Estado de Emergencia
Por Solange de Vidts*
Estado de emergencia. 308 personas detenidas, 156 Carabineros lesionados, 49 vehículos policiales dañados, 41 estaciones de metro vandalizadas, 11 “denuncias” por civiles lesionados. Eso es lo que según informa la prensa, es el resumen del resumen del 19 de octubre de 2019. Sin embargo, lo ocurrido no se trata de un día. Se trata de años. Décadas. Años de descontento, años de frustración, de injusticia e inequidad, de una profunda crisis social no resuelta, que día a día se agrava.
El alza del metro no es la causa de la violencia de ayer ni la de hoy. Es la gota que rebalsó el vaso. Un vaso grande, en que se suman la corrupción de algunos miembros del Congreso y Poder Judicial, robo a manos llenas por parte de ciertos militares y carabineros, miles de millones de pesos en los bolsillos de unos pocos, mientras que los jubilados reciben pensiones míseras muy por debajo del sueldo mínimo, que no les alcanza siquiera para a fin de mes, poder pagar la movilización para ir a cobrar la mísera pensión siguiente. Tampoco pueden administrar su propio dinero, ahorrado durante décadas y su pensión se calcula en base a la idea ridícula que todos viviremos 110 años. Los dueños de las AFP viven tranquilamente en su propia burbuja con dinero suficiente para sostener a varias generaciones futuras, con inversiones que no se quedan en Chile.
Tenemos un Presidente que no paga las contribuciones que debió pagar durante 30 años, sin sanción. Su hermano nos prometió que con el sistema de las AFP en el 2020 todos íbamos a jubilar con el 100% del sueldo. Mentira. Engaño. Frustración. Injusticia. Los únicos que jubilan con sueldos más que “reguleques” son los que pertenecen al sistema paralelo de militares, carabineros, gendarmería y quienes logran ahorrar en forma voluntaria (APV). Sobre todo, los apitutados que logran traslados los últimos meses antes de jubilar, y les pagan de por vida pensión con asignación de zona incluida. Después más encima los re-contratan y reciben pensión más sueldo.
Un millonario que colecciona patrimonio cultural y termina formalizado por “receptación”, otros que evaden impuestos por cantidades siderales de dinero y terminan condenados a asistir a clases de ética y pagando una multa ridícula. Crédito universitario con deuda vitalicia, educación gratuita de mala calidad, colegios con ratones, una crisis en materia de salud que mantiene hospitales sin insumos suficientes, una salud mental con crisis propia, Isapres cuyos dueños también se llenan los bolsillos a costa de la gente, aumentando los precios de manera insostenible y arbitraria, rechazando licencias médicas de todo tipo y sobre todo, las de depresión. Si, mucha gente está deprimida, y con razón. Medicamentos a precios insostenibles, con el antecedente de colusión de farmacias (entre otras) en que también, las sanciones fueron absurdas a los ojos de cualquier mortal. Simplemente, se rebalsó el vaso. Vivimos en un país injusto en que el remate son las bromas de Ministros con sus flores que bajan de precio, buena noticia para los enamorados, y que nos mandan a levantarnos más temprano para poder pagar tarifas más bajas de locomoción, y claro, rechazando las 40 horas de trabajo.
La pregunta que queda es: ¿Por qué tanta violencia, si podemos hacer protestas pacíficas? Vivimos en una sociedad civilizada, ¿O no?
Se lo pregunté a un joven de 16 años que estuvo toda la semana participando de la protesta #EvasionMasiva. Le pregunté, en primer lugar, por qué decidió participar de este movimiento de evadir el pago del metro, si tiene pase escolar. Me dijo: “Porque al resto de la gente le afecta, es terrible que alguien que gana el sueldo mínimo tenga que destinar casi el 20% de sus ingresos para poder ir a trabajar y volver a su casa” De los jubilados ni hablar. Se entiende. Pero ¿Por qué la violencia? “Porque hemos protestado hartas veces pacíficamente y no nos pescan. El gobierno no escucha, no les importa”.
Es verdad. Se han hecho protestas pacíficas que han sido desoídas.
Entonces me acordé de la Revolución Francesa. En el fondo, el escenario en Francia en 1789, no era muy distinto de nuestro escenario actual. Inequidad, pobreza, aristocracia en una burbuja, crisis social. Falta de soluciones adecuadas en el momento que corresponde. Furia del pueblo. La tormenta perfecta.
Obviamente, también recordé la Dictadura, las protestas de los ´80, el toque de queda, y claro, también se parece el escenario de hoy a aquella negra parte de nuestra historia.
Nada justifica la violencia. Nada.
Lamentablemente, esta violencia parece ir creciendo, no está contenida ni por los militares ni por toque de queda y mucho menos, por la promesa de nuestro Presidente de congelar el precio del metro y revisar el tema, comenzar a trabajar en una mesa, reunirse con Presidentes de los otros poderes del Estado. Esas son migajas, es una respuesta absolutamente insuficiente, porque el problema de fondo no es el precio del metro ni cómo se calcula. Entre paréntesis -esto para aquellos lectores que esperan un análisis mucho más profundo por parte de esta ciudadana común y corriente- el precio del metro se calcula mediante una fórmula matemática llamada indexador tarifario, que en palabras simples significa que las tarifas del Metro están asociadas a los costos que implica operar el servicio (petróleo diesel, costo de mano de obra, lubricantes, neumáticos, etc.) conforme lo dispuesto por el decreto 140 del Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones del año 2010 y ley 20.378. Un detalle: aunque el costo de los insumos baje, el precio del metro no puede bajar, por ley. Uno podría pensar que es lógico que el valor de la tarifa esté asociado al costo del servicio, el problema es que es injusto.
El cálculo de la tarifa lo hace un panel de expertos que recibe 30 UTM mensuales de dieta y tienen que ir a una reunión mínimo una vez al mes. En pesos, $ 1.476.870. A ellos sí les alcanza el sueldo para viajar en el metro.
Nuevamente se me terminaron los caracteres.
*mamá, abuela, sobreviviente, rebelde con causa, escribidora, abogada. #ProtestaRoja #PulserasRojas todos los días.
Esta crisis nos tiene a todos en jaque, asustados, cada día perdemos algo y por lo que se ve, no ganamos nada