Alejandro Guillier : ¿Hacia la Nueva Precariedad?

Era inevitable. El fantasioso castillo de naipes discursivo que levantó el gobierno para convencernos de su acertado manejo de la pandemia del coronavirus se desplomó.

En un gesto elocuente, hay que reconocerlo, el Ministro Mañalich lo admitió. La evidencia se hizo inocultable: la crisis sanitaria está desbordando la capacidad de los servicios públicos y el personal de la salud se bate en la primera línea con una generosidad conmovedora, pero ya al límite.

Por qué sucedió todo esto. El teórico del Aprendizaje Social Julian B. Rotter da algunas pistas con su teoría del “Locus de Control Interno y Externo” (1966): “La conducta y la responsabilidad de las personas frente a lo cotidiano se puede asumir como resultado de sus propias acciones o como consecuencia del actuar de otros”.

El Presidente Piñera y su gobierno, exacerbó durante la pandemia el patrón de comportamiento que ya le conocemos, transitando una y otra vez entre sus extremos: cuando las cosas parecen andar bien, se transforma en el alma de la fiesta, descalificando toda opinión, aporte o propuesta que no surja de él o su entorno. Cuando las cosas se salen de control, es por culpa de otros: es la oposición obstruccionista, los jueces indolentes, las policías que se mandan solas o un enemigo poderoso. Y cuando se prende el botón de pánico, el último recurso es el llamado a la unidad nacional, forzado, no creíble, lleno de lugares comunes, donde sólo busca hacernos a todos corresponsables de sus propios errores.

Desde un inicio de la actual crisis el gobierno nos quiso hacer creer que estaba todo bajo control: “Nos veníamos preparando desde enero”.

Actuando con un voluntarismo temerario y una desconexión brutal frente al país. Confundió la comunicación con la propaganda. La primera responde a un diseño sólido, transparente y asertivo, que busca sumar la confianza ciudadana a las decisiones de la autoridad. La segunda, no pasa de ser eso, un mensaje mañosamente intencionado, que intenta llevar agua a su molino, generando adhesión en unos y mucha desconfianza en otros.

Lamentablemente, la realidad, la porfiada realidad, terminó por imponerse y golpearnos a todos.

Igual o más preocupante, estamos frente a una autoridad que no asume la debilidad de su mandato y el cuestionamiento a todos los que somos parte del sistema político. Esto inevitablemente estrecha los márgenes de acción. La sospecha está instalada. Pese a eso, obnubilado por analistas, asesores que nunca dan la cara y encuestadores, el gobierno volvió a extremar un estilo donde no hubo espacio para la colaboración y el entendimiento. Algunos tuvieron la peregrina idea de creer que la pandemia podía cambiar el foco, diluir o al menos invisibilizar el malestar y las demandas que estallaron en octubre.

Es serio el peligro que toda esta crisis se junte en un pandemónium y las clases dirigentes no atinen en la solución de salida. Cambiar al Ministro de Salud en medio de la crisis no sirve de nada si no cambia el plan. Los diagnósticos estaban equivocados y quienes fijaron la estrategia no conocen la realidad en la que viven los chilenos.

Espero que en un momento tan apremiante como el que estamos viviendo, las declaraciones de la autoridad sean una oportunidad para comenzar a cambiar las cosas: el gobierno debe abrir de manera genuina y no forzada un trabajo con los alcaldes, con las regiones, escuchar a la Mesa Social, a los expertos y a los gremios de la salud. Eso para comenzar.

Tema aparte es la agenda social y económica. Al gobierno se le dijo desde un inicio, que la pandemia debía enfrentarse de manera integral, sistémica. No bastaba sólo con inyectar recursos a la red sanitaria para invertir en ventiladores, más personal y testeos, porque el COVID-19 no lo paramos en las camas de urgencia. Sólo aplanamos la curva, y su propagación, si invertimos en la gente con recursos directos para enfrentar la emergencia quedándose en casa.

No hubo espacio para ese debate. Pero igual, el Congreso aprobó cada uno de los proyectos de ley que envió el gobierno. Lo hicimos con el Bono COVID 19, con el FOGAPE y con la ley de suspensión de los contratos laborales. Alertamos debidamente de las deficiencias que tenían en su diseño y de los abusos que se iban a generar. El tiempo nos dio la razón. Insistimos hasta forzar el veto presidencial por incrementar el monto y los beneficiarios del Ingreso Mínimo Garantizado. Sólo pedíamos -sin ser irresponsables- que los montos del proyecto se ajustaran al compromiso anunciado por Presidente Piñera en cadena nacional a todo el país. Por cierto, fue imposible.

Adicionalmente, varios senadores adelantándonos a lo que hoy está sucediendo, ingresamos un Proyecto de Ley para fijar precios a una canasta básica de alimentos, medicina y artículos sanitarios. Lo propio se hizo con los servicios básicos. Por la naturaleza de los mismos, estos necesitaban del patrocinio del gobierno. Por cierto, nunca hubo ni siquiera disposición para estudiarlo.

Se acusa a la oposición de oportunista por decir estas cosas. Pero no podemos callar. El país vive momentos muy dolorosos y la forma como enfrentemos la pandemia sanitaria, social y económica va a marcar el destino de Chile de los próximos años. Por eso que los caminos de salida de la crisis hay que definirlos ahora, no hay que esperar la “nueva normalidad”. Esperar sólo nos arrastrará hacia una “nueva precariedad”.

Que el gobierno lo sepa, estamos disponibles a apoyar medidas extraordinarias para enfrentar el desempleo, la recesión, la quiebra de empresas de todo tamaño, y el aumento dramático de la pobreza y el hambre.

Por ello, en conjunto con la Mesa Técnica de la Sociedad Civil hemos abierto un diálogo con dirigentes sociales, alcaldes, parlamentarios, economistas y académicos multidisciplinarios, para levantar propuestas serías, fundadas, para enfrentar ahora la crisis. El camino de salida es con la sociedad civil integrada. El diagnóstico es esperanzador dentro de la gravedad. Chile es un país con un bajo nivel de endeudamiento (32% del PIB) y, también, con un bajo riesgo. Por eso tenemos objetivamente margen para endeudarnos responsablemente, y debemos hacerlo ahora, antes que las condiciones mundiales puedan generar mayor demanda e incertidumbre por el acceso a las fuentes de financiamiento.

Por otro lado, entre el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) y el Fondo de Reserva de Pensiones (FRP) tenemos ahorrados algo más de 20.000 millones de dólares. Con un endeudamiento responsable y con el respaldo de los Fondos existentes tenemos que generar un presupuesto 2021 expansivo, contra cíclico, centrado en el empleo y la reactivación.

No sólo tenemos que diseñar una salida con los fondos públicos ahorrados y las opciones de endeudamiento. También tenemos que hacer la reforma tributaria que asegure el impuesto a los “super ricos”.

También, ya deberíamos estar trabajando en fórmulas para inyectar más recursos al Programa de Empleo con Apoyo Fiscal (PEAF) que existe. Lo mismo en Obras Públicas, definiendo acciones urgentes para el Programa de Caminos Básicos y Agua Potable Rural. Y también, con proyectos específicos de Fomento Productivo con créditos CORFO e incremento en el Fondo Nacional de Desarrollo Regional.

Lo propio deberíamos hacer con los Municipios. Hay que compensar sus menores ingresos, tenemos que alivianar su mochila, e inyectando nuevos recursos para sustentar la red de ayuda social y de iniciativa pro empleo. Los 80 mil millones de pesos transferidos ahora que se están usando como complemento al reparto de alimentos para los no beneficiados, deberá reponerse.

Vamos a tener que ver qué hacemos con la falta de liquidez de grandes empresas que son estratégicas para el país. La Unión Europea inyecta recursos públicos contra participación accionaria. ¿Estará este gobierno disponible para avanzar en esta línea? Ojalá sea capaz de desprenderse de sus ataduras ideológicas.

Termino con un comentario a propósito del llamado a un “acuerdo nacional”.
Como señaló un editorial de prensa hace unos días, “no hay margen para el error”. No hay margen ni en el gobierno ni fuera de él. No hay espacio para la improvisación, la ventaja pequeña, el protagonismo inconducente y la letra chica.

Tampoco hay espacio para un diálogo político cerrado, excluyente, sin la sociedad civil. Ese espacio y su protagonismo lo ganó la ciudadanía en octubre. Hoy la confianza y el prestigio de la clase política es un bien muy escaso. Nadie puede arrogarse, como pudo haber sido en el pasado, la representación de otros. Por eso la ciudadanía impulsó un momento constituyente.

El diálogo está en la esencia de la democracia, eso no se cuestiona. Pero conversar no lleva necesariamente a pactar. Y se equivoca el que convoca pensando en imponer. Y se equivoca doblemente el que acepta sin genuinamente representar.

Senador por Antofagasta.

1 comentario
  1. Mauricio Federici dice

    Me parece una propuesta sensata y acertada en los diferentes puntos que propone senador. Desafortunadamente este gobierno y en especial el presidente, no tiene interés en entender los problemas de las personas comunes, solo busca la ganancia mezquina para ellos y sus amigos.
    Siento ser pesimista, pero el Sr. Piñera y su ministro de Salud, hacen una pareja del terror. Ánimo en sus intervenciones y esfuerzos para seguir aportando con ideas e iniciativas que ayuden a los más afectados por este pandemia.

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