Café de Rick: El alma de Casablanca

Llegar hasta esta ciudad de Marruecos, ubicada a 80 kilómetros de Rabat y a orillas del Atlántico, donde se levanta uno de los puertos artificiales más grandes del mundo, tiene un encanto especial. No solo por su inmensa mezquita, sus casi 7 millones de habitantes y su refinada historia, también porque la película que protagonizaron Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en 1942 le otorgó un sello místico que permanece inalterable en su nombre.

Casablanca es Casablanca. Una ciudad eterna, comercialmente la más importante de Marruecos  y capital administrativa de este país, que remonta su historia a cientos de años, cuando con el nombre de Anfa fuera fundada por los zenetas en el siglo XI.

Pasó el tiempo y en 1770 comienza a cobrar vida, se construye su primera mezquita, una madrasa (escuela) y un hammam (baño). Un siglo después, con apenas 4 mil habitantes, empieza el desarrollo de su industria textil, convirtiéndose en una gran productora de lana y, posteriormente, en 1906, destrona a Tánger y se consolida como el primer puerto marroquí.

Hoy es imposible no querer visitarla. Y razones hay muchas. Una de ellas son sus barrios antiguos y su mezcla con un patrimonio arquitectónico moderno, fruto del crecimiento económico de la ciudad.

Imperdible la Mezquita Hassan II, el templo más alto del mundo cuyos minaretes alcanzan los 172 metros y que se ubica segundo en tamaño, tras la mezquita que se emplaza en La Meca. Su construcción en un terreno de 14 hectáreas fue decidida por el mismísimo rey, Hassan II, quien se empeñó en que fuera grandiosa, con una explanada exterior de alrededor de 30 mil metros y que puede recibir a casi 100 mil personas en las ceremonias.

Dos mil quinientos empleados y diez mil artesanos en mármol, granito y mosaicos trabajaron en ella, entre 1985 y 1993, siguiendo el diseño del arquitecto francés Michel Pinseau, el mismo que ideó la Ciudad Real en Rabat y embelleció Les Champs Elysees en París.

Estar ahí, escuchar el llamado al rezo y ver como llegan de todos lados a orar, simplemente sobrecoge. Tanto como ingresar a la Antigua Catedral del Sagrado Corazón, visitar el Museo de la Villa des Arts o recorrer la medina antigua (Bab Marrakech y Bab Jédid), otras visitas obligadas a esta ciudad.

En la Casablanca más moderna, con sus parques y jardines, imposible no dejarse tentar por un paseo por La Corniche y sus playas (Aïn Diab), llegando hasta el faro de El Hank, zona de hoteles y los mejores restaurantes de la ciudad. O visitar el gran mercadillo Derb Ghallef y, para los menos tradicionales, recorrer el Morocco Mall, el centro comercial más grande de África.

TÓCALA OTRA VEZ, SAM

Ya en la noche, sin duda, hay que dejarse llevar hasta el 248 del Boulevard Sour Jdid donde nos encontraremos con el piano, el nombre y la ambientación del café de la película de Bogart y Bergman.

Debes saber, sin embargo, que el filme que ganó 3 Óscar y postuló a 8 no se grabó en esta ciudad y que los autores de la obra teatral que le dio vida tampoco pensaron en Casablanca cuando idearon su drama. Ante la necesidad de satisfacer a los turistas, sin embargo, la estadounidense Kathy Kriger recreó las salas y el café donde Ilsa y Rick se reencontraron. Lo hizo en una antigua mansión, vecina a la medina y no escatimó recursos en reproducir los detalles del filme. Por eso, una vez dentro del lugar, te olvidarás de que no hay que creerle a Hollywood porque la experiencia de recorrer el Rick’s Café, además sabiendo que estás en Casablanca, es única: suena el piano, la iluminación y la decoración acompañan. Más de alguna sombra, al calor de un buen trago o un plato típico marroquí, te harán creer que Rick Blaine (Bogart) está en cuerpo y alma. La comida es de calidad y está abierto de martes a domingo, como restaurante, bar o cafetería, hasta la una de la madrugada.

Y en medio de todo está el piano, un auténtico Pleyel de la década del 30, que bajo los ágiles dedos de Issam Chabaa, continuamente ofrece As Time Goes By. Y tú, como Rick o Ilsa, quizá con aquel mismo timbre, dirás: “Tócala otra vez, Sam”.

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El Periodista