Coronavirus y economía: el ABC de un Crash Bursátil Anunciado
Era diciembre cuando nos enteramos de la aparición de una nueva enfermedad, nadie se preocupó mucho en aquel entonces, Wall Street alcanzaba máximos históricos y la situación económica parecía ser mejor que nunca, Donald Trump se acercaba a la reelección y esto aseguraba al mercado un porvenir positivo en cuanto a impuestos y estímulos fiscales.
Por Camilo Aranda Colón, ingeniero comercial
Con el correr de las semanas fuimos testigos lejanos de como la nueva enfermedad ya no era solo en Wuhan, otras ciudades chinas se paralizaban y el contagio crecía a tasas exponenciales, aunque de todas formas aún era “algo de ellos” y que su economía eventualmente corregiría. El mundo podía estar tranquilo.
A principios de febrero ya se intuía que algo grave podía pasar, las empresas proyectaban los impactos de los cierres de cadenas productivas, la baja en el consumo y una nunca vista disminución de la industria manufacturera china. Hubo titulares anecdóticos que hablaban de una falta de endulzante para la Coca-Cola o de la construcción de un hospital en 10 días. Todavía el mundo reaccionaba con algo de relajo.
La realidad pegó de golpe el 20 de febrero, en aquel entonces Chile estaba en otra, más preocupado del plebiscito y del súper marzo que de otra cosa, pero así y todo el mercado empezó a internalizar que lo estaba pasando en China se podía repetir, y claro, ya no en el lejano oriente, sino que en la cercana Europa y, posteriormente, en Estados Unidos.
El resto es historia, Japón y Corea del Sur recibieron el golpe inicial para luego dar paso al desastre europeo.
Ahora, ¿cómo es que el coronavirus impacta a la economía, de qué manera una enfermedad termina contagiando al sistema financiero y cómo finalmente se traduce en los cambios bursátiles?.
Desde el punto de vista estrictamente económico la enfermedad genera un doble efecto, el primero y más evidente, al cerrar lugares de producción y comercio la gente no produce por lo que se cortan cadenas de suministros, lo que impide a otros trabajar; es decir, si no tengo insumos no puedo elaborar mis productos; por otro lado, el segundo y quizás más relevante, los consumidores temen por su futuro y limitan de forma importante el gasto, si yo tengo dudas acerca de mis ingresos futuros por supuesto no gastaré lo mismo.
La pregunta es, ¿por qué la economía simplemente no entra en un receso? Una conclusión simple sería: todo se pausa y así nadie pierde nada. El problema es que un shock que limita el consumo destruye valor. Esta frase tan utilizada por economistas tiene un ejemplo muy sencillo, si yo quiero comprar un bien durable puedo aplazar la compra, seguiré adquiriendo el mismo auto, celular, electrodoméstico, etc., un mes más o un mes menos no hace mucha diferencia, ¡pero!, cuando se trata de consumibles o servicios la historia es diferente. Por ejemplo, yo almuerzo todos los días en un restaurante, ¿qué ocurre si no voy a trabajar? No compro el almuerzo, y cuando eventualmente vuelva a trabajar comeré el mismo almuerzo que antes, no compraré los 20 que no consumí mientras no asistí al trabajo. Eso es destrucción de valor, transacciones que no se recuperan, compras que simplemente ya no se harán, gente que no podrá vender sus productos o servicios y, por lo tanto, recibirá un impacto directo en sus ingresos.
Esto nos lleva al siguiente capítulo: la bolsa.
El mercado cayó como nunca en Chile, y esto se debe simplemente a las expectativas, toda la explicación anterior llevada a consecuencias futuras e inciertas.
Las acciones representan el valor de la empresa, esta vale lo que venderá en el futuro y ello dependerá del consumo de la gente en ese espacio temporal. Es decir, simplemente representa la esperanza de que una empresa se comporte de cierta manera.
El que las acciones bajen se debe a que la gente que transa los papeles considera que la empresa eventualmente venderá menos en el futuro e, incluso, cuando bajan mucho le asignan un cierto porcentaje de probabilidad al cierre de dichas empresas.
Si mezclamos la explicación inicial del comportamiento con lo que ocurre en la bolsa tendremos una idea muy clara de por qué las acciones bajan, es decir, la gente no se comportará igual, probablemente gaste menos, las empresas venderán menos y el valor de la acción cae.
Un paréntesis, el Banco Central.
Comúnmente podemos escuchar que el Banco Central sube o baja la tasa de interés, ¿qué significa esto? ¿En qué nos afecta? Y, por último ¿tiene algún impacto en la economía?
La tasa de interés del Banco Central es la base de la economía, es el valor del dinero en el tiempo y la proporciona justamente el ente rector que controla la masa monetaria en Chile, es decir, quien imprime el dinero (a través de la casa de moneda). Esta tasa es el valor al cual el Central presta dinero a instituciones financieras, por lo que toda la estructura de créditos se construye con esa base: el BC presta a los bancos y estos prestan al público. Por supuesto considerando que los bancos agregan distintos adicionales para compensar el riesgo de no pago de acuerdo con su cartera de clientes.
Entonces, ¿en qué afecta, y por qué es bueno para la economía que la tasa baje? Esto tiene dos efectos importantes, el primero es que permite que las empresas que necesitan liquidez se puedan endeudar a una tasa más baja (puedan pedir dinero pagando menos interés). El segundo efecto es quizás más complejo y va en la línea de dinamizar la economía, cuando se baja la tasa de interés se está disminuyendo el costo de oportunidad del dinero; en términos simples, si yo tengo 100 tengo dos opciones: guardarlo en el banco que me dará un interés o invertirlo en un negocio cualquiera. En la primera opción me darán un interés que tendrá como referencia la tasa del Banco Central, mientras más alta sea la tasa de referencia, más alta será la tasa que me ofrezcan a mí por poner mi dinero en el banco, mientras que si la tasa de la economía baja, me ofrecerán menos dinero por mi depósito a plazo. Además de lo obvio, sucede otro efecto interesante, si yo sé que no me darán prácticamente nada por poner mi dinero en el banco, el incentivo a invertir sube mucho, ya que casi no tengo alternativas; es decir, si me van a ofrecer un 0,001% de interés voy a optar por otro tipo de negocio, ya sea en acciones, fondos mutuos o un emprendimiento. Esa actividad, ese dinamismo, es lo que se busca, incentivar a la gente a invertir, a realizar proyectos; ese finalmente es el efecto esperado.
El futuro, ¿shock pasajero?
Nadie sabe, el título de este artículo es simple, una caída anunciada. Entonces, cualquier persona podría preguntar, si es tan obvio, ¿por qué no inviertes? ¿por qué no te haces rico en el proceso? Pues bien, el problema con estos eventos es que si bien pueden ser anunciados, tienen etapas, son microciclos dentro de un macroproceso que los hace impredecibles en su conjunto y que, por supuesto, duran un tiempo indeterminado.
En las finanzas hay un dicho: “no hay que apostar al fin del mundo, ya que si ganas no tendrás en que gastar lo que ganes”. Por lo mismo, la máxima es que siempre el mercado se va a recuperar, el problema es cuándo. Para quienes invierten pensando en su futuro lejano la pregunta no es tan relevante, por otra parte, el ahora sí puede resultar un problema, este es un shock pasajero, va a concluir, la pregunta es si toda esa destrucción de valor tendrá efectos en el mediano y largo plazo o no, al final es como una inyección de veneno. Una empresa, al igual que un cuerpo, puede tolerar pequeñas dosis y se recuperará, pero si es mucho, muere, y no habrá vuelta atrás. Ese es el desafío del gobierno, evitar que se llegue a ese punto irreversible, es decir, mantener a las empresas en el límite donde sean capaces de volver, ya sea mediante créditos, exenciones tributarias, mayores plazos para pago, etc.
La complejidad de administrar la crisis.
Esta pregunta es simple cuando uno no toma las decisiones. Los seres humanos en general somos ambiciosos, tratamos de conseguir lo máximo de algo sacrificando lo menos posible, es algo natural, prácticamente instintivo. Eso pasa con las administraciones de los países, quieren salir de la crisis al menor costo posible, y el costo es productividad, es decir, yo quiero salir del problema paralizando lo menos posible el funcionamiento de las cosas porque al final del día así se evalúa la gestión de los países, con el crecimiento, con desarrollo, con todos los elementos derivados de una mejor economía y no hay nada peor para ella que la falta de actividad.
Al final es una apuesta, que en este caso tiene un componente distinto, hay vidas en la ecuación. Pero, siendo sinceros, siempre hay vidas en la ecuación, a veces es más directo y otras veces menos, cuando pongo un semáforo en una esquina, cuando tengo mejores instalaciones médicas, etc., solo que esta vez la ecuación es más transparente y la gente puede juzgar más sencillamente lo que sucede.
Parar un país no es una decisión trivial, probablemente es la más compleja que cualquier presidente puede tomar, no por nada son pocos quienes la han aplicado y solo en casos que ya se hace inevitable. Para los países europeos fue una apuesta que salió mal, pero una apuesta al fin y al cabo y no se debe juzgar tan sencillamente, pues hay que recordar que en teoría fueron electos para desarrollar un país y una cuarentena producirá exactamente lo contrario. Y con esto hay que tener cuidado, puesto que las contracciones económicas sí tienen efecto en las vidas de las personas, incluso en su expectativa de vida y en la capacidad del estado para responder mejor o peor a otras contingencias de salud pública futura. No es, por lo tanto, una decisión trivial. Solo queda esperar que cualquiera que se tome resulte ser la correcta.