Daniel Ramírez: Récord absoluto del absurdo político
¿Desde cuándo las posiciones políticas en un país se definen por la posición respecto a OTRO país”.
Por Daniel Ramírez*
Vaya a saber por qué hay quienes piensan que la izquierda, o los demócratas o quién sea, deben definirse por su posición respecto a Venezuela y a un informe sobre ese país de una autoridad internacional, cuán respetada sea o no. Esto ha llegado a ser tan importante como “Ser o no ser”.
Pero, ¿desde cuándo las posiciones políticas en un país se definen por la posición respecto a OTRO país? ¿Nadie ve que se trata de una trampa?
No un complot, no. Es una trampa que la izquierda misma se ha construido. Algo así como un juego de “¿quién es el mayor defensor de los DDHH?”; “Yo, por supuesto” responden en coro todos quienes aspiran a un puesto o una candidatura. Y para eso, por cierto, hay que atacar, no a cualquier país donde se violen los DDHH, no, especialmente a Venezuela. ¿Por qué?
¡Porque lo que ocurre allá es un escándalo! Vale. Pero permítanme precisar algunas cosas:
1) La información exacta, resultado de investigaciones, de procesos judiciales realizados por autoridades neutras, no la poseemos. Por la simple razón que ello no ha existido. El informe lo precisa, llamando a que se realicen esas investigaciones y procesos.
2) La ONU y sus alto(a)s comisionado(a)s hace su trabajo. Hay un informe. Tanto mejor si es serio. Ello debe seguir su curso. Se trata de una situación internacional, que compete a diplomáticos, investigadores, cortes internacionales y tratados. Pero…
3) Hay otro país, llamado Chile, en el cual hay ciudades enteras que se quedan sin agua (privatizada para lucrar); dirigentes indígenas asesinados a balazos; estudiantes apaleados; FFAA que roban, policías que roban; trampas en elecciones de partidos; funcionarios corruptos y presidentes que meten sus parientes en La Moneda o en reuniones de negocios internacionales; los profesores pasan meses en huelga y nadie los escucha; se retira la historia y las artes del currículum obligatorio; el clero viola y abusa y se encubre a sí mismo, y los narcos se amparan de barrios enteros. Las AFP roban el trabajo de toda una vida. En Chile muere gente todos los santos días por falta de atención médica de calidad y por falta de medicamentos en hospitales, los ancianos mueren solos y pobres, los niños mueren en instituciones estatales (Sename), y en vez de denunciar eso, tenemos que pronunciarnos sobre la situación en Venezuela.
4) Es ese país, la izquierda, desunida, se tira balas en los pies, no sabe qué proponer, no logra hacer surgir ningún(a) líder y se pone el pie forzado más absurdo: definirse respecto a lo que ocurre en el OTRO país. Y el que osa emitir dudas sobre el informe en cuestión debe mostrar arrepentimiento como delante de una fuente de agua bendita. Eso en vez de criticar la privatización del agua, al proyecto de tratados que anulan la soberanía, al atropello a pueblos originarios, a la juventud, a los profesores.
¿No habrá contradicción entre algunas (si no en entre todas) estas proposiciones? ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que es una trampa?
Estamos como un náufrago que no sabe hacia dónde nadar y que para calmar su pánico empieza a criticar a quienes tratan al menos de nadar en alguna dirección. Más aún, se les obliga a pronunciarse sobre un naufragio lejano, de otro barco y a quien no mantiene la recta doctrina se lo condena ipso facto a retractarse o a soltar su tabla. ¡Una lógica fantástica!
Yo sé, me dirán que no se puede abandonar al pueblo venezolano en su desgracia, que les debemos solidaridad, hasta se podría citar el ideal bolivariano… Entonces Chile debe ocuparse de ese pueblo, claro, de su gobierno, de su policía, de sus grupos paramilitares, de su bloqueo norteamericano (“sanciones sectoriales aplicadas por algunos países” parece que se dice). ¿Por qué no también de su clero, de sus privatizaciones del agua? ¿Perdón? ¿Qué? ¿El agua no es privada allá? ¿Las riquezas naturales no están en manos de compañías extranjeras? Pero las FFAA roban también. Y además no hay prensa de oposición ¡Ah! ¡Vale! Porque en Chile sí que hay prensa escrita de oposición, canales de televisión independientes donde se entrega cultura a profusión, las FFAA no roban, y hay una educación de calidad para todos… ¿Eso?
La trampa es al menos séxtuple: 1) cognitiva (no sabemos bien lo que ocurre allá), 2) política (no atinamos a la posición correcta), 3) ética (no sabemos cuáles son los valores prioritarios en todo esto), 4) moral (no sabemos si tenemos el coraje de tener una opinión diferente de los EEUU), 5) sentimental (no sabemos si le debemos fidelidad a la izquierda Venezolana o a nuestra ex presidenta), 6) estratégica (no sabemos lo que conviene para el futuro; forzosamente: no tenemos proyecto de futuro).
Ello pone en cuestión nuestra (escasa) sabiduría: ¿Cómo tener una posición equilibrada, objetiva, justa, que vaya en el sentido del progreso de los DDHH, pero no a costa de sacrificar los Derechos Sociales? ¿Cómo pedir libertad y democracia para otros, justicia social y paz social para todos y ser creíbles, sin comenzar por nosotros mismos? ¿Cómo respetar la no injerencia entre los pueblos soberanos sin practicar la indiferencia y el egoísmo frente a las tiranías allá lejos? (Y que las hay las hay) ¿Cómo tener autoridad moral para criticar a los ciertamente ineficaces servicios públicos de otro país cuando no somos capaces de tener los adecuados para el bienestar de nuestro propio pueblo? ¿Cómo acusar de atropellos a los DDHH a dirigentes extranjeros cuando no somos capaces de juzgar a los ladrones y criminales propios y mantenerlos en la cárcel?
¿No será demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas contradicciones y absurdos?
Entonces, ¿Qué hacer? Otros cuatro puntos:
1) Dejar inmediatamente de comentar el informe sobre otro país y de considerarlo como referencia para definirse respecto a su propio país. Simple lógica.
2) Ocuparse, informarse, militar y manifestar por la acogida más humana posible para los miles de inmigrantes de Venezuela y otros países hermanos como Haití, que llegan al nuestro. El mínimo ético.
3) Ocuparse, informarse, militar y manifestar por la paz y la justicia para los pueblos oprimidos, algunos masacrados en tantas partes: los hutíes en Yemen, los Rohingias en Birmania, los sirios, los palestinos en sus propios países, los kurdos en Irak y Turquía, los indígenas en Brasil (de pasada los mapuche en Chile). Un mínimo de autoridad moral para pronunciarnos sobre los atropellos que sin duda existen en Venezuela, si esto es metafísicamente indispensable.
4) Reflexionar sobre cómo proponer una línea política de futuro unitaria de justicia y desarrollo humano y ecológico para nuestro país. Esa es nuestra tarea y para ella ninguna alta comisionada nos ayudará como si fuéramos sus pupilos. En otras palabras, madurar en vez de ocuparse de Maduro. Salir de la trampa kafkiana. El mínimo de responsabilidad política.
*Doctor en Filosofía La Sorbona