Gabriel Ascencio: “El rey desnudo”
Estamos en presencia, sin duda, de un Presiente que es la más genuina representación del “winner”, tan de moda en nuestra emergente cultura; es decir, aquel “que la sabe hacer”, independiente de la condición ética de su actuar.
Por Gabriel Ascencio, diputado, jefe de la Bancada DC
Más allá de cualquier otra consideración u opinión que se tenga de quienes detentan los cargos de mayor importancia en un país, es esperable que ellos tengan cualidades superiores, desde el punto de vista de los compromisos con la ley e, incluso, más importante que ello, el sustento ético que deben tener sus acciones.
El país ha conocido la evasión del pago de las contribuciones de bienes raíces, ´por parte del Presidente de la República, por más de 30 años, en una de sus casas de veraneo.
El pago de las contribuciones de bienes raíces es un tema que usualmente se discute y, generalmente, se ha coincidido en que ello representa una cierto criterio de justicia, respecto a la capacidad de compra que, por cierto, es diferente, en relación a las capacidades de cada uno.
Desgraciadamente, lo que hace el Presidente avala la idea generalizada de que él se conduce no solo al margen de la ley sino que, usualmente, particularmente en aquello que le produce beneficio económico, más allá de principios ético básicos.
Y, cada vez que es sorprendido en esa conducta, su vocera se apresura a señalar que el “hace todo dentro del margen de la ley”, dando a esta la interpretación más laxa posible.
En el caso de las contribuciones que no paga se devela mientras, en el parlamento, se discute una propuesta de reforma tributaria, enviada por este mismo presidente, donde ha sido la oposición la que impulsa la exención de este impuesto para los adultos mayores que, con lo modesto de sus pensiones, tienen dificultad para pagar este tributo. A eso, se niega el presidente que avade este pago, asegurando que “es de justicia” que estos viejos paguen contribución por sus casas, que corresponden al esfuerzo de toda la vida, de personas de clase media.
Estamos en presencia, sin duda, de un Presiente que es la más genuina representación del “winner”, tan de moda en nuestra emergente cultura; es decir, aquel “que la sabe hacer”, independiente de la condición ética de su actuar.
La pregunta es si esa conducta es la esperable en quien ocupa la primera magistratura de la Nación. Evidentemente que ello no es lo deseable.
¿Cómo puede un Presidente que actúa así pedir una conducta distinta al conjunto de la sociedad que está llamado a liderar?
Tal vez lo más complejo de esto es que esa conducta parece ser contumaz; es decir, frecuente, repetida y, en no pocos casos, festinada, tanto por el presidente como por quienes lo rodean, dando el peor ejemplo que puede esperarse de quien lidera los asuntos colectivos.
Esto no nos hace bien como país. Sería esperable que, dado que queda un período largo aún de mandato, el Presidente de la República pudiera reflexionar acerca del daño al país que provoca su ejemplo pues no resultará fácil educar a las nuevas generaciones en valores éticos fundamentales, para la convivencia social, si observan que “al que le va mejor que a todos”, no respeta ninguna de las consideraciones éticas que se esperan ellos adopten.