Francisca Cottet: Solo somos libres de salir corriendo
Del preservativo femenino y el derecho a decidir.
Por Francisca Cottet
Decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras vidas implica y supone que, a lo menos, estemos vivas. Que no nos maten en la calle por culpa de la minifalda, que no nos mate una sociedad machista o no morir por un preservativo que se ausento a la cita.
Que tenemos la necesidad imperiosa de decidir sobre nuestros cuerpos ya no es novedad para nadie. La necesidad y el derecho a decidir cómo queremos vivir, cómo queremos construir nuestra historia, sobre lo que creemos que nos hará felices y cómo hacemos que eso se haga realidad sin que nadie nos imponga parámetros de lo que es una buena mujer, ni lo que la sociedad espera de nosotras; decidir para que nadie, ni nosotras ni ellos, tengamos que adaptarnos tristemente a un formato que nos aprieta y nos incomoda. Sin embargo, el zapato nos sigue quedando chico y seguimos mal acomodados a eso que sabemos que no queremos y que tanto daño nos hace.
Y por alguna razón el sexo y sus derivados parecen ser aún el gran tabú. Pero no todo el sexo, si no, el sexo en la mujer, el sexo que no es reproductivo, el sexo que no es para el macho, y de ahí se desglosan tantas aristas de un sistema que piensa a la mujer como patrimonio masculino. Por eso cuesta tanto explicar, por ejemplo, que cuando hablamos de aborto en verdad no queremos abortar, solo queremos decidir si somos o no madres; cuándo y de qué manera queremos vivir la maternidad; que queremos que los futuros niños sean niños amados; que las mujeres y los hombres que se hagan padres y madres, lo hagan en igualdad de derechos y responsabilidades; y entonces, cuando entendemos todo eso, ya no estamos hablando de aborto, sino del supremo derecho a construir nuestras vidas. Y avanzamos en 3 causales… Y los objetores de conciencia se hicieron ver… Y ahí se quedaron sentados detrás de sus escritorios, diciéndonos como ser buenas personas. Y luego, poco después, la prensa nos mostró indicadores de salud y lo mal que lo estábamos haciendo frente al VIH y lo deshonestos que hemos sido al respecto. Y otra vez, los mismos de los mismos escritorios, con sus frasecitas moralistas, nos dijeron que hacer.
Necesitamos decidir sobre nuestros cuerpos, necesitamos decidir sobre nuestras vidas, pero en serio. Y entonces, ¿Cómo podemos ser más libres e iguales si aún las enfermedades de transmisión sexual quedan bajo la responsabilidad solo de ellos? ¿Por qué el único que tiene la responsabilidad y la libertad de decidir acerca de los cuidados sexuales es el hombre o, a lo menos, así nos lo han presentado? ¿Por qué no hemos hablado del preservativo femenino que ya existe, que no se entrega en los consultorios, que no les enseñan a las estudiantes, que no venden en los baños de los pub, que no lucen en los paraderos? ¿Por qué el preservativo masculino sí y el femenino no? ¿Por qué no podemos decidir nosotras? ¿Por qué nosotras tenemos acceso gratuito a pastillas anticonceptivas para cuidar del embarazo y no preservativos femeninos para cuidarnos del VIH?
Queremos decidir sobre nuestros cuerpos, queremos que eso también implique cuidarnos, poder prevenir, poder controlar situaciones de las que estamos conscientes y queremos que la forma de cuidarnos no sea siempre salir corriendo.
¿No parece urgente que el preservativo femenino sea parte de la vida de las mujeres, de las jóvenes, de las adultas mayores que hoy se contagian de múltiples enfermedades de transmisión sexual? ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que preguntar si se ha puesto o no el condón? Parecerá una frase grosera para algunos, incluso para algunos será grosero decir condón ¿no? Pero lo grosero es no poder prevenir nosotras directamente y tener que confiar en respuestas ajenas y si la respuesta es negativa, entonces ella tiene que salir de ahí, abandonar la posibilidad de decidir efectivamente. Hoy día nuestra libertad radica en abandonar, por miedo. Solo somos libres de salir corriendo. ¿Recuerdas cuando se decía que la mejor forma de no quedar embarazada era la abstinencia? con un 100% de efectividad… Cuanto trabajo hay detrás de esa estadística no???
Hoy nos dicen que la mejor forma de no contagiarse cualquier enfermedad de transmisión sexual es la abstinencia o confiar en un sujeto que dijo ponerse preservativo. Una vez más, como de costumbre, no podemos decidir realmente. Nuestra posibilidad es salir corriendo, otra vez. Arrancar de una sociedad que educa mal. Nos han educado para que la forma de cuidarnos, de respetarnos, sea correr, arrancar, quedarnos en casa. Y ya nos cansamos de tanto correr, de ir dejando lugares deshabitados por nuestro amor propio. De abandonarnos nosotras mismas, para cuidarnos hasta de la envidia. Nos hemos arrancado de todo lo que nos dijeron que hacía daño y para protegernos nos fuimos privando de todo y con eso también hemos abandonado placeres. ¿Por qué alguien que no quiere ser madre tendría que privarse del sexo? ¿Por qué entonces, una mujer que requiere cuidarse de las enfermedades de transmisión sexual tendría que privarse del sexo? ¿Por las mismas pacatas razones que nos dieron hace años los que no confiaban en los anticonceptivos, los mismos que hoy día se niegan a practicar un aborto a una mujer violada, usando como excusa su sucia conciencia? ¿Por qué los seguimos escuchando? ¿Por qué el uso de preservativo masculino parece ser tan relevante y el femenino no? ¿Es que acaso ellos son los únicos responsables sobre el sexo? ¿Es que ellas, nosotras, no?
Lejos de ser un ataque, como siempre se confunden algunos, es la necesidad de equilibrar la balanza, las responsabilidades, que el placer también sea derecho para ambos, que elegir sea natural, que protegerse no sea responsabilidad solo de ellos, ni que ellas tengan que cruzar los dedos por que el jovencito haya puesto atención cuando se le explico el uso del preservativo o que la calentura del momento no le nuble la mente.
No podemos seguir arrancando para cuidarnos, ni podemos pasar la vida con los dedos cruzados y confiando nuestras libertades a otros. No queremos que nos infantilicen en publicidades falsas que apuestan a un macho que domina el uso del preservativo, mucho menos en una sociedad que no educa para el sexo. Y que a pesar de los altísimos índices de VIH y del aumento progresivo de enfermedades de transmisión sexual, las mujeres tengamos que seguir confiando.
No queremos seguir corriendo para cuidarnos, queremos confiar en nosotras, queremos decidir de verdad. Para avanzar en igualdad, necesitamos educar en igualdad.