Por Miguel M. Reyes Almarza*
Con excepción de El Padrino II y, quizás, la película que hace de puente entre la primera parte de la serie Twin Peaks y las segunda -25 años después- aquel esfuerzo creativo que debe salir al paso de una obra aclamada por la crítica suele navegar en los mares de la imprecisión y pronto en el hastío.
Es lo que pasó con ‘El Camino’, ese río de expectativas que cargaba el caudal impresionante de la última temporada de Breaking Bad emitiendo un poderoso estruendo en su producción y que más temprano que tarde resultó ser un eco vacío y decepcionante.
Del mismo creador y director de la fabulosa saga, Vince Gillian, y con la participación en el protagónico de Aaron Paul -Jesse Pinkman- y la aparición de Bryan Cranston – Walter White- no era difícil emocionarse al solo pensar en la idea de algo más allá de ‘Felina’, episodio 16 de la quinta y última temporada del histórico thriller sicológico donde Jesse -¡spoiler alert!- luego de abandonar por fin el cautiverio al cual estuvo sometido, deja a su profesor de química y compañero de camino abandonado a su propia suerte, alejándose al fin de los problemas y cambiando el llanto por el rugido del motor del clásico Chevrolet ‘El Camino’.
¿Qué fallo? Pues casi todo. Primero, era muy evidente el destino del joven ‘cocinero’ de metanfetamina. En la última temporada ya habíamos asistido a un intento en vano de abandonar todo -vida e identidad incluidas- evadiendo la posibilidad cierta de alejarse del entorno criminal. Segundo, por muy estimulante que resulta volver a ver a nuestros ‘héroes’ en acción, esto no asegura en lo absoluto la producción de un largometraje para simplemente cubrir la expectativa del reencuentro. Gillian, quien nos acostumbró a sorpresas mayúsculas dentro de los guiones previos, incluyendo el ‘Grand finale’ con música de Badfinger incluida, esta vez se muestra autocomplaciente con las infinitas orientaciones que tenía a su disposición.
Esta vez ‘El Camino: a breaking bad movie’ -original de Netflix- transita por los derroteros de la obviedad y la candidez, dos horas de absolutamente nada importante donde ni siquiera las canciones de Lynyrd Skynyrd o Lulu, logran proporcionar algo de la constante expectación presente en las temporadas pasadas. Más aún, el final abierto que proporcionaba la serie sin duda dejaba las cosas con la tensión dramática necesaria para coronar una historia del todo dinámica y original. La película en tanto, se convierte en una especie de epílogo bienintencionado, donde -al mejor estilo gringo- la trama se ordena casi como las moralejas de Samaniego y que nos recuerdan a cada instante que el crimen no paga y cargaremos con el peso de nuestras malas acciones por el resto de la vida.
A veces es más simple y eficiente dejar las cosas como están. De este ‘camino’ bien pueden pasar.
★☆☆☆☆ (1,5 sobre 5)
*Periodista.