Carlos Peña, ¿un «intelectual» (demasiado) orgánico?
Sobre una entrevista muy esclarecedora de Carlos Peña (tele13, 21/10/2019).
Lo siento, pero cuando alguien pasa por ser un «intelectual», se le puede exigir un poco más, ética y políticamente. Por eso, tengo la tristeza de anunciar que tengo que refutar los propósitos de esta persona que respeto y que sé respetada.
De entrada, el entrevistado tiene razón, por supuesto, en condenar la alusión a la guerra del presidente. Pero inmediatamente califica al movimiento social actual de “estallido de índole generacional” y “pulsional”. Según Peña, los jóvenes decretan que “lo que sienten (algo como injusto) es la verdad, sin ninguna deliberación”; por ello hay que abandonar la “beatería juvenil” de “los viejos” (Sic) que idealizan a los jóvenes. El periodista le pregunta si no habrá algo objetivamente injusto, como el sistema de pensiones, y él responde que se trata de “una conmoción emocional”, “un espasmo violento”, porque “no ha visto una agenda con reivindicaciones, ni un listado de ideas, ni una orientación normativa”. Acto seguido niega claramente que sea un movimiento ciudadano y habla de “una rebelión contra las instituciones estatales”; “llamar a eso desobediencia civil, dice, es una tontería, es darle una dignidad que no tiene”.
A estas alturas, el desprecio que el académico manifiesta hacia los movimientos sociales es, francamente, inesperado y perturbador.
La segunda idea tiene el mérito de ser clara: “El deber fundamental del Estado es producir orden”. No habla de concordia social, de justicia, de participación, de derechos; no, sólo de orden. “La pulsión básica de la vida social”, continúa el columnista, “es el miedo al otro, el miedo a la agresión del otro”. Esta última afirmación es una cita casi textual de Hobbes, teórico del liberalismo del siglo XVII, que justificaba el absolutismo con su propia teoría del contrato social como fundado en el miedo a “la guerra de todos contra todos”. Todo esto se parece mucho a la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, que la dictadura de Pinochet utilizó hasta la saciedad, extraída de una interpretación de Diego Portales; curioso: el entrevistado es rector de la Universidad que lleva su nombre.
Luego habla el profesor de la “fuerza ilegítima, la que ejercen los ciudadanos, y una fuerza legítima, que es la que monopoliza el Estado”. Ahora es Max Weber (de 1919) el llamado al rescate, con su concepto del monopolio de la violencia legítima (Monopol legitimer physischer Gewaltsamkeit). Cuando repite la frase, las palabras han cambiado ligera pero expresivamente: “la fuerza legítima que ejerce el Estado y la violencia, siempre ilegítima que ejercen los particulares”, distinción que el intelectual califica de “base de la vida política”. Acto seguido, califica, lo cual es coherente con lo anterior, de “correctas” las medidas del gobierno; es de suponer que se refiere al llamado a los militares (estado de emergencia) y al toque de queda. No distingue, el abogado, entre calificar de ilegítima a la violencia de grupos que no sean el Estado (como mafias, facciones, paramilitares), que era el propósito de Weber, y calificar de legítima a toda violencia del Estado. Terrible olvido en un país que estuvo sometido durante 17 años, justamente a la violencia de Estado.
Lo más alucinante está aún por venir, cuando se trata de explicar el porqué de la reacción, una vez más, “emocional”: la razón ha sido, según el columnista, “la individualización”, “sociedades líquidas” –esta vez se trata de Zigmunt Bauman, (¿cuándo se decidirá el “intelectual” a citar sus fuentes?)–, estas “incrementan rápidamente el bienestar incorporando a él a nuevos sectores sociales, debilitan los grupos primarios y el individuo se queda desorientado”. A estas alturas, el auditor cree estar soñando o haber escuchado mal: ¿sería el aumento de la riqueza lo que produce el descontento? ¿La gente se ha acomodado y luego quiere más? ¿Niños mimados? Extraño diagnóstico; claro, si para él, “El problema intelectual de Chile es un problema intelectual (Sic): incapacidad de pensar, incapacidad de hablar”. Problemas socio-económicos no hay. Luego –contradicción evidente, aunque en eso tiene razón– alude a la promesa no cumplida de Piñera de aumento persistente del nivel de vida, lo que le ha quitado el apoyo. Habría que preguntar en qué quedamos…
¿La solución a todo esto? El intelectual tiene la clave: Primero que nada restaurar el orden, con la amenaza de la coacción. Ello sin la sombra de una duda. Luego, no apresurarse con medidas; las cosas se discuten en el parlamento, como corresponde a una democracia representativa. Conclusión: todo debe seguir igual, aquí no ha pasado nada.
Yo sé que este brillante columnista, que puede ser también un excelente rector de universidad, es considerado como un intelectual de referencia por mucha gente, incluso de la izquierda. Pero las crisis tienen el mérito de clarificar cosas y en este caso su posición. Parece, en todo caso, que no ha escuchado hablar del neoliberalismo, del recorte sistemático de todas las ventajas sociales, de la precariedad, del increíble montaje de las AFP, de los privilegios del 1% que acapara el 30% del PIB, de las Fuerzas Armadas que reciben el 10% de los beneficios del cobre, de la educación de calidad sólo para los pudientes, de las jubilaciones miserables; y ha olvidado que la Constitución vigente es la de la dictadura. ¿No hay zonas de sacrificio ni daño ecológico? ¿No hay líderes indígenas asesinados o arrestados? ¿Nada sobre la privatización de los recursos naturales?
No, el problema es el “progreso demasiado rápido”. ¿El “oasis” del cual hablaba Piñera (antes de que pasara bruscamente a “una guerra contra un enemigo poderoso”)? ¿No hay marginalidad? ¿No hay pobreza? ¿No hay conflicto con el pueblo mapuche? ¿Todo va bien en la educación? ¿Es, el orden social, tan equitativo, que merece ser defendido a toda costa? ¿Incluso con militares? Su aprobación sin condiciones de las medidas del gobierno: estado de emergencia y toque de queda, para reprimir un enorme conflicto social, calificado de estallido puramente emocional y generacional, parece particularmente desfasado con el momento histórico y la realidad. Es de preguntarse en qué país vive… Incluso si se le concediera que todo esto es subjetivo, emocional o pulsional, ¿no tendrá nada que ver esa emocionalidad con injusticias pasadas, con una historia de violencia institucional (¿no existe eso?), con una memoria herida y con un pueblo humillado? El rector, que es autor de un libro sobre la memoria, ¿tan corta tendrá la suya?
Ser un intelectual, ¿consiste simplemente en coleccionar (sin citar) pensamientos y acomodarlos a una doctrina del orden y la seguridad? ¿Dónde habrá quedado el pensamiento crítico? ¿No hay ningún otro problema? ¿La injusticia es una apreciación subjetiva, pura emoción y pulsión? Si lo más importante de toda la vida social es el orden institucional del Estado, ¿no hay razón en preguntarse si ese orden podría ser injusto? ¿Habría defendido el abogado a la corona inglesa en tiempos de la Independencia de los EEUU, a la monarquía en tiempos de la Revolución Francesa, al reino de España en tiempos de la independencia de nuestros países? ¿Y la dictadura de Pinochet? Después de todo, se trataba del orden establecido, de la institucionalidad del Estado. En general, esa pasión por el orden, ¿no tiene un nombre en la historia de las doctrinas políticas?
En todo caso, esta toma de posición tan rotunda nos recuerda la categoría de “intelectual orgánico”, que se caracteriza por su ausencia de autonomía: todas las sociedades, según Antonio Gramsci, a quien el analista no cita pero sí ilustra perfectamente, establecen un sistema de dominación, y necesitan crear capas de intelectuales encargados de aprovisionar al sistema en ideología hegemónica, ya sea el eclesiástico o el liberal. El intelectual orgánico es aquel que es coherente y solidario con este orden, o por el contrario con el partido comunista que lo combate. Parece bastante claro, en todo caso, en qué tipo de “intelectual orgánico” se inscribe, de manera perfectamente coherente este profesor.
Es de esperar que, en adelante, sus lectores y admiradores sepan a qué atenerse.
*Doctor en Filosofía
Felicito al autor de este artículo. También sentía admiración por su opinión semanal en el mercurio.Es más, compraba ese diario solo para leer su columna. La decadencia de su credibilidad empezó cuando tomó parte de la discusion acerca de la educación con muy poca objetividad, hace un par de años.
Con esta entrevista a Matias del Rio, me terminó por decepcionar totalmente.
Le diria a Carlos Peña que se guarde a silencio, no entiende nada.
Nunca entendí la admiración por esta persona. Me parece que no fue merecida.
Los intelectuales chilensis viven en un mundo alternativo
El redactor de este artículo es grotescamente subjetivo en el análisis.
Tu tendencia claramente de Izquierda no te permite ser objetivo como Carlos Peña. Yo soy de Derecha y creo que Carlos es un gran aporte que nos hace ver nuestras fallas, con la parte que le toca a mi sector. Haz un ejercicio de mirar las fallas de tu propio sector, así se construyen los países desarrollados.
Mi comentario va hacia el redactor de este articulo (Escrito por Daniel Ramirez) alusivo al de Carlos Peña con quien estoy manifiestamente de acuerdo en su análisis certero y objetivo. Slds.
Juicios calificativos ,, fundamenta zoquete
Doctor, mal podría Carlos Peña cumplir su demanda de citar todos los autores durante su entrevista televisada. Usted, que tiene tiempo e internet de sobra, tuvo ocasión de buscar y darnos luego esas tan necesitadas referencias.
Le recuerdo además que A no implica B, y le doy las gracias por seleccionar sus argumentos de manera tan claramente gramsciana.
Saludos a todos sus lectores.
Yo no se la verdad porque respetan tanto a ese weon picao a filosofo. No es mas que un bufón en la corte de los canallas.
Con todo respeto al Señor Peña, creo que esta columna clarifica perfectamente cierta arrogancia intelectual que el Señor Rector se atribuye y que una gran mayoría de personajes del medio comunicacional le conceden casi con excesiva exaltación.
También, le he escuchado en varias ocasiones hasta el punto que a veces me llega a incomodar con tanta retórica y palabras rebuscadas que se enmarcan dentro de la filosofía que lamentablemente no tiene presencia y cabida en la vida cotidiana de las personas.
También agregaría, que el Señor Peña se encontraría en el límite de lo que se podría señalar como uno de los buenos «intelectuales memoriones», porque al final, se se basa en ciertos actores, memoriza su discurso y repite o parafrasea sus ideas.
Gracias por esta columna. Saludos.
Peña por fin dio en el clavo, felicito su agudeza no populista. Mientras tanto el autor del artículo se muestra con punsiones infantiles caprichosas de trinchera y actua como juez moralista, hace demasiados juicios de valor.
El análisis cicatero del sr. Peña,de nuestra coyuntura social, es como sacado del DESPOTISMO ILUSTRADO.
Lo más anacrónico y aterrador de este seudointelectual ; resulta ser que es Rector de una universidad y para remate CONSEJERO del presidente Piñera.
Concluyo con una frase del absolutismo:
«Tour pour le peuple,rien par le peuple» (todo para el pueblo ,pero sin el pueblo).
Gracias por el análisis. No podría estar más de acuerdo! Basta de escuchar a este señor como si fuera un oráculo! Es peligroso. Y agrego, no es un excelente rector.
Que enrredado su análisis , le encuentro razón a Peña.
Interesante diálogo. Peña, aunque impopular, es crítico en medio de una idealización de la juventud de que por ser juventud posee conciencia social y política en tiempos donde este es un recurso escaso y mal utilizado
El pensamiento crítico no es un arma para destruir opiniones o discursos de quienes no piensan como uno, sino para decontruirlos y superar un pensamiento estancado
Este columnista , obviamente de izquierda, no empatiza con las víctimas de la violencia de los vándalos que saquearon e incendiaron pequeños locales en el Centro de Santiago con total impunidad . El orden había que establecerlo antes que la anarquía ( o más bien planes programados de generación de caos ) generara un daño mayor y no hay que tener un doctorado en filosofía para entenderlo
En lo esencial, diría que discrepo con ambos análisis (el de Peña y el del columnista). Pero empezaré con lo que sí estoy de acuerdo:
a) Con Peña: el «movimiento» social, ciertamente, es pulsional e inorgánico. Es, literamente (y sin metáforas) una cachetada del loser que se cansó de los abusos al matón del barrio. El matón está en el suelo, gravemente herido, contrariado, sangrando, aturdido, atónito, mientras los mirones de siempre vitorean enardecidamente al loser. La imagen es dantesca: una horda, una jauría, una caterva de descerebrados azuzando al loser para que le de muerte al matón, al margen de todo orden, Derecho, Estado y racionalidad.
b) Con el columnista: las injusticias de la sociedad chilena son (heridas) profundas, como un cáncer diseminado, una metástasis a distancia, en etapa II y, quizás, III.
El llamado «pacto social» ni siquiera es una metáfora, es una ingeniosa falacia (un sofisma) extraído de algún sueño revolucionario trasnochado y perdido en las páginas del siglo XIX, que pretende cambiarle el nombre al país, a la nación, al Estado de Chile por el de «utopía». Esta pretensión revela, antes bien, ingenuidad y un alto grado de inmadurez política. No es de extrañar que el movimiento haya sido gatillado (¿liderado?) por una caterva de jóvenes (pésimamente denominado por sociólogos mediocres como «millenials») que, en su inmensa mayoría, son irrespetuosos, incultos e ignorantes, y que han crecido en una sociedad de derechos, pero no de deberes. Curiosa invocación a la Declaración Universal de 1948, que se refiere a los DERECHOS Y DEBERES de los seres humanos. ¡Oh deberes humanos! Cuán ausentes están en la discusión. Pues bien, el principal deber de un sujeto racional es defender la democracia: en palabras de Churchill, el peor sistema de gobierno excluyendo a todos los demás.
Cualquier cambio social (ése es el término frente a la entelequia del «pacto social») en un sistema democrático no puede ser hecho al margen de la política, de las instituciones legítimas del Estado y de los partidos políticos (en el caso de las democracias representativas como la nuestra). Por supuesto que ha de incluirse a los cuerpos sociales y grupos intermedios: las universidades, los sindicatos, los trabajadores, los empresarios, las familias, etc.
Pero no es necesario destruir todo para erigir un nuevo mundo. Esta sería, en mi opinión, la peor solución de una sociedad como la chilena que tiene dos rasgos muy marcados: la esquizofrenia y la criminalidad. Chile es uno de los países con mayor tasa de enfermedades mentales del mundo y con mayor tasa de criminalidad real (básicamente un país de delincuentes), características grabadas a fuego que no podemos obviar en el rediseño de las bases de nuestra sociedad. Saludos.
muy acertado, pero habría que ademas exponer que esto no fue por simplemente que Chile creció y los jóvenes crecieron dentro de la estabilidad y seno protector familiar, porque obviamente la familia que se mantuvo ausente mientras crecían porque papa y mama debían llevar el pan y el abrigo día a día poco y nada les pudieron aportar el valor del respeto , sino comprándole favores como lo hicieron muchos gobiernos anteriores al de ahora, esos niños crecieron por ende pensando que por el dolor de la soledad solo debían patalear para recibir lo que ellos creían justo, la sociedad se enfermo, pero no por el capitalismo, sino porque descuidamos lo que justamente hace a las personas mejores y colectivas, que fue descuidar de nuestras familias por que creímos que solo lo material era lo que necesitaba.
INCREIBLE !! Pensamiento de un academico ciego y egoista, donde ve lo que quiere ver solamente !!!
Se. Peña, cuando aprenda a dirigir con ética y competencias su Institución Educacional, podrá ser considerado un referente de opinión. Ud. ha validado faltas éticas graves de muchos Docentes. Docentes que están a cargo de la educación y formación de futuros profesionales. Su discurso es facilista y de autoritarismo, cero autocrítica. Lo invito a reflexionar, y cuestionarse. No venda el discurso barato y facilista de responsabilizar de todos los errores que hemos cometido como sociedad a nuestr@s jóvenes, cuando ni siquiera le hemos entregado algún referente de personas y/o Institución que cumpla con el estándar mínimo de algo que no se conoce, el respeto y la etica.
AL FIN ALGUIEEEN, si diosito existe está en ti pá desclasificar al fín a éste «humano», grax x tanto👏
Utilizar una columna para desacreditar las palabras e ideas de alguien, requiere solo el destruir lo que alguien quiere construir, esté o no equivocado, sea o no errada la apreciación hecha.
Yo habría hecho una construcción nueva, aportaría al debate mi punto de vista, con la injundia apropiada y las citas correctas, ya que al parecer parezco tener una misma entraña; la doctoral.
Nos gastamos en aserruchar piso, esa es una pelea pequeña, de novicios y casi siempre encargada.
Utilice su intelecto en crear no en destruir, eso se llama ética intelectual.
Al articulista Daniel Ramirez su ego lo traicionó. Le encuentro razón en mucho, pero como dijo uno mas arriba: proponer mejor que aserruchar.
Y respecto de Carlos Peña, qué le vamos a hacer: en tierra de ciegos, el tuerto es rey. Y lo seguirá siendo mientras no aparezcan críticos intelectuales a la altura.
No se hace cargo de ningún argumento de Peñ, es una falacia ad hominem de principio a fin.
Vi esa entrevista de Carlos Peña, y cada entrevista que ha dado estos días, diría que cada uno entiende lo que quiere entender, no entiendo el afán de querer dejarlo mal diciendo que no cita sus fuentes. Me parece una crítica con sesgo, antipatía y ganas de dejar mal a una persona que si ha hecho un análisis frío, objetivo y centrista, sin embargo a mi consideración ha hablado con sentido común.
El comentario del académico es perfecto, eso es razonar y no dejarse llevar por slogans comunistas. .
Sus comentarios acerca de la juventud fueron una abierta provocación a los alumnos de la universidad que dirige. No me sorprendería ver una reacción de parte de esos alumnos, por mucho que se trate de una universidad privada.
Gracias Daniel Ramírez por la brillante respuesta que da frente a la opinión del liberal Carlos Pérez, quien aunque no lo explicitara abiertamente, en su afán «portaleano» compartió la presencia militar en nuestras calles. Agradezco además, su capacidad de desnudar el eterno plagio retórico usado por muchos de nuestra tan destacada intelectualidad.
Excelente análisis, vi la entrevista y también me dejó pasmado la liviandad del análisis de ese filósofo de pacotilla. Después de la apoteosica marcha de ayer, sus conceptos valen menos que un papel cagado.
Creo que este caballero con respeto..no tiene nsda de intelectual presume de un snobismo idiota.DIEGO PORTALES un viejo traumado marica y mercanchifle.con un cerebro estrecho autoritario enffermo q creecq imponer ideas por el derrame de sangre de civiles deberia haber sido internado en un siquiatrico.todo acomplejado hace sentir su frustracion en ideas..un problema sociologico no se resuelve con armas ni matanzas el orden hoy se interpone por el derecho a opinion libre
Jose joaqiin de mora intelectual español q Diego Portales deporto a argentina por q describio al chileno…dice por mente una masa tenebroza que no vislumbra la razon..es decepcionante q opine un seudo intelectual q la violencia de estado sea el camino para imponer el orden portales era un traumado.con problemas comerciales
De tal Asno , tal burro, con este asesor que tiene ya sabreis entonces de dónde saca Piñera todas esas salidas de madre, cambiándole fechas , apellidos , nombres etc, etc . Unos chantas , tal para cuál
Respeto a Carlos Peña, pero no estoy de acuerdo con su análisis esta vez. Omitió como bien nos menciona Daniel, como un mecanismo plausible explicativo del descontento la sensación generalizada en la población de que por años han existido abusos de una elite que se ha enriquecido en base al engaño y abuso (las colusiones varias, las AFP, los medicamentos, los sueldos de parlamentarios, las frases abusivas de los ministros, entre tantas otras cosas) y de un país que ha crecido principalmente para unos pocos. Sí, existe menos pobreza que hace 30 años, pero la desigualdad en Chile ha ido creciendo (tanto que el 1% más rico es igual de rico que el 1% más rico de Alemania, y el 3% más pobre de Chile igual de pobre que el 3% más pobre de Mongolia). La cantidad de gente involucrada en el movimiento ha sido enorme y espontáneamente se han sumado. Es indudable que existen infinidad de motivaciones para sumarse a las protestas (desde el deseo de vandalismo a la profunda reflexión racional sobre la situación de nuestro país) pero la gran mayoría se ha sumado frente a esta sensación de descontento que ronda a raíz de la seguidilla de hechos sumadas en los ultimos 30 años y con un afán eminentemente pacífico.
Finalmente el análisis desde Gramsci me parece incompleto, algunos marxistas tienen la mala costumbre intelectual de exacerbar, generalizar y rigidizar toda circunstancia social a motivaciones exclusivamente económicas, siendo todo aquello que es opuesto a su pensamiento ideologia alienante. Pero claro, no es el uso del metodo científico lo que privilegia un marxista sino el uso de la ideología sobre la evidencia. Todo debe ser moldeado al materialismo histórico. Todas otras motivaciones razones, son palabras vacías al servicio de los explotadores. No se acepta un disenso y crítica legítimas a su propia ideología marxista. La misma lógica que utilizan otras pseudociencias e ideologías como el psiconálisis, el negacionismo del holocausto, ufologia entre tantos otros (algunos de los cuales pretenden ser científicos) y que descartan todo pensamiento opuesto a ellos mismos apelando circularmente a su propio pensamiento: es el inconsciente que se resiste, son los judíos que engañan a todo el mundo, los aliens que desean mantenerse ocultos y la dominacion de la consciencia por la ideología burguesa alienante las respuestas y nunca críticas legítimas al método o a la ideología. Simplemente no falseables ni contradecibles, al mas puro estilo popperiano.
El error de Carlos Peña, de Descartes y de Kant
Anclado a los estrechos límites de la racionalidad ilustrada, la razón positivista, la cientificista, la objetiva, la lógica, la pulcra, la perfecta, la erudita, la “experta”, “la única que sabe”, y desde su lustroso púlpito de doctor en filosofía y Rector de una prestigiada Universidad, Carlos Peña asegura que las razones que gritan en las calles nos son razones sino “pulsiones” de “pandillas desordenadas”.
Llama la atención que a un “filósofo” de su talla no le digan nada Horkheimer y Adorno cuando éstos le hacen entender al mundo que “No hay tal racionalidad que nos conduzca directos hacia la humanización” pues, dadas sus limitaciones y contradicciones, “la racionalidad ilustrada se nos ha mostrado demasiado unilateral para expresar lo humano”.
Tampoco le hace sentido lo que nos dice Rodolfo Kusch, también filósofo, respecto de esa razón de los vencedores desde la cual él habla, razón que ha venido siendo transferida ideológica, instrumental y pragmáticamente a todos los ámbitos de la existencia humana por parte del discurso de la élite chilena dominante con tal de mantener sus privilegios al amparo del modelo humano y social que nos rige, modelo intocable para esta élite, la que ovaciona con ojos casi blancos las columnas de Peña cada domingo…
Cito a Kusch: A diferencia del Occidente erudito, que habla y escribe desde su rigor científico-técnico, desde “su intelectualismo cientificista” (p.161) y su obsesión por “ser pulcros y aparentemente perfectos” (p.161), nosotros, que somos parte de esta América profunda, apostamos por “escribir desde el punto de vista de nuestro contexto vital real y no de la razón erudita” (p. 159).
Las evidencias indican que el citado Rector habla, pues, desde la “objetividad” de la racionalidad erudita, en definitiva, desde la racionalidad de los vencedores, racionalidad o razón obsesivamente occidentalizante y que –como nos enseña el maestro Abraham Magendzo, Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2017- ha invisibilizado históricamente a los perdedores; razón cartesiana, razón “objetiva”, razón kantiana, que es incapaz de ver a l@s que “viven al interior de sus familias los conflictos que emanan de injustas remuneraciones (…), que conocen (..) la cesantía, la discriminación, la injusticia”. Con razón Peña llamó hace pocos días atrás, como si nada, a “desproveer” (a eliminar) el dolor asociado por las víctimas de la Dictadura a sus muertos y desaparecidos… llamado que este “filósofo” hizo extensivo a la memoria herida de los pueblos originarios. ¡Impresentable!
Es del todo obvio que Peña habla desde esta razón: la razón de los vencedores.
Para él, hablar desde la otra razón -la anamnética, la de la memoria del sufrimiento anterior de W. Benjamin, la de los vencidos, la razón de los perdedores- equivale a no hacer ciencia, implica no ser “objetivo”.
Es entonces aquí cuando uno se pregunta por qué un “filósofo” como Peña, quien se lo ha leído todo, quien cita a todos los autores, no cite ni incorpore a sus plantillas de análisis del Chile actual a los autores precedentemente citados, o a alguien tan cercano a nosotros como Gabriel Salazar, otro Premio Nacional, en este caso de Historia, quien, como él, posee una sólida formación de posgrados en filosofía.
Haciendo eco de las voces negadas por esa élite vencedora que invoca desde la fundación de Chile “la razón” para perpetuar sus privilegios y amordazar el grito emocional de los abusados y perdedores a lo largo de nuestra historia, el doctor Salazar –como si estuviera dirigiéndose al propio Peña- denuncia que “Los que se han planteado desde la perspectiva de los perdedores siempre son criticados por no ser objetivistas, que no hacen ciencia”.
No cabe por lo tanto duda de que la razón desde la cual pontifica y reacciona Peña hoy contra el estallido social es la razón erudita, la razón apolínea, la “objetiva”, esa que denunció Nietzsche como amputadora de lo humano. Se trata de esa racionalidad “lógica”, cientificista, esa que tanto daño le hace a los escolares de Chile, como denunció por años Claudio Naranjo, razón estrictamente academicista y que termina por ser funcional a los intereses de ese reducidísimo club de privilegiados que, a propósito de nuestra realidad actual, se adueñó de Chile, club que adora el mantenimiento del orden, las certezas, la “objetividad”, lo “exacto”, la seguridad, la razón, elementos ejes de la filosofía de Carlos Peña.
Declarar que el estallido social de estos días es pura revuelta emocional juvenil, revuelta de “pandillas”, como hace este “filósofo” chileno, es un indicador inequívoco de que este maestro se quedó pegado al paradigma científico moderno, fanáticamente cartesiano y positivista, cuyos argumentos “racionales” -de estrechísimos límites ya que amputan y reducen al ser humano pues lo entienden solo como un ser racional- desprecian los mecanismos psicológicos y emocionales que impulsan todas y cada una de las acciones y decisiones humanas, inclusive las más científicas y racionales.
Peña habla, en definitiva, desde un lugar: el lugar de los “niños bien”; niños a quienes les aterra el desorden social pues lo asocian a la emocionalidad, a “pulsiones” propias del cerebro reptiliano, o sea a la irracionalidad y, por tanto, al peligro latente o inminente, confeso o inconfeso, de que se les desmorone su mundito y Estado de bienestar chilensis hecho a la medida de la gente bien.
Es obvio que su lectura respecto de lo que pasa hoy en el país es asumida a priori desde ese dogma epistemológicamente reaccionario que sostiene que (cito) “los afectos irrumpen con la racionalidad, fundamentalmente para mal” porque nada tendrían que ver con la razón, con la argumentación lógica, con lo epistemológico, con las ciencias, con la cordura, con las funciones ejecutivas del encéfalo y el lóbulo frontal, ni tampoco con la democracia moderna toda vez que ésta únicamente tiene que ver con la razón ilustrada y “moderna”, base arquitectónica desde la que se funda el Estado chileno que él resguarda y defiende con su análisis de “experto”… como si este Estado fuera aquí muy racional y “moderno”, por lo mismo trata de “pandillas desordenadas” a esas mayorías que denuncian en las calles la crueldad e inequidades de ese Estado chileno.
Los únicos responsables de encauzar las demandas sociales de un pueblo no pueden ser -para Peña y para los de su club- esas mayorías “irracionales” que gritan en las calles del país sino únicamente los poderes institucionales, o sea el Ejecutivo y los partidos políticos que nos “representan” en el Parlamento. Éstos, y solo éstos, son para este “filósofo” chileno los depositarios, los portadores y los voceros exclusivos y excluyentes del sentir de un pueblo, sentir en el que él y los de esa cofradía de privilegiados que lo aplauden desde sus afraneladas butacas cada domingo no ven más que caos, por lo mismo Peña aboga por restablecer, ante todo, y en primer lugar, la “racionalidad” y el orden desde esa institucionalidad, no importando que el monopolio de las armas de este Estado, por orden del Ejecutivo, tome la palabra y restablezca la “razón” (la razón de Carlos Peña) en las calles mediante asesinatos y torturas y disparando a los ojos a miles de seres humanos desarmados e indefensos, seres humanos que son “pandillas” para Peña.
Partiendo del supuesto de que el filósofo y la filósofa poseen cierta habilidad para leer e interpretar la realidad desde enfoques omniabarcadores y holísticos de lo humano y del todo, y (cito) “tomando en cuenta importantes hipótesis y resultados empíricos que provienen de las neurociencias y de la filosofía de la ciencia”, la verdad es que Peña queda malparado como “filósofo” pues su opinión sobre el estallido social desatiende por completo el hecho de que las emociones y los afectos (lo que constituye y afecta en su ser y estar en el mundo a todos los seres humanos, junto a su racionalidad; emociones y afectos que él descalifica y ningunea), sí poseen importancia epistemológica para construir conocimientos y para dar razones, razones y argumentos que no solo hablan desde la erudición ni la razón positivista “ilustrada” y cartesiana del laboratorio ni desde el púlpito de “los únicos que saben” en la construcción y reconstrucción de la historia de los pueblos.
Las razones y argumentos que se abren paso en las calles por estos días a través de miles de “inexpertos” que marchan a lo largo de todo Chile son razones y argumentos que no se discursean ni comprenden metafísica ni ontológicamente desde la poltrona academicista de esa racionalidad “experta”, reduccionista y “erudita” que pontifica desde una cátedra, racionalidad asociada al poder y a la que le encanta hipostasiar la realidad social. Esas razones y argumentos que gritan en las calles, gritan desde esos dos componentes irrenunciablemente humanos y que constituyen, de suyo, lo propiamente humano: la racionalidad y la emocionalidad, las que jamás actúan separadas, como nos ha enseñado el gran neurocientífico y neurofilósofo Antonio Damasio, autor que, con argumentos irrefutables, puso en evidencia el error de René Descartes, “padre” de la filosofía occidental racionalista moderna.
Si en toda construcción de conocimiento científico intervienen y operan “el interés, la curiosidad, el miedo, la ansiedad, la certeza, la duda, el enojo, el desánimo, entre otros”, que alguien le pregunte a Carlos Peña cómo espera él que en las calles de Chile se exprese solo “la razón pura” kantiana, la de la modernidad ilustrada, positivista y racionalista, guardiana del orden científico y social del “método”.
En resumidas cuentas, y a juzgar por cómo lee Peña la realidad chilena de hoy, es decir, al Chile que despertó, se puede concluir que…
1.- Peña está cerrado a entender que las emociones y “los afectos puedan tener un papel relevante en la construcción de conocimientos”, incluso en los “conocimientos científicos”.
2.- Peña está bloqueado por el dogma academicista cartesiano y positivista racionalista que jura que el papel de las emociones y los afectos interfieren “en la racionalidad `para mal`”.
3.- Peña ha hecho suya la verdad absoluta de que las emociones “perturban la mente, de que la irracionalidad es consecuencia de las emociones” (Fridja, Manstead y Ben, 2000).
4.- Peña predicará por siempre a su auditorio mercurial que las emociones “suponen un estorbo para la elección racional” (Elster, 2003) e incluso que las emociones, como aseguraba el gran filósofo Emmanuel Kant, “son una enfermedad de la mente” (Kant citado por Fridja, Mantead y Ben 2000, p. 2). ¡Por favor!
Noé Felipe Bastías
Profe de filosofía / Lic. En Educación
Egr. de Mg. en Neurociencias Aplicadas a la Educación
CITAS
1.-https://www.t13.cl/noticia/politica/nacional/una-conmocion-pulsional-generacional-analisis-carlos-pena-protestas-chile2
2.- Los afectos en la argumentación científica: una útil … – SciELO http://www.scielo.org.mx › scielo 3.- Mardones, José María, citando a Horkheimer y Adorno en Capitalismo y religión. La religión política neoconservadora, Sal Terrae, Santander, 1991 4.- Kusch, Rodolfo, América Profunda, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999
5.- La Nación, Gabriel Salazar, semana del 3 al 9 de septiembre de 2006, p. 53.
6.- Magendzo K., Abraham; Donoso F., P.; Valué C., F.; Dueñas S., C.; Kaluf A., C.; Soto L., S., EDUCAR EN Y PARA LOS DERECHOS HUMANOS: UNA TAREA PARA LOS PROFESORES DE HOY, República de Chile – Ministerio de Educación, Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, ediciones CPEIP, 1992, p. 81.
7.- Damasio, Antonio, El error de Descartes, Editorial Planeta S.A., Colección Booket, quinta impresión, mayo de 2016.