El desafío de hacer visible lo invisible
Quienes nos dedicamos a las expresiones artísticas sentíamos también desde nuestro quehacer que a Chile se le estaba asfixiando, que el elástico se iba a cortar, porque seamos honestas y honestos, el trabajo cultural también ha sido contra corriente durante muchos años.
Por Andrea Gutiérrez Vásquez, RACH Red de actrices chilenas*
El martes 15 de octubre con una foto grupal que mostraba nuestras caras alegres y conformes tras una asamblea, cerrábamos el día, sin pensar siquiera que 48 horas después el país cambiaría por completo.
Desde nuestra conformación en julio de 2018 hemos venido explorando una musculatura organizativa basada en la colaboración, el aprendizaje conjunto y las transformaciones de las lógicas organizacionales verticales, que eran lo único que conocíamos.
Me atrevo a decir que esta forma de proceder, muy experimental para nosotras, se ha transformado en el mayor aporte que hayamos podido realizar en estos días, para convocar, para desplegarnos en distintos frentes y tareas a través de nuestras compañeras, e incluso para ir en ayuda y apoyo de las nuestras que resulten heridas o detenidas, colaborar con la divulgación de la información en Chile y el mundo a través de redes que hemos forjado por nuestro trabajo, son nuestras humildes herramientas para ser un eslabón eficiente que contribuye a visibilizar y construir narrativa para este esperanzador y a la vez desgarrador estallido social.
Desde ahí en adelante mantenernos movilizadas ha sido la consigna, con nuestro contingente de compañeras nos repartimos tareas para las que en muchos momentos no damos abasto, pero sin duda el espacio de contención que hemos creado ha sido un motor y un cobijo para cuando, abatidas por los hechos, nuestras compañeras están ahí para levantarnos.
Nos hemos abocado a permanecer, sostener y alentar las movilizaciones en las calles y las conversaciones en los cabildos y asambleas, así como visibilizar y mantener en el centro del foco, para que no se olviden ni normalicen, las violaciones a los DDHH y crímenes de Estado que han registrado las organizaciones dedicadas a la materia.
La reflexión que se percibe en diferentes espacios hoy es que cuando la institucionalidad le ha fallado reiteradamente en sus compromisos a la ciudadanía, la única salida posible es devolver la confianza al pueblo, para que sean las personas quienes decidan en un plebiscito vinculante cómo quiere que sea ese pacto en adelante. Por eso hoy podemos palpar la necesidad real de una asamblea constituyente que consagre una nueva constitución para Chile, pero esto no es todo, el movimiento tiene una vibración de urgencia, que claramente no ha permeado al gobierno, y que aumenta las distancias, pero profundiza la cohesión colectiva.
Quienes nos dedicamos a las expresiones artísticas sentíamos también desde nuestro quehacer que a Chile se le estaba asfixiando, que el elástico se iba a cortar, porque seamos honestas y honestos, el trabajo cultural también ha sido contra corriente durante muchos años. Desde el Estado se nos ve como algo que gasta mucho y genera poco. Justamente antes que se desataran las movilizaciones, en el sector cultural estábamos enfrentándonos a nuevos recortes en ámbitos tan relevantes como la industria audiovisual y organizaciones culturales, ambos que justamente tienen en su centro conectar al ser humano con la reflexión, la sensibilidad, el patrimonio, su identidad, así de fuerte nos ha calado este modelo, que valora en demasía la productividad cuantitativa y muy poco la cualitativa. Por eso, como muchas y muchos contemplábamos que la cosa avanzaba mal, en nuestro caso, viendo cómo la participación cultural no era entendida y mucho menos prioritaria, se cerraban una y otra vez los canales de expresión para la sociedad, nuestro alcance era cada vez más reducido, la identificación y el sentido de pertenencia eran remplazados por una profunda soledad y abandono por parte del Estado. En el caso de nuestro trabajo la precarización se suma a la poca valoración al oficio artístico, aún muchas personas consideran que lo nuestro no es un trabajo o creen que todos son favorecidos con los escasos altos sueldos en televisión, lo que está totalmente fuera de la realidad, somos un tipo de trabajador con ingresos intermitentes, sin ninguna estabilidad laboral, la que nos margina de los registros bancarios, cotizaciones, beneficios de vivienda, etc… uno más de la gran lista de abusados por este sistema económico que desde el estado han defendido con uñas y dientes.
Como actrices, además de la participación comprometida con este deseo de cambio social, debemos obstinadamente intentar transmitir a las personas e insistir al gobierno, el tremendo valor invisible que tiene el arte y la cultura, porque no lo hemos conseguido, se nos otorga un presupuesto escaso para cumplir con la tarea enorme de construir comunidad. Me parece que con lo ocurrido en estos días se ha entendido que las cifras no cuadran con el sentir de las personas ni su calidad de vida, la cultura en su rebeldía está presente, aunque no la nombren, en la manifestación colectiva de un pueblo, podríamos decir que todo, absolutamente todo lo que ha ocurrido en las calles son manifestaciones culturales de la ciudadanía, su indignación y su esperanza, sus cantos, sus voces, sus bailes, sus conversaciones, sus escritos, sus dibujos, sus trajes, son expresión cultural. Por eso la participación cultural es esencial en una democracia, porque si cortan los canales de expresión, no hay cohesión, no hay encuentro, mucho menos dialogo genuino. Los cientos de voces que corean El derecho de vivir en paz y El baile de los que sobran, nos han demostrado cómo el arte pone en común un pensamiento y sentir social, son tan solo un ejemplo de cómo el arte genera comunidad.
Lo cierto es que hoy estamos unidas a toda la sociedad en esta tarea compleja, desde el feminismo y la cultura nos corresponde aportar a realizar reflexiones en profundidad, velar por una representación que integre a la mujeres para profundizar la democracia que hoy está en crisis, aportar a eliminar prejuicios y sesgos, mantener la movilización sin quebrarnos, sin reventarnos, entendiendo y aportando en el lugar desde el que cada una puede/debe sostener, porque esto será de largo aliento y la vida de cada persona está en juego, las señales que se han entregado desde el mundo político aún son débiles y los canales de comunicación entre la sociedad y autoridades aún no están habilitados.
*La Red de Actrices es una organización feminista, autónoma, que agrupa a mujeres actrices y que promueve la justicia e igualdad para las mujeres en su espacio de trabajo y en la sociedad.
Felicitaciones por este gran artículo. Es cierto. El arte no solo genera comunidad; genera, además, historia. Sobre todo en Latinoamérica en que la historia se escribe en las novelas antes de que suceda en la vida.