Francisca Cottet: Anita, conmemoraremos tu partida con justicia para el pueblo
Un año de la muerte de Ana González, de la Ana del cigarro y surcos en el rostro, arrugas que se pintaron en los muros a pocos días de su partida.
La pelota me había quedado rebotando el día que murió la Anita. Cuando el 26 de octubre del año pasado la prensa titulaba su muerte como la partida de una activista de los Derechos Humanos. De una activista… Y me quede varios días pensando y pensando se me paso un año.
En mi cabeza daba vueltas el concepto… Nunca, hasta hoy, lo entendí bien, sobre todo cuando a quien denominaron “activista” fuera en verdad una víctima de la dictadura y sus aberraciones, de la ceguera de la violencia, de la ausencia absoluta de humanidad ¿Por qué no decirlo así? ¿Por qué decirle activista? ¿Acaso no era más honesto contar la historia por el hilo de la verdad? Y a pesar que quisieron borrar con olvido el dolor, porque quisieron imponer la política del negacionismo, porque no hubo reparación, a pesar que quisieron quitarnos la historia, que nos quisieron ver ignorantes, pobres, individualistas, que quisieron llenar los libros escolares con relatos manoseados, nos fuimos buscando el espacio y esos jóvenes a los que llamaron delincuentes, le enseñaron a Chile a construir una historia distinta. Los mismos jóvenes que tanta crítica recibieron porque pensaron que estaban dormidos, ocultos tras un computador y un celular, ellos levantaron la voz por todos, incluso por lo que no representaban, incluso por los que los criticaron. Y con una entereza admirable y comprometidos con una sociedad que estaba decaída en una sombra de dolor, de deudas y sacrificio injustificado, despertaron a Chile.
Construir bajos los cimientos frágiles del olvido no era la solución y la respuesta fue la evidencia.
Y tristemente conmemoramos su partida con un toque de queda, con barricadas, con personas heridas ¡más muertos! pero también con el renacer de un pueblo con fatiga de dignidad.
Salimos a la calle sin saber que nacerían nuevos “activistas” y que la historia escribiría nuevamente los nombres de nuevos mártires. Que hay casas donde otras Anitas hoy día lloran la partida de sus hijos. No tenía que ser así. Debimos haber aprendido antes, el 26 de octubre debimos estar dejando flores para la Ana González, pidiéndole perdón por una historia mal contada. Nunca debimos haber hablado de activista si en verdad era una víctima de los dolores más grades que puede soportar un corazón.
Pero nos reunimos igual, casi sin saber que ese mismo día, hace un año atrás, Anita preparaba su partida. Nos reunimos todos los colores, todas las edades, todas las regiones. Y como si la ciudad tuviera memoria, los pasos del pueblo se plasmaron otra vez en el cemento, en los adoquines de las calles viejas, y cantamos por ti, más unidos que nunca, sin permiso, sin miedo a las contradicciones, sin temor a mirarnos a la cara y encontrarnos hasta con esos que pensábamos que estaban en otras veredas, exigiendo que los derechos de las personas estén garantizados, que al fin esa Constitución que tanto daño te hizo Ana, esa que permitió la muerte, se borre para siempre.
Chile despertó! Para que cuando volvamos a dormir no sea de letargo, sino de paz. Para que los activistas sean en verdad activistas y no victimas de represiones, muerte y tortura, para que la memoria se estampe como tu rostro en los muros. No queremos más activistas que en verdad fueron víctimas del dolor, de la ausencia de derechos, de la desigualdad, de la falta de empatía, pero tampoco queremos más dolor solapado en un sistema neoliberal que agobia, que fractura una sociedad y que supera de cansancio a los trabajadores y estudiantes, no podemos, pero sobre todo, no queremos.
Anita, el pueblo sabe que en verdad tu dolor se transformo en fortaleza, pero también sabe que no era lo que se buscaba, que nadie quisiera ser activista si para eso ha de morir tu familia alcanzada por las balas.
A esas madres, a los padres, esposas e hijos, a sus amigos, a los que perdieron a sus seres amados, dales Anita por favor, la fortaleza que te levanto por años. Y si puedes, si todavía tienes ganas, dales claridad a ellos, a los que insisten en un sistema que nos destroza, a los que portan armas, enséñales a respetar la vida.