Nada será lo mismo
Muchas cosas que eran ya no son, está llegando una nueva era que de a poco nos remece, nos maltrata, nos confina, pero también nos enseña.
Por José Ramón Cárdenas, director colegio de Publicistas de Chile
Se nos vencieron los plazos. Lo que no fuimos capaces de cambiar o gestionar, hoy deberemos hacerlo por obligación. A modo de ejemplo, recuerdo hace unos pocos años cuando empezó la moda de la “responsabilidad social empresarial” y lo mucho que se divagó al respecto. En los años sucesivos se fundaron organizaciones, gerencias, talleres y workshops, para analizar cómo “mitigar el impacto” y relevar la importancia del “trabajo con comunidades”, pero se hizo poco. Las empresas mineras y generadoras de energía de nuestro país, entre otras, hicieron oídos sordos de toda norma que les significara invertir más.
Parece ser que Chile ha avanzado jugando a no ser lo que es y a ser lo que no es. Acusamos a los argentinos de ser pagados de sí mismos, de tener un ego gigante, pero a la menor bonanza económica o acierto, salimos por el mundo a dar lecciones de cómo se hacen las cosas, aceptando premios y aplausos que no merecemos, sin el menor pudor.
Hoy la crisis nos puso en nuestro lugar. Aparecer en el ranking Forbes, ser famoso, exitoso o líder, no asegura que sigamos vivos, por lo tanto, ya no significa mucho. Hoy estamos obligados a empatizar con los otros. No sirve de nada irse a vivir a lugares exclusivos y remotos. No tiene ninguna lógica ser personalista, individualista o egocéntrico porque mientras alguien esté infectado, el riesgo seguirá latente.
Hace algunos años ya que, en cuanta charla, mesa redonda, reunión o entrevista a la que me tocó asistir, hablé de que la era digital y globalizadora suponía cambio de paradigmas culturales y no solo la adopción de nuevas tecnologías.
Ni en sueños imaginé vivir lo que estamos enfrentando, para ser honesto. Mi verdadero interés se centraba en la innovación social, esa que es capaz de mejorar la vida de las personas, de muchas al mismo tiempo. Recibí risas irónicas e incredulidad cuando sostuve que la cooperación era lo que debía reemplazar a la competencia y al principio debo reconocer que me lo cuestioné. Hoy me avergüenza haber dudado un solo segundo de algo tan evidente para quienes hemos tenido la oportunidad de conocer la realidad de las pequeñas y medianas empresas en directo. Actores económicos tan homenajeados, pero tan carentes de políticas públicas que realmente las ayuden a surgir y evolucionar.
Ser Pyme en Chile es soñar con ser millonario, pero no tener ninguna herramienta para lograrlo, salvo los múltiples coach que se pasean sacándose selfies para sus redes sociales y que entre otras cosas enseñan a sufrir, a no claudicar, a resistir, normalizando así la falta de apoyo, como si fuera parte de una ley universal infranqueable e inevitable.
La verdad es que, durante mucho tiempo, las condiciones han sido pensadas, construidas y lideradas por grandes poderes económicos que se han auto proveído de leyes y todo tipo de prerrogativas que les permitan gozar de privilegios. Fuimos generando así un grupo de poderosos a los que no les interesó mucho cambiar su estatus, pero su indolencia en esta oportunidad les pasó la cuenta de forma cruenta. Hemos sido testigos de cómo sus discursos displicentes se han ido doblegando y han tenido que tomar en serio al bicho que consideraron insignificante.
Ese virus “de poca monta” hoy está cobrando vidas. Las más antiguas, las más débiles, como si quisiera con su paso, dar una cruel muestra de modernidad y de elección respecto de quienes serán los constructores del mañana, pero más allá de lo físico-biológico, me atrevo a sostener que comienza una nueva era completa. Una que abarca todos los aspectos y todos los rincones del mundo. Se nos avecina un tiempo raro, vertiginoso, impredecible, inseguro, inabordable, ininteligible. Tal cual como es el cambio en su máximo estado de pureza. Uno que proviene de la naturaleza, sin mucha consideración de lo que se opine o se quiera, sin mucha posibilidad de construir un arca y elegir a quienes subir.
Parece que no queda más que reconocer y asumir nuestra fragilidad y pequeñez. Deberemos asumir que somos apenas una parte de un todo y que por lo tanto no podemos vivir como si no existiera el otro, deberemos acostumbrarnos a pensar, actuar y vivir conscientemente, respetando nuestro hábitat y preocuparnos por nuestro prójimo.
De esta crisis nadie sale solo y no es un slogan barato, sino la única forma de superar el momento que vivimos. Es la mejor posibilidad que tenemos de ser incluidos en la lista de invitados al nuevo tiempo que llegó para quedarse.