La Bolsa de Comercio o la vida

¿La bolsa o la vida? Así titula Carlos Peña su columna de opinión sobre la polémica, originada hace días, por un instructivo del presidente Piñera acerca de volver o no al trabajo.

Por Luis Campos, Doctor en Antropología, licenciado en educación, investigador Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, CIIR

A pesar de su sapiencia, los argumentos de Carlos Peña esta vez son de corto alcance y se limitan a decir que no se puede oponer un elemento con el otro y que a su debido tiempo es obvio que se debe regresar a las actividades, remarcando, entiendo irónicamente, la vuelta al mercado.

La falsa oposición entre economía y salud esconde un tema de fondo al que el Rector no quiere referirse y que muy pocos han hecho mención: ¿Existe una planificación certera con respecto a cómo se llega a esta nueva normalidad? ¿Cómo se explica que sin estar siquiera cerca del peak de contagios se está pensando en volver al trabajo, abrir los centros comerciales y que los niños vuelvan a las escuelas? Y lo más importante, ¿Qué papel han jugado las presiones de la Cámara de Comercio y otros holdings en las decisiones del presidente y su ministro de salud?

Desde hace un par de semanas que no se habla de otra cosa, pero se debe recordar que las presiones de los grupos económicos se han manifestado desde los inicios de la pandemia en Chile y han sido el principal argumento para que Piñera haya anunciado su plan de nueva normalidad o de retorno seguro.

No es causalidad que la primera versión del polémico instructivo haya sido lanzada poco después que el Director de Inversiones de Larrain Vial Asset Mangement declarara: “No podemos seguir parando la economía, debemos tomar riesgos, eso significa que va a morir gente”.

Alrededor de una semana después los agentes económicos nuevamente contraatacaron y le pusieron nuevas presiones al gobierno cuando Carlos Soublette, Gerente General de la Cámara de Comercio de Santiago, planteó sin ningún rasgo de moralidad y de manera aséptica: “no podemos matar toda la actividad económica por salvar vidas”.

Por último, el presidente Piñera entregó su mensaje, en cadena nacional, precisamente después de una nueva reunión con los empresarios, haciendo oídos sordos a todas las recomendaciones de especialistas en salud y del mundo social por retrasar lo más posible la supuesta vuelta a la normalidad.

Otro hecho que coincide con el plan maestro ha sido el retorno pausado a las actividades en países como Alemania y las proyecciones de fin de cuarentena en Francia, España y en Italia. Lo que no se entiende aquí es que esas naciones llevan mucho tiempo luchando contra la enfermedad, haciendo cuantiosos aportes a sus ciudadanos y que además están saliendo de las presiones invernales.

El esfuerzo por parecerse a Europa, basado en el eurocentrismo, tan común de nuestras clases acomodadas, ha llevado otra vez a caer en la trampa. Si los europeos lo hacen ¿por qué nosotros no? Y si estamos en el mejor país latinoamericano, con el mejor sistema de salud del mundo, ¿no debiera ser también el primero en volver a la normalidad? Poco importa que aquí se esté a las puertas del invierno con todas las enfermedades y complicaciones que vienen asociadas, en un país con un déficit general de atención primaria: los brotes de influenza, el virus sincicial y las complicaciones cardiorrespiratorias que tendrán que convivir con el peor momento del Covid-19.

El Ministro de Salud no ha dejado de plantear que todas las decisiones se están tomando por criterios científicos, si bien la mayoría de los especialistas consideran abiertamente inadecuado el regreso a la falsa normalidad en las condiciones actuales.

Los argumentos han sido muchos, pero los principales apuntan a que no se ha llegado aún al peak de contagios; a que no se tiene claridad sobre el número total de infectados y esto porque sólo se han testeado a quienes presentan síntomas; que no hay evidencia científica (y así lo ha declarado la OMS) de que la gente se recupere con sólo catorce días de aislamiento; y por último que en las condiciones de testeo actual no se tiene la trazabilidad de la enfermedad que es la única manera de poder controlar efectivamente la pandemia.

A todo lo anterior hay que sumarle el comportamiento de la gente el que ha evidenciado una falta de respeto evidente a las medidas de salubridad y de distanciamiento social propuestas desde el gobierno, las que por lo demás han sido selectivamente perseguidas. Ferias libres funcionando desde sus inicios en la más completa normalidad, con familias enteras comprando sin guardar las distancias; más de cuarenta mil vehículos circulando a vista y paciencia de las autoridades hacia la playa en Semana Santa; y el presidente tomándose fotos en Plaza de la Dignidad, en medio de la cuarentena, han sido sólo algunos de los episodios en que se ha dejado en claro que las medidas son interpretables, algo sumamente peligroso en las circunstancias actuales y sobre todo cuando el retorno seguro a una falsa normalidad apunta precisamente al autocuidado y el autocontrol de todos los involucrados.

Por último y quizás lo más importante, el gobierno, reforzando su carácter neoliberal, ha hecho descansar el control de la pandemia en los ciudadanos, evitándose así la mayor parte de los gastos que involucra una verdadera campaña de salud pública dirigida por el Estado. A los bonos irrisorios por mantenerse en aislamiento se le han sumado las autorizaciones para despidos masivos por parte de las empresas, la vista gorda ante las grandes filas para realizar trámites que deberían ser resueltos de manera virtual, pero que no se pueden cumplir por la falla en las plataformas; la deficitaria atención en los centros de salud, sobre todo en las comunas más pobres; y hasta el traspaso de la responsabilidad de la mayor parte de las medidas de autocuidado a los ciudadanos como la obligatoriedad de hacerse uno mismo su propia mascarilla a riesgo de ser multado por el mismo estado que no te las provee. Y todo por que este gobierno no está dispuesto a dar nada en el combate a la enfermedad.

Todos estos antecedentes nos colocan frente a un escenario que sin duda será complicado y que sólo puede prever un aumento significativo de los contagios.

La irresponsabilidad criminal de este gobierno en garantizar la salud de la población está llegando a niveles extremos lo que no debería de extrañarnos ya que la pandemia ha puesto sobre el tapete todo aquello que fue evidenciado en el estallido social de octubre: el presidente Piñera es incapaz de avanzar hacia las verdaderas soluciones porque lo único que resguarda son sus propios intereses y los de la clase empresarial que cada día más lo presiona por una vuelta a la nueva falsa normalidad.

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El Periodista