Gabriel Gaspar: Anotaciones durante un periplo por el reino de Marruecos
Por Gabriel Gaspar*
Por una amable invitación de la Fundación Alianza América Latina-África S.XXI, a inicios de año, visité por primera vez este país; por mis afanes latinoamericanos, de regiones como África y Asia, poseo un amplio desconocimiento.
Lo primero que se constata es la facilidad para llegar. De Madrid a Casablanca se emplea poco más de una hora, tras una breve espera en el aeropuerto de Barajas. El uso del español es bastante generalizado, sobre todo en las regiones norte y sur; en el resto, el francés es dominado ampliamente tanto por la elite como por el personal de los diversos servicios a los cuales accede un visitante y está presente en la señalética.
Marruecos es un reino, gobernado hoy por Mohammed VI, una monarquía con parlamento y diversidad de partidos. La mayoría de mis interlocutores me explicaron que la llamada “primavera árabe” no generó mayor convulsión en el reino, en gran parte porque el monarca se adelantó a impulsar un conjunto de reformas. Mirando el panorama político del mundo árabe-musulmán (desde la guerra civil siria, pasando por el descalabro en Libia y qué decir de Irak) cualquier viajero no deja de valorar la estabilidad social y política que se vive en suelo marroquí.
País de cerca de 40 millones de habitantes, con una importante migración en España y Francia, posee una economía que apuesta a su diversificación y su inserción en la economía global. Exporta automóviles a Europa y África, la mayoría coproducción de marcas francesas. Posee una amplia diversidad social y étnica, además de religiosa, aunque la mayoría es musulmán (lo que queda muy claro cada amanecer con los llamados desde las mezquitas a la oración).
Marruecos es un crisol de diversas oleadas migratorias. A sus originales habitantes –la mayoría amazigh- se sumaron en su momento los árabes con la expansión del Islam, muchos de ellos siguieron hacia Europa y fundaron el califato de Córdova, el prospero Al Ándalus donde se enseñorearon por más de 8 siglos. Los Reyes Católicos junto con unificar la península, expulsaron a los “moros” y de paso también a los judíos. La mayoría de ellos cruzaron el estrecho y se instalaron en Marruecos. Han pasado más de 5 siglos de entonces, pero algunos marroquíes se siguen considerando “andalusíes” con mucho orgullo. Hoy, todos, amazigh, árabes, judíos, andalusíes y miembros de las tribus del desierto, conviven sin problemas.
Marruecos es una de las principales bisagras geográficas entre Europa y África. En el norte, sus costas son las más cercanas al viejo continente. Por el sur, mantienen un nutrido intercambio con Mauritania, Mali y muchos otros países africanos. Es el país africano que más exporta. Su cercanía a Europa también le presenta desafíos: una parte de la inmigración ilegal cruza territorio marroquí para tratar de alcanzar las costas europeas, especialmente españolas. También desde el sur viene el narcotráfico en igual dirección, ojo, buena parte es cocaína sudamericana que cruza el Atlántico y que llega a países al sur de Marruecos. Ergo, aquí los latinos tenemos un amplio campo de cooperación policial de mutuo beneficio. El reino de Marruecos tiene gran experiencia y desempeña gigantescos esfuerzos en luchar contra el narcotráfico, el terrorismo y la trata humana.
La estabilidad marroquí no es gratis, hace algunos años uno de los lugares turísticos más emblemáticos, el Café Argana en Marraquech fue víctima de un mortífero atentado terrorista. Hoy es posible –lo hice- disfrutar de un excelente té en dicho lugar en medio de discretas y eficientes medidas de seguridad. No conozco, salvo las noticias, la realidad de los otros países árabes, pero sin lugar a dudas que la violencia política no está en la cotidianeidad marroquí. Por ello, y por sus propios encantos, este país goza de un amplio turismo, una de las vigas de su economía y así, los mercados, especialmente en los centros históricos de sus ciudades están repletos de turistas.
Pero los marroquíes no se limitan a tener buen turismo, quieren diversificar su economía, industrializar el país. Las estadísticas muestran un buen comercio hacia los países africanos, y para ello desarrollan su infraestructura.
El puerto de Tánger con sus millones de toneladas de carga es un buen ejemplo de ello. Exploran la piscicultura, dada las buenas condiciones para ello en su costa atlántica. Al mencionarles los avances en esta materia en Chile se muestran interesados en el intercambio de experiencia y en explorar cooperación. En el sur el agua escasea, pero han desarrollado una fuerte inversión en plantas desalinizadoras de agua de mar. Un ingeniero de la planta me informó que el costo de un metro cubico (mil litros) de agua potabilizada por esta vía, tenía un costo no mayor a un euro y medio. ¿Por qué no podríamos hacer lo mismo en las costas de nuestro Norte Grande? De paso, es notable como el Estado despliega una amplia inversión en infraestructura, servicios, puertos y carreteras en sus zonas extremas, algo digno de imitarse.
Los marroquíes están mirando otras regiones con las cuales estrechar lazos. Entre ellas esta América latina, y Chile en especial. Tienen toda una oferta turística muy asequible y de buenos servicios. A su vez, su ambicioso programa económico abre espacio para coinversiones de mutuo beneficio. No pasa por alto la amplia gama de similitudes culturales que aporta el ancestro andaluz de ambos países.
Marruecos posee centros urbanos muy antiguos, Marraquech, Tánger, Fez, Rabat (su capital) y la mítica Casablanca que para todo cinéfilo es imposible separar del recuerdo del Café de Rick.
Al Oeste de sus costas, muy cerca, están las islas Canarias. Es un litoral donde quedan potentes huellas de los navegantes ibéricos: fuertes, cañones, faros, y también la leyenda de la piratería. Por allí iban o regresaban los galeones repletos de productos de las Américas. Muchas “medinas” conservan ese sabor cosmopolita, y allí es posible encontrar casi de todo, y negociar en cualquier idioma dado el sincretismo que los comerciantes marroquíes llevan en su ADN. Al poco rato de caminar por ellos, nos encontramos con un cierto aire familiar con los “tianguis” o ferias latinoamericanas, y también recordamos nuestros propios “mercados persas”.
Marruecos es también una potencia regional. Sus FFAA poseen una respetable flota oceánica y su Fuerza Aérea dispone de varios escuadrones de F-16 Block 72. Conozco muy poco del potencial estratégico de los países africanos pero sin lugar a dudas que los marroquíes poseen un arsenal poderoso. La diplomacia marroquí se despliega hacia el África, pero también hacia Europa, y sus dirigentes visitan las capitales de las potencias mundiales. Por cierto, el tema más relevante en su política exterior es la situación del Sahara Occidental. En el 2007, ante el Consejo de Seguridad, Marruecos depositó su iniciativa de autonomía plena para ese territorio como salida a ese diferendo, siempre bajo soberanía marroquí.
Marruecos, es quizás el país árabe-africano más cercano a América latina sorprende por una contradictoria mezcla de lo extraño y lo familiar, sin lugar a dudas sorprende por lo diferente a nuestra cotidianeidad latina. Además de atractivo destino turístico, puede ser un novedoso espacio de coinversiones para nuestras empresas, muchas de las cuales han incursionado con éxito en los principales países de nuestro continente. Es a la vez un campo propicio para la cooperación bilateral en un amplio espectro, desde la problemática que impone el manejo de todo desierto, hasta las experiencias en materia de desarrollo de infraestructura que toda economía exportadora requiere.
*El autor es Politólogo chileno, ex subsecretario de Guerra y FFAA, así como ex embajador, especializado en política latinoamericana, particularmente en relaciones internacionales y defensa.