea general de Naciones Unidas. El rol social de Naciones Unidas se ve cuestionado por los intereses geopolíticos de las grandes potencias. Reformular y fortalecer las organizaciones multilaterales, especialmente Naciones Unidas, es un requisito inevitable. Especialmente el rol de la asamblea general y del consejo de seguridad como también la localización de la sede.
Un caso concreto es la situación actual de Haití donde, a pesar de la presencia de casi toda la comunidad internacional después del terremoto del 2010, no han existido cambios significativos. Murieron cerca de 300.000 personas en un día durante el terremoto, al igual que la pandemia de COVID-19 hasta mayo 2020.
La crisis mundial es también la consecuencia de la tensión provocada por la reorganización del poder de los actores geopolíticos a escala global y sus niveles de influencia. El reemplazo casi inevitable de Estados Unidos por China, como la principal potencia económica del mundo y el refuerzo de otras potencias geopolíticas como Rusia o India, ha desarrollado una creciente inestabilidad política, económica y social.
Un factor importante es el crecimiento de la población. Según Naciones Unidas, la población mundial es de 7.600 millones de habitantes, para 2050 se calcula en 9.700 millones y para inicios del próximo siglo en 11.200 millones. Es decir que en 30 años tendremos 2.100 millones de habitantes más que será necesario alimentar, en un planeta de recursos limitados y que además sufre la destrucción de su medio ambiente.
Las nuevas tecnologías (digital, inteligencia artificial, robótica) y la globalización, (dialogo universal masivo, cadenas de valor internacionales, mercado mundial) han creado un nuevo contexto mundial. Las nuevas tecnologías están al servicio de intereses privados cuando deberían ser bienes universales al servicio de la humanidad. Parte de la población mundial no percibe el progreso tecnológico como un mecanismo para mejorar su calidad de vida. Por el contrario, se percibe como una amenaza para el empleo, por lo tanto, para su futuro, como consecuencia de la ausencia de un marco legal y ético que proteja a la población. El costo social de la introducción de robots y nuevas tecnologías, tanto a nivel de producción industrial como en servicios, no es asumido por las empresas beneficiarias ni tampoco por la autoridad. Los trabajadores contribuyen a la empresa y a la sociedad mediante su trabajo, sus cotizaciones sociales e impuestos. Un robot que reemplaza 10 trabajadores enriquece al empresario y empobrece a la sociedad restando las cotizaciones sociales además de aumentar la cesantía.
El principal desafío al 2030 es el rol del Estado y una nueva economía basada en la protección de la vida humana y del medio ambiente con sus diferentes formas de vida. El Estado es responsable de la calidad de vida de todos los habitantes, la empresa privada está creada para obtener el máximo de utilidades para sus dueños. Para cumplir con su responsabilidad, el Estado debe poder intervenir en todas las áreas, especialmente económica y social. Para ello debe ser eficiente, desburocratizado, transparente, orientado al ciudadano, es decir un servicio publico que motive confianza y que colabore con el sector privado en el bienestar del país.
Apertura al cambio y sus principales desafíos.
El principal desafío es generar las mayorías necesarias para el cambio de sociedad post crisis. Las reivindicaciones sociales – económicas previas a la pandemia están todavía presentes en muchos países, la pandemia refuerza la exigencia de un cambio económico – social a nivel mundial. Chile, calificado como el modelo exitoso del sistema neoliberal de los Chicago Boys, entró en crisis e inició un camino de una nueva Constitución donde el rol protector del Estado será el eje central. Como consecuencia de la crisis internacional, debiera resultar un nuevo orden mundial basado en una nueva declaración de los derechos universales del ser humano, que sea aceptada por los poderes geopolíticos del planeta y aplicada por Naciones Unidas.
*Ex Director de Programación de la Presidencia de la República (Ricardo Lagos). Ha publicado dos libros, “El triunfo del NO. La recuperación de la democracia”, Editorial Pehuén en Octubre 2018 y “Haití la conciencia negra de la comunidad internacional” autopublicado en Amazon.