«Somos trabajadores y trabajadoras de la cultura que en las últimas décadas hemos sido parte de las luchas de nuestros pueblos por construir una sociedad más justa y libre».
Así comienza la declaración de un grupo de personas que integran, entre otros, Raul Zurita, Diamela Eltit, Jorge Coulon, Marcela Serrano, Jorge Montealegre, Isabel Parra, Jorge Baradit, Pía Barros, Roberto Márquez, Nivia Palma y Alejandro Goic.
La misma añade que «para quienes amamos el arte y las culturas la uniformidad es detestable. La diversidad humaniza y maravilla. Sin embargo, nos dicen que hay un pensamiento único, que da lo mismo la izquierda y la derecha, que todos y todas somos de clase media. Y en los matinales nos dicen que no tendremos otoños ni primaveras. Somos consumidores de las verdades mediáticas sin contrapeso. Todo se simplifica. Por nuestra parte, nos resistimos a esa uniformidad, a la comodidad de vivir sin pensar ni reflexionar: “cuando todos piensan igual, nadie piensa mucho”, dijo el inquieto Walter Lippmann. Y les invitamos a pensar, a imaginar, a soñar, a remecernos, para recuperarnos como sociedad de ese pragmatismo encéfalocraneano que nos aqueja».
Según ellos «el populismo, el lugar común más conveniente y publicitario, el ocultamiento de los símbolos partidarios, el apoliticismo engañoso (la trampa más política de todas), las mascaradas, ha ganado elecciones y elegido nefastos gobiernos autoritarios, injustos, explotadores, corruptos. Afortunadamente, en la medida que se desnuda la naturaleza de esos gobiernos, que pierden el apoyo obtenido, vuelve una suerte de esperanza por virar a la izquierda, ojalá con una valoración genuina de la democracia, el respeto a los derechos humanos, el pluralismo y el progreso social. Es posible que los desastrosos resultados de la onda de gobiernos de derecha que han accedido al gobierno de distintos países latinoamericanos inclinen la balanza electoral a un nuevo período de “gestión centro-izquierdista”; pero si esos valores no se encarnan en una práctica política decente y proba será imposible romper el desencanto».
«Los sectores más retardatarios recuperaron el poder que tuvieron con sus dictaduras derrotando a sectores progresistas y de izquierda que tienen valores contrapuestos a dichos autoritarismos; sectores progresistas que, históricamente, han permitido ampliación de las libertades democráticas y disminución de la pobreza. A pesar de ello, ¿por qué los sectores de avanzada han perdido credibilidad, ante una ciudadanía escéptica que al momento de votar le da lo mismo optar por la derecha o la izquierda? ¿Por qué los vulnerados y los vulnerables votan por la derecha? ¿Por qué fuimos derrotados? ¿Qué ha hecho tan mal la ‘izquierda’ como para ser equivalente, en competencias electorales, a los herederos de las peores dictaduras que ha conocido nuestro continente?», se pregutan.
Y se contestan: «Sin duda las respuestas a estas preguntas son variadas, pero asoma tras ellas la sombra de un espectro: Corrupción. Desde la gestión privada de patrimonios electorales populares, pasando por la falta casi absoluta de participación popular en la elaboración de programas políticos, que se proclaman ciudadanos y populares, hasta la vulgar corrupción miserable de la apropiación de fondos públicos para beneficio personal. La izquierda se contaminó con la corrupción. ¿Por qué? Porque hemos pensado poco, porque cuando se tuvo algo de poder hubo acomodo en la clase dirigente; porque las buenas maneras democráticas nos llevaron a convivir con criminales y a blanquearlos, confundiendo alianzas con complicidades. Porque se confundió la autocrítica con el arrepentimiento. Porque se permitió que coexistieran la corruptela, el nepotismo y el clientelismo, deteriorando la política y las confianzas. Porque la corrupción reemplazó la visión de Estado por la vista gorda. Porque algunos confundieron el servicio público con el negocio privado, descuidando la dimensión ética y estética de la política».
Según los firmantes «porque no da lo mismo, porque no son la misma cosa los abusadores que los abusados, no queremos la corrupción ni la desidia ni la indiferencia para nuestro pueblo. Y somos parte de esa ciudadanía. Es lindo el tango, pero ‘Cambalache’ debe pasar de moda. Busquemos -sin amnesia, pero con imaginación visionaria- alternativas que reemplacen esta realidad borrosa y barrosa. Sin corrupción y que florezcan todas las flores. Para ello, se puede contar con quienes aman el arte y las culturas».
«Por todo lo anterior -dicen- creemos que un primer paso elemental para recuperar una política deteriorada por su alejamiento de la razón misma de su existir, para que vuelva a ser expresión genuina de la voluntad, los sueños, aspiraciones y reivindicaciones de las clases populares y los trabajadores. Convocamos a las y los dirigentes políticos y a los partidos de izquierda y progresistas, así como a las instancias de selección como las primarias, a:
1.- Comprometerse pública y activamente contra la Corrupción, Sí a la Honestidad y a la Política entendida como actividad de SERVICIO y de compromiso democrático.
2.- Excluir de cualquier candidatura a cargo de elección popular a personas investigadas judicialmente, formalizadas o condenadas por actos de corrupción o narcotráfico;
3.- Abstenerse de todo financiamiento empresarial de las campañas;
4.- Excluir de sus padrones partidarios a cualquier persona investigada judicialmente, formalizada o condenada por corrupción, o delitos asociados a narcotráfico y a todo tipo de abuso.
5.- Promover y apoyar la rebaja de dietas de parlamentarios y remuneraciones de ministros de estado, actualmente una de las más altas del mundo, para relevar el rol de servicio público y contribuir a una mayor equidad en nuestro país».