¿Feliz día del libro?

De nosotros depende que nuestro oficio, el de los escritores y escritoras, sea tomado con seriedad, con respeto y con marcos gubernamentales que nos ayuden a desarrollar un trabajo que no sea precario, un trabajo donde se respete nuestra labor como trabajadores de un oficio.

Por Montserrat Martorell, escritora*

Resulta extraño escribir sobre un día como este, en pleno confinamiento y con una pandemia de fondo que tiene a más de la mitad del mundo encerrado. Resulta también curioso y por qué no, un poco repetitivo. Probablemente muchos de los que están leyendo esta columna saben que hoy se conmemoran los fallecimientos de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso. Hasta aquí no hay problema, al contrario, me sumo al intercambio de páginas y de rosas y de lecturas en voz alta y en voz baja. No podría no hacerlo. La magia de los libros es inicial a la magia de la escritura. La otra, su hermana, llega mucho después.

De las cosas importantes que descubrí en mi primera niñez fue la lectura. Mis papás ya me habían empezado a leer desde los seis meses y a los cinco años, por esa necesidad educada y reeducada, me vi leyendo El Principito. Era 1993. Era Buenos Aires. Era Argentina.

Creo que esas primeras páginas, leídas por una niña pequeña de anteojos inmensos, cambiaron mi concepción de mundo porque pude habitar historias, convivir con personajes, descifrar palabras, traducir emociones.

Jorge Luis Borges decía que si el paraíso existía, tenía que ser un tipo de biblioteca. Yo también lo creo, pero estoy convencida de que para escuchar el ruido de esas hojas, para quedarte ahí, inmóvil, moviendo las manos y moviendo los ojos, alguien tiene que haber hecho algo, alguien tiene que haberte hecho ver esa magia.

De nosotros depende que cada día exista una persona nueva que se tope de frente con una frase que le haga sentido, con un autor que se convierta en su voz, con una trama que le genere un impacto tal que sienta que le están volando la cabeza. De nosotros depende no dejar de traer al presente a Gabriela Mistral, a Cecilia Casanova, a María Luisa Bombal, a Marta Brunet, a Marta Blanco. Y de nosotros, también, depende que nuestro oficio, el de los escritores y escritoras, sea tomado con seriedad, con respeto y con marcos gubernamentales que nos ayuden a desarrollar un trabajo que no sea precario, un trabajo donde se respete nuestra labor como trabajadores de un oficio.

Creo que no me equivoco cuando pienso en la urgencia (y la emergencia) de fortalecer el mundo del arte, generar políticas que apunten a que los trabajadores de la cadena del libro tengan más y mejores condiciones y no nos quedemos solo en esa brisa quieta que trae, año a año, decir feliz día del libro.

*Autora de las novelas La última ceniza (Oxímoron) y Antes del después (LOM). Integra Auch!

1 comentario
  1. Anónimo dice

    Y hoy yo me topo con este artículo gigante, que no es artículo sino un decálogo para lo escritores que son mineros que trabajan en la oscuridad, a los que, de pronto, se les sale un diamante de la boca, de la página. Somos todos juntos y cada uno solo. Y de pronto, necesitamos que alguien nos recuerde que somos magos, que hacemos mundos. Y ese alguien es ahora, en este texto, Montserrat Martorell. Gracias, Montse.

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El Periodista