Por José Ignacio Silva A.
Por estos lados del mundo –y probablemente en el mundo entero– la escritora y periodista estadounidense Susan Orlean es conocida por El ladrón de orquídeas, que es un libro, pero también es una película de Spike Jonze, donde Orlean es interpretada por Meryl Streep.
Ahora el nombre de Orlean vuelve a figurar en los radares gracias a La biblioteca en llamas, volumen en el que la narradora cuenta la historia de uno de los desastres culturales más terribles, pero menos difundidos del último tiempo: el incendio de la sede central de la Biblioteca Pública de Los Ángeles, California.
El siniestro ocurrió en 1986, más exactamente en el mes de abril, más exactamente el 29 de abril. El mundo no supo mucho de esa calamidad libresca, porque al otro lado del mundo se desenvolvía otra hecatombe que podría haber borrado a la humanidad del planeta: Chernobyl.
Pero no se trata de echar a competir ambos siniestros (la biblioteca perdería por masacre, en todo caso), si no que, según podemos detectar las intenciones de Orlean, se trata de tomar una hebra y seguir su camino, reconstruir una madeja. Igual la autora señala: “los libros ardieron mientras la mayoría de nosotros esperábamos ser testigos del fin del mundo”. No por nada el libro tiene como subtítulo “Historia de un millón de libros quemados y del hombre que encendió la cerilla”, llamado Harry Peak.
El centro del volumen es el fuego, pero la autora, desde luego, no se queda ahí, puesto que realiza un trabajo de montaje, tal como suele pasar con los textos estilo perfil de The New Yorker, la revista donde Orlean se ha ganado un nombre en el periodismo planetario.
Orlean habla del fuego en la biblioteca, y desde ahí pivotea para contar la historia de otras bibliotecas, y también hace una cronología de la mayor ciudad de California, y además –acá la vuelta de tuerca– explora en cuestiones como la física de cómo un libro se quema.
Quien llega a este libro por primera vez y empieza a explorarlo puede intuir que el personaje central de la historia es el responsable del incendio. Pero quien se toma el centro del escenario es la propia biblioteca angelina, tal vez con tintes de heroísmo, la biblioteca y todo el patrimonio que alberga: libros, mapas, colecciones completas. Una biblioteca que logró sobrevivir primero al desquicio de un incendiario, pero luego debe hacerlo, rehacerse, ante una nueva era, la digital.
Susan Orlean valora los libros, los rescata de la silenciosa revolución tecnológica, pero los pone en un altísimo sitial: “La biblioteca es una reserva de narraciones y también una reserva para toda la gente que viene aquí a buscarlas. Es donde podemos entrever la inmortalidad. En la biblioteca podemos vivir para siempre”.
Cuando el relato se centra en los días posteriores al incendio, Orlean comparte el esfuerzo humano que se desplegó para salvar los libros que no murieron en el fuego, pero corrían el riesgo de desaparecer por el moho producto del agua que apagó el incendió, pero inundó los anaqueles. La solución: congelar los libros en frigoríficos para carne y pescado. Al describir este proceso, la escritora describe el alma californiana, sus paisajes, sus caracteres humanos, las historias.
Al final, la esperanza: “Todas las cosas que van mal en el mundo parecen verse derrotadas por la sencilla promesa innombrada de las bibliotecas”.
Susan Orlean
La biblioteca en llamas
Temas de hoy, Barcelona, 2019, 398 págs.