Estanflación 2020

Se buscan razones para el estallido social. Se escribe sobre la indignación, el malestar, el abuso. Sin embargo, hay un fenómeno poco explorado que podría estar en la raíz de la erupción del volcán chileno.

Por Renato Garín, diputado (distrito 14)

No hace falta enumerar datos para darse cuenta que Chile es un país caro. Las compras en el supermercado y en la farmacia, los dos lugares clave en el consumo nacional, estrujan las billeteras familiares mes a mes.

Respecto al precio de los medicamentos, tenemos los remedios de marca más caros del mundo. Sobre los alimentos, basta mirar la prensa económica que informa que, este verano, la canasta básica de frutas y verduras registró su mayor alza en mucho tiempo.

Confluyen elementos como el dólar, la bencina, el creciente precio del agua. Y, obviamente, el estallido.

Estamos, así, ante un espiral inflacionario que no se grafica directamente en el IPC, que fluctúa entre 0,4% y 0,8% mensual. Esto se debe a que la arquitectura de este indicador empuja el guarismo hacia niveles de estabilidad. Pese a eso, en la vida diaria, veremos una inflación galopante en el consumo familiar.

Del mismo modo, se percibe un estancamiento económico que se arrastraba desde antes de octubre. El optimismo que la administración Piñera pretendió inyectar, se desinfló rápidamente para convertirse, hoy, en una crisis innegable. Es evidente, por ende, que la escena solo empeorará para las cifras de inversión y crecimiento, al mismo ritmo que el dólar parece encontrar en los $800 un nuevo piso. Son números que el país no podría haber imaginado hace 6 meses atrás, cuando este torbellino comenzó.

La ecuación, entonces, parece clara.

Chile tendrá una alta inflación en la vida diaria, sumada a un estancamiento económico inexorable. La doctrina económica llama a esto “Estanflación” y la literatura coincide en que son momentos donde sube el desempleo, aumenta el costo de la vida y disminuye la inversión.

Si el alto costo de la vida es una de las raíces del estallido, estamos ante un círculo vicioso de alta complejidad. El malestar se gatilla por un malestar social emanado de una diferencia estructural entre los sueldos y los precios. Una familia normal vive endeudada no para darse lujos, sino para educarse, pagar su consumo, un auto y, quizás, unas vacaciones. Los salarios son propios de una economía del tercer mundo y no alcanza para cubrir el costo de la vida que esta misma economía ha generado.

Así podemos resumirlo: precios del primer mundo, sueldos del tercero.

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El Periodista