Solange de Vidts: Protesta Roja (contra el Abuso Sexual Infantil)

En nuestro país, los pederastas que cometieron abusos y/o violaron a niños o niñas antes de la entrada en vigencia de la ley nueva, pueden resultar impunes por la prescripción.

Por Solange de Vidts

Hace poco entró en vigencia en Chile la ley llamada “Derecho al Tiempo”, que declara imprescriptibles los delitos de abuso sexual infantil (ASI).

Se entendió ¡por fin! que el tiempo debe favorecer a las víctimas y no a los agresores. Las indicaciones con respecto a que fuera retroactiva y se diera derecho a denunciar a sobrevivientes de delitos anteriores fueron rechazadas, por lo que las víctimas “antiguas”, quedamos sin derecho a justicia y reparación.

Se entendió que el trauma que se causa a la víctima -la mayoría de los abusos son cometidos por personas cercanas y al interior de la familia- dificulta que el niño pueda comprender siquiera que se trata de una situación abusiva toda vez que el pederasta lo seduce e instala el “secreto”. Se necesitan años -décadas incluso- para que la víctima que sobrevive pueda develar la experiencia. Digo que sobrevive, porque muchas se suicidan. En definitiva, el ASI es una de las formas más graves de maltrato infantil, siendo sólo superada por el infanticidio.

Sin embargo, lo que no se entendió o no se quiso entender, es que el abuso sexual infantil nunca debió prescribir. Nunca debió tener el mismo trato jurídico que el robo de una gallina.

Tanto en Chile como en muchos otros países, se aplica la prescripción a los delitos, por razón de “certeza jurídica”, que es uno de los pilares fundamentales de la paz social. Se pensaba que cuando una persona había cometido un delito y huía de la justicia durante años, el sufrimiento de esa persona era castigo suficiente. Además, si una víctima denunciaba años después de haber sufrido una agresión, no era creíble. Esa forma de pensar incrementa el temor de las víctimas a no ser creídas, y provoca mayor posibilidad a que no denuncien.

Este modo de construir la paz social es perverso. De hecho, no es paz social, es sólo apariencia de paz. Las víctimas de ASI (se calcula 55 al día en Chile), sufrimos un trauma de tal magnitud, que el daño perdura toda la vida. Lo sé, porque un tío mío -en el que toda mi familia confiaba- abusó de mí durante años, desde la noche que murió mi padre el 9 de agosto de 1973. Yo tenía 12 años en ese momento. También me violó. En esa época, la prescripción se contaba desde que ocurría el hecho o el último de los hechos en caso de reiteración. En algunos países, aún se cuenta de este modo. Si un niño o niña es violado por su padre a los 4 años, el delito prescribe antes que la víctima cumpla la mayoría de edad, siendo aún representado por su agresor. Es brutal.

La prescripción aplicada al abuso sexual infantil provoca como resultado, que el agresor tiene garantía, tiene certeza jurídica de impunidad por el sólo hecho del paso del tiempo. Mientras más daño haya causado al niño o niña, mayores posibilidades tiene de salir impune y vivir el resto de su vida tranquilo.

En nuestro país, los pederastas que cometieron abusos y/o violaron a niños o niñas antes de la entrada en vigencia de la ley nueva, pueden resultar impunes por la prescripción.

Es contrario a derechos humanos básicos, que miles de sobrevivientes no tengamos derecho a justicia ni reparación. La víctima habla cuando puede, no cuando quiere. En mi caso pude hacerlo públicamente hace un año, a los 57. Le escribí una carta a mi agresor, y me contestó amenazándome con una querella que, por cierto, no me ha llegado.

El me decía que yo era irresistible, lo que a mis 12 años interpreté como que era mi culpa el abuso. No crecí más, pesaba 35 kilos hasta pasados los 20 años de edad, siempre vestí ropa ancha, no usé escotes ni faldas cortas, y nunca usé el color rojo. Hoy me doy cuenta de que ésta fue una forma de no querer llamar la atención. Quería ser invisible para no ser irresistible.

Hoy quiero llamar la atención. No hacia mi persona, sino hacia la perversión de este sistema que repugna. En honor al silencio de miles de víctimas, la protesta es silenciosa, es roja, es sencilla, y simboliza el deseo de que en ningún país del mundo se tolere que un agresor pueda quedar impune por el paso del tiempo, que ningún niño o niña víctima de una tortura de dimensiones inenarrables, quede sin derecho a reparación.

Invito a unirse a la #ProtestaRoja, usando #PulserasRojas. Cualquier pulsera roja, un hilo, una lana, lo que sea. Aquí nadie tiene un negocio ni ganancia alguna, sin embargo para los sobrevivientes es reparatorio ver que la sociedad silenciosamente manifiesta oposición a la impunidad de pederastas. Todo suma, toda difusión ayuda. Póngase una pulsera roja, suba una foto a cualquier red social con #ProtestaRoja, y quizás en un futuro los invisibles seamos visibles. Quizás la prescripción del abuso sexual infantil se elimine en el mundo entero. Quizás los niños del pasado, presente y futuro puedan tener, al menos, justicia y reparación.

*Abogada. Mamá. Abuela. Sobreviviente.

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El Periodista