Los “mensajes ocultos” en la TV: el otro yo de las teleseries
Junto con presentar conflictos amorosos y entretenidas tramas, las telenovelas envían a la gente mensajes e ideologías referidos a hechos político-sociales del acontecer nacional. El ex secretario general de TVN entre 1993 y 2002, Enrique Aimone, luego de estudiar Los Pincheira, explica el rol político que desempeñó la teleserie dirigida por Vicente Sabatini en la transición que se inició en marzo de 1990.
Por Francisco Aravena
Las teleseries entretienen a su público. Lo hicieron los siete Machos, el popular Peyuco en Amores de Mercado, las curvilíneas Brujas, los amores de Sucupira y los buscados cuatreros en Los Pincheira. Pero junto con los problemas familiares, intrigas, cambios de identidades y triángulos amorosos, las teleseries parecen entregar a su público algo mucho más importante que mera entretención.
Esto pretende demostrar el experto en semiótica y ex secretario general de TVN entre los años 1993 y 2002, Enrique Aimone, en el libro Los Medios en Chile: voces y contextos, donde señala que “detrás de un supuestamente inofensivo programa de entretención masiva, como los son las telenovelas, existe un ejercicio mucho más complejo”, que va directamente enfocado hacia el público.
Para Aimone, las teleseries poseen signos específicos y determinantes que sugieren una segunda lectura, una difusión de mensajes ocultos tras los temas habituales de los guiones dramáticos. A modo de ejemplo relata que “las teleseries brasileñas fueron las primeras en incorporar referencias a ciertos problemas de la realidad carioca, como los prejuicios raciales, la condición de la mujer, las relaciones entre la religión católica y los afrobrasileños, la contaminación y la lucha entre pandillas…y no han cesado en el desafío de difundir cierto realismo para un género primitivamente pensado para temas sentimentales y triángulos amorosos”.
En Chile las telenovelas tienen una presentación similar y, según Aimone, Vicente Sabatini, director de Televisión, parece estar aventajado al respecto. “Él ha marcado una constante en esta faena de metaforizar e ideologizar sus producciones”.
Para el semiólogo, la teleserie Romané, por ejemplo, mostraba la realidad de las minorías a través de una historia de gitanos; Oro Verde, abordó el tema ecológico y la depredación de los bosques al sur de Chile; Sucupira se rió del doble estándar y la ineptitud de las autoridades, reflejadas en el alcalde Federico Valdivieso. Del mismo modo, Pampa Ilusión creó una dramática metáfora de un régimen dictatorial, donde Mister Clark, el dueño de una salitrera en los años 30 en el norte chileno, reprimía a sus operarios.
En el caso de Los Pincheira, teleserie emitida por TVN durante el 2004 y objeto de estudio de Aimone, su guión tenía, además del drama clásico amoroso, un mensaje que apunta a lo político. De acuerdo a sus palabras, “la teleserie se exhibió a 30 años del golpe militar y 15 después que se recuperara la democracia, un contexto en el cual el país aún se debatía en la polémica si ha concluido o no la llamada transición política”.
La hipótesis sostenida por Aimone, postula que gracias a esta teleserie, dichos temas políticos pasan a ser parte de la opinión pública y se comienzan a tratar masivamente cuando en la década de los ‘90 “no se habían ventilado producto del clima impuesto por la llamada política del consenso, establecida por los gobiernos de la Concertación y los sectores de la derecha”.
Pero ¿por qué la telenovela Los Pincheira se relaciona con la actualidad política?
Para entender esto, Aimone estudia como principales símbolos dentro de la teleserie los personajes de Martín Ortúzar, el oligarca explotador y mujeriego, que abusa laboral, física, emocional y sexualmente de los que componen su entorno. Posee gran poder social y alta riqueza, situación que, a pesar de sus abusos, lo hace respetado y venerado por la sociedad de la época. Y por otro lado, Miguel Pincheira, líder de la banda, empobrecido y estigmatizado por ser cuatrero y amante de una mujer aristócrata, condición que lo convierte en un delincuente repudiable para la sociedad.
Según explica el semiólogo, los hechos que evidencia el público en el desarrollo de la telenovela provocan una percepción contraria de los personajes, ya que “desde sus casas frente al televisor, los espectadores observan lo que no perciben quienes están en escena”. Es decir, para los televidentes, Ortúzar pasa a ser el malo y Miguel el noble protagonista. De esa manera, la telenovela trata sobre la impunidad de los poderosos. Se produce además en el público “una tensión de combatir esta impunidad, la que se lleva a tiempo presente, al establecer una identificación, una equivalencia entre el tiempo de la teleserie y la actualidad nacional”.
Precisamente, son los temas de impunidad los que cobran vigencia durante el período político de Ricardo Lagos (2000-2006), producto del juicio en Londres de Augusto Pinochet y los sucesos posteriores de desafueros, encargatorias de reo y prontuarios en los tribunales de justicia nacionales, que se iniciaron luego de su retorno al país el 2000 y continuaban sin resolverse hasta el 2004, año en que se transmitió la telenovela. Este período “corresponde a una ruptura con el orden conservador y oligárquico, donde había una élite bastante inmune, con fuerte control sobre lo que pasaba en la sociedad, la cual tenía reprimidos muchos de sus fantasmas. Derechos humanos, violencia contra la mujer, torturados y todos los temas que irrumpen durante esos años”, señala Aimone.
De esa manera, el público relaciona el acontecer ficticio de la teleserie con lo que ocurre realmente en la política actual, queriendo condenar a todos los personajes que gocen de impunidad, sean reales o ficticios. Para Aimone, este elemento simbólico presente en Los Pincheira, “evidencia la ayuda a una ruptura social, que va en beneficio de la igualdad ante la ley y construir una verdadera democracia”.
Junto con eso, la teleserie busca además mostrar una segunda metáfora, igual de importante: la figura de Miguel. La vida del líder de la banda está marcada por la muerte de su padre, víctima de la injusticia de los que tienen el poder. Esto lo convierte en un renegado que, a pesar de todo, es capaz de perdonar a los culpables. Para Aimone, este signo “tiene un valor al pretender instruir el paso adelante que debieran dar las familias víctimas de los derechos humanos durante el régimen militar”.
Aún cuando el final de Los Pincheira no fue del todo feliz para algunos, Aimone sostiene que existe un objetivo que va más allá de la entretención, que es “intentar ayudar a resolver uno de los grandes problemas chilenos, como es el de la reconciliación nacional, que debería tener como finalidad el término de la transición política”.
La ideología Sabatini
El director de telenovelas, Vicente Sabatini, es uno de los directores que cuenta con mayor prestigio gracias a la alta audiencia que consiguieron sus producciones al interior del área dramática de TVN. Pero el género de las telenovelas no es sólo sintonía, y Sabatini bien lo sabe. “Siempre nos preocupamos de dar contenido a nuestro producto, de dar cuenta de la realidad”, declara en el portal web asuntospublicos.org, dirigido por el ex ministro secretario general de la presidencia (1994 -1996), Genaro Arriagada.
Sabatini, ex Director de Programación en el canal estatal, agrega que “hay una parte que tiene que ver con contar una historia entretenida y el resultado se mide en sintonía, en cantidad de audiencia. Pero, la fidelidad que se va produciendo en el tiempo tiene que ver con lo que uno ha hablado, temas que a la gente le importan y que están por encima de las modas o tendencias pasajeras. De hablarle a la gente de este país de cosas que le son esenciales”.
Las ideologías dentro de las teleseries se sostienen gracias a un mecanismo esencial, que, según Sabatini, es recurrir a la comedia como un envase. A través de la comedia romántica, un estilo creado por los brasileños para abordar el melodrama, es posible tocar la sensibilidad del público y exponer situaciones interesantes para el debate nacional. La ideología se presenta en un envoltorio relativamente liviano, una historia que transita en un tono bastante agradable, de comedia y con situaciones divertidas, “lo que genera un clima que permite tocar temas que son muy dolorosos para la gente, la que se conecta con ellos. Eso produce una apertura para el país”, aclara el director.
A pesar de que para él la época de censura explícita ya quedó atrás, existe de todas formas una autoregulación, una autocensura, al momento de crear una nueva producción dramática. “No se trata de que ahora es el desquite y vamos a hablar de todo. Uno vive acompañado de una cosa que se llama ética, que tiene que ver con la responsabilidad de lo que uno habla, lo que presenta, y con el tipo de público que a uno lo ve. Y como la composición es bien heterogénea, el cuidado no está tanto en la elección de los temas sino en las maneras en cómo acercarse”.
Asegura que al momento de difundir una teleserie hay que tener cuidado, y que eso no se obtiene de la “autocensura absoluta la que a veces es más fácil de manejar, como la impuesta por los militares, que prohibía de manera muy explícita”. Por el contrario, afirma que los mecanismos de censura existentes hoy poseen mayor dificultad para ser manipulables, porque “nunca vienen de un lugar claro y determinado. Nunca sabes quién es la autoridad que opina que ciertos temas no deben ser tratados”. Sostiene que hay historias que no tocaría jamás en el espacio que le dan sus producciones, como sucede con “los detenidos desaparecidos y la justicia, o más bien, la sensación de impunidad que nos estremece a muchos, porque frente a las familias de los detenidos desaparecidos a lo mejor siento más culpa que los militares de la patrulla que los secuestró… este tema no tiene cabida en este género. Sí a lo mejor lo tiene el dolor, porque ése es un sentimiento”, concluye.
Sabatini supo sacar provecho de su experiencia en este tipo de producciones durante los años ‘80, lo que le permitió adquirir una postura ética frente a lo que él sabe hacer. “No hay derecho a imponer a otros lo que piensan y opinan. Yo peleo por eso. Mi objetivo preciso es la tolerancia y aceptar la diversidad en todos los temas. Esta es nuestra trinchera… sólo así yo me puedo plantear con mucha seguridad ante el objetivo personal de introducir conversaciones en las casas que les muevan el piso a los padres frente a sus hijos”.
La duda de los expertos
Aún cuando las teleseries pueden contener ideologías o mensajes ocultos, existe cierta suspicacia por parte de los expertos ante los posibles efectos de aceptación y manipulación que ejercen éstas sobre el público. Así lo señala el Doctor en Comunicaciones de la Universidad de Westminster (Inglaterra) y experto en Políticas de Comunicación y Comportamiento de audiencias, Sergio Godoy. “Las teleseries son productos elaborados industrialmente con los códigos propios de una industria determinada, con sus objetivos y parámetros. Son programas para captar audiencias masivas en Chile y el avisaje comercial que ello conlleva… eso es ideológico en el sentido que es un producto cuyos contenidos son guiados con los fines de masividad, manejo editorial y rentabilidad económica que buscan los canales de TV abierta chilena. Pero no creo que alcance como para creer en una conspiración prediseñada para lavar los cerebros de las personas”, señala Godoy. Sostiene, además, que “ideologías o mensajes ocultos tan crípticos o enredados, de existir, no provocan mayor efecto en las audiencias. A menos que esas audiencias compartan esa ideología de manera consciente”.
Para Godoy las telenovelas no son el canal más idóneo para la difusión de ideologías. Según él “la gente no salta por la ventana porque un programa de TV le diga que lo haga”. Fundamenta que existe una conciencia y una aceptación, por parte de las teleseries actuales, de su calidad de producto industrial en la programación de los canales. Por esta razón buscan asegurar audiencia y, por ende, la posibilidad de vender mejor la publicidad y mantenerse vigente. Salirse de este rol o cuestionarlo demasiado, significa para las producciones televisivas el riesgo de perder audiencia y sobre todo, avisadores, lo que las llevaría a desaparecer.
Lo anterior, según señala, “no impide que se puedan introducir de manera deliberada ciertos aspectos socialmente positivos (o negativos) que, en cierto sentido, son ‘ideológicos’, como las teleseries con gitanos y otras minorías discriminadas. Pero eso de inmediato se tamiza con la necesidad comercial-industrial de hacer un producto rentable y masivo, por ende se trata de gitanos bellos y adinerados, mapuches esbeltos y orgullosos, etc. En esa línea las teleseries pueden ser ‘ideológicas’, pero no necesariamente porque haya una conspiración concertada desde algún oscuro cuartel central de manipulaciones mentales”.
Una posición similar frente a los efectos de las telenovelas comparte el académico de la Universidad de Chile y miembro del Consejo Consultivo Internacional de la Asociación Mundial de Semiótica, Bernardo Amigo. De acuerdo a la visión del experto “la mayoría de las producciones televisivas, ya sea noticieros, creaciones cinematográficas o telenovelas, poseen elementos que la ideologizan, pero que no necesariamente son de carácter manipulatorio”.
Con relación a las teleseries nacionales, al igual que Godoy, Amigo asegura que son insuficientes como canales de difusión de ideologías. Sin embargo, asevera que existen telenovelas que despiertan un gran interés en el público, como las que presentan historias de minorías sexuales, pero concluye afirmando que “la audiencia es crítica, no se traga todas las historias que le entregan”.
No hay duda de que las producciones dramáticas parecen entregar en sus contenidos historias que tratan de reflejar la realidad nacional y que van mucho más allá de la simple entretención. Sin embargo, para los especialistas, poco de estas ideologías son percibidas realmente por el público y están lejos de alterar la estabilidad social. Lo concreto es que producir cercanía con la audiencia a través de historias construidas con estereotipos y fenómenos sociales vigentes, parece ser la filosofía de los canales nacionales, todo con el fin de aumentar la masividad y hacer de las telenovelas un producto más rentable.