Alberto Fuguet: «Cuando hago cine, echo de menos escribir»

El autor de Mala Onda, escritor y director de cine conversó en Esta boca es mía de El Periodista TV sobre su familia, su obra y obsesiones. "Uno hace cosas con guiños a su pasado, haciéndole cariño, pero también destrozándolo".

Por Montserrat Martorell Colón

Probablemente has leído las novelas “Mala onda”, “Tinta roja” o “No ficción”. Más aún: alguna vez te sentaste a ver películas como “Se arrienda” o “Las hormigas asesinas”. En todos estos casos hay un nombre detrás de cada una de estas obras: Alberto Felipe Fuguet de Goyeneche (1964).

Acelerado, rápido y directo, el periodista de 55 años sabe lo que quiere y parece que siempre está corriendo contra el tiempo.

Para hablar de estas y otras cosas, y aprovechando el lanzamiento de su última película “Cola de mono”, quien fuera elegido por la revista Time como uno de los 50 líderes latinoamericanos del nuevo milenio, se tomó algunos minutos para pensar en voz alta y mirar a Chile desde la distancia.

¿Siempre fuiste tecnológico?
Sí, yo creo que sí, pero cuando era chico había menos tecnología. Le sacaba el jugo a los dos canales que había, marcaba con colores la cartelera de TV para no olvidarme si había algo interesante en la tarde o la noche…

¿Y había?
El que busca encuentra y, si no había nada, siempre le encontraba el lado bueno a series como Los Ángeles de Charly, Hulk u otra, porque, aunque lo quisiera, uno no siempre estaba rodeado de todo lo bueno que había en el mundo en esos años.

¿Veías mucho cine cuando chico?
Iba bastante, me críe en EEUU y el cine era parte de lo cotidiano, de lo que uno hacía.

Volviste a Chile en 1975, qué año para hacerlo…
Yo no lo planifique, literariamente fue súper bueno, para la biografía, para esa pregunta, para cosas que a uno se le meten en la cabeza, pero repito, yo no lo elegí. A la larga fue provechoso y usando esa vieja frase, lo que no te mata, te fortalece. Pasar de hablar inglés al español, de un país que yo veía en colores a uno en blanco y negro y de una democracia, probablemente de la que no me daba cuenta, a una dictadura, que sí sentía, aunque yo no corría peligro, me marcó. Me convirtió en una especie de detective de la información. Me di cuenta de que, a través de los medios de comunicación, yo podía hacer algo y pienso que el libro es el mejor medio de todos los que existen.

¿Por qué se habían ido de Chile?
Ni por razones políticas ni económicas. De patiperros… Huyendo de la familia, tal vez.

¿Y por qué regresaron?
Porque mi mamá quería que todos fuéramos chilenos y que al entrar en la adolescencia, pensaba ella, era muy poco probable que aceptáramos abandonarlo todo para venir a un país tercermundista y con un gobierno fascista.

«SIENTO QUE NO HE HECHO LO SUFICIENTE»

¿Te sientes cómodo, mirando hacia atrás, desde Mala Onda para adelante, con lo que has hecho?
Uno hace cosas como homenajeando o dándole guiños y haciéndole cariño a tu pasado, pero también destrozándolo.

¿Qué te obsesiona hoy? Escribir, hacer guiones o películas como Cola de Mono…
Me interesa mucho hacer cine, pero es raro, porque cuando lo estoy haciendo echo mucho de menos escribir. Eso, entonces hace que me de asco todo lo que es cámara y la energía que ocupa hacer cine y me dan ganas de encerrarme a escribir. Yo creo, en todo caso, que escribo visualmente y filmo literariamente. Mi gran obsesión hoy, más allá de los temas que toque, es sacarle provecho al tiempo.

¿Tienes alguna culpa?
Sí, a veces siento que no he hecho lo suficiente.

¿En tu familia se daba esto de escribir o ver mucho cine?
No, no vengo de una familia que, por ejemplo, me haya pasado la posta de la escritura o la creatividad. Tenía una abuela que pintaba. También es divertido venir de un lugar que no es culto.

Tu última película, Cola de Mono, me da la sensación de que tiene mucho de cuestionamiento a la sociedad… tiene un inicio agresivo, con desamparo y harto pesimismo…
Uno va al cine también para que te peguen, a que te remezca, a que te molesten…

¿Los que vayan a verla, crees tú, se van a sentir interpelados?
¡Ojalá! Yo hago todo para que se sienta así porque me interesa interpelarme a mí. Uno cree que va al cine por las estrellas o a pasarlo bien, pero va en busca de cuestionamientos. El que va a ver una película o lee muchos libros y los subraya, quiere sentirse interpelado, identificado, encontrar respuestas y ser apañado, como dicen ahora. Es una película que puede gustarle a los jóvenes, pero sobre todo a los mayores, de cuarenta para arriba, que vivieron en otra realidad y otro país, donde el día de mañana ser gay podía ser el terror más grande del mundo. El terror no solo estaba dentro de ti, también podía estar afuera. Cola de mono trata de ser una película sobre la represión, pero no tanto sobre la política, que ha sido filmada bien, sino que una represión donde tu madre puede ser la persona a la que más le temes. Eso ocurre a cada rato y mucha gente no se da cuenta.

¿Te gusta vivir en Chile?
Sí, porque si no viviría en otra parte. Yo puedo vivir donde quiera.

¿Ha cambiado mucho ese Chile que muestras en Cola de mono?
Sí, claro, muchísimo y para mejor. A mí lo que me llama la atención es que haya gente, aunque entiendo que se debe ser crítico, que ataca al país como si fuera una mierda, patético y manejado por cuatro familias. Todo eso puede ser cierto, pero si uno compara como era Chile en los 80 y hoy, no puedes creer las diferencias. En ese sentido, yo soy más un agradecido, quizás porque he tenido la suerte de ver al país como un extranjero. Chile acoge mucho más de lo que uno cree. A mí me acogieron, por eso me siento como un inmigrante que le fue bien.

FUGUET Y EL PORNO

¿Y qué se viene para este año y el futuro en tu vida?
Sin querer o quizá queriéndolo, Cola de mono dio paso a una trilogía fílmica sobre la carne, es decir sobre el cuerpo masculino. Yo me di cuenta de que le tenía mucho miedo a pedirle a mis actores que se desnudaran, quizás porque me crie en otra época y todavía me queda pudor, algo que ya nadie tiene. Hice una película porno, en México, se llama Siempre sí, que aborda esa materia y que llegará a Chile este año.

¿Vamos a comenzar a ver más porno en tu obra?
Yo no veo tanto porno. En Sudor quise explorarlo por escrito y para mí, porno, significa otras cosas, como ver más de lo necesario o mostrar más de lo que uno está acostumbrado a ver. También significa un deseo falso. El gran porno de hoy es Netflix, que muestra casas donde uno nunca va a vivir, decoraciones que no están a tu alcance, ropa o peinados a los que no tendrás acceso. El porno está muy presente, todo el mundo sabe de él y lo que hice fue meter una historia a lo porno, sabiendo que es un género bastardo y que no ha logrado grandes cosas a nivel de narrativa, pero que tal vez pueda ser mejor de lo que es. Y me di cuenta de que sí, que se puede contar una buena historia.

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