Francisco Martorell: ¿Regular a la prensa, jueza Lusic? ¿O silenciarla?
En sus fallos -al menos en lo que a mí respecta- no me consta que la jueza esté por lo último sino más bien por lo primero y quizá muy cerca del intento de silenciarla.
Por Francisco Martorell, director de El Periodista
La ministra de la Corte de Apelaciones de Santiago, Dobra Lusic, quien aspira a llegar al máximo tribunal dijo a propósito de la gran cantidad de notas publicadas sobre algunos aspectos de su acción judicial que “hay que regular los medios de prensa”.
El lugar fue la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia del Senado donde se analiza su nombre para integrar la Corte Suprema, luego de ser elegida por el presidente Piñera de una quina de nombres propuestos por el máximo tribunal.
En la ocasión habló de “ensañamiento” y “una virulencia despiadada” de los medios hacia su persona.
Al finalizar y ya en los pasillos, Lusic aclaró que “las expresiones quieren decir lo siguiente, cuando hablo de regular a la prensa, hablo de la propia regulación que la prensa tiene que hacer en cuanto al control ético que tiene que tener (sic)”. Una aclaración válida. ¿Suficiente?
En sus fallos -al menos en lo que a mí respecta- no me consta que la jueza esté por lo último sino más bien por lo primero y quizá muy cerca del intento de silenciarla.
Creo firmemente en la libertad de expresión, como un doble derecho: el mío a informar y el de la ciudadanía a informarse. He tratado, no sin costos, de vivir con ese principio.
Dos veces en mi carrera periodística me he topado con decisiones emanadas de la jueza Lusic y la ministra Lusic. La primera fue entre 1992 y 1996 cuando sustanció una causa en contra mía y del periodista Felipe Pozo, en la que se nos condenó a ambos por delitos contemplados en la nefasta Ley de abusos de publicidad de la dictadura.
Y no fue por injurias o calumnias sino única y exclusivamente por dar a conocer partes de un proceso bajo sumario en la desaparecida Revista Análisis. No hubo cárcel, sí condena en dinero, que si no pagábamos nos llevaba tras las rejas.
Tenemos, con Felipe, el triste privilegio de ser los únicos periodistas en Chile en recibir ese castigo y en democracia. Antes y después de nosotros, decenas de profesionales de la prensa han publicado sumarios secretos, documentos reservados y hasta secretos de Estado, pero nadie ha sido procesado por ello.
A la jueza Lusic, entonces en el Tercer Juzgado del Crimen de Santiago, no le tembló la mano para firmar una sentencia que generaba un daño irreparable a la libertad de expresión en Chile, fallo que fue condenado y rechazado en todo el mundo.
Años después, ya como director de esta revista, otro proceso se abrió en mi contra, esta vez por los dichos de un entrevistado respecto a un empresario, los cuales fueron ratificados por el declarante. “Sí, yo lo dije”, aseguró al tribunal.
La jueza que entendía en la causa, que era suplente de la suplente y que más tarde fue expulsada del Poder Judicial, no se contentó con eso, al contrario, me dictó la prisión preventiva en 2004.
Las apelaciones que hice una y mil veces fueron rechazadas por la Corte de Apelaciones, en algunas salas presididas por Dobra Lusic, porque los ministros no se dieron el tiempo de estudiarlas con acuciosidad, confirmando las actuaciones de primera instancia.
Nueve años estuve sometido a proceso, en libertad bajo fianza, con prohibición de salir del país, afectándome seriamente en lo profesional, hasta que la Corte Suprema -al revisar mi condena de primera y segunda instancia- me sobreseyó definitivamente, castigando solo al emisor de las declaraciones supuestamente ofensivas.
¿Cómo podía ser el director de un medio responsable de expresiones injuriosas de un entrevistado? ¿Qué significaba una condena de esa naturaleza? ¿Se dieron los ministros de la Corte el trabajo de leer las apelaciones?
Tal vez Dobra Lusic, tanto en el 96 como en el siglo XXI, pensó que había que regularme.
En mi opinión, Sr. Martorell, ni usted ni nadie está por encima de la ley. Si un juez lo condenó a usted por transgredir el ordenamiento jurídico vigente, no hizo más que cumplir con su deber de magistrado.
Ya basta de persecuciones mezquinas, como la que usted protagoniza. Si no le han gustado los fallos de la Sra. Lusic, es su problema, pero no intente manipular a la opinión pública en su resentimiento.
Por último, y no por ello menos importante: ¿Cómo puede usted poner como ejemplos de libertad de prensa dar a conocer secretos de estado, no respetar los procesos judiciales en cuanto a los secretos sumariales y documentos reservados?
¿Piensa usted que hacer caso omiso de la ley es un acto de libertad periodística?
Usted tiene todo el derecho a expresar sus opiniones y las respetamos, como el señor Martorell y todos los periodistas de este medio a publicar e informar sin restricciones. La mentada ley de abusos de publicidad, proveniente de la dictadura, no se usó casi nunca en democracia para condenar a los periodistas, salvo en el caso mencionado por nuestro director. No se trataba de secretos de estado ni nada parecido, solo de impedir que la opinión pública conociera un caso, muy específico, que en nada afectaba la seguridad nacional y que, además, se había malinformado al respecto. Respecto a persecuciones mezquinas, simplemente, lo invitamos a leer la prensa de estos días, de todos los sectores, la que ha rechazado cualquier intento de regular la prensa. No descansaremos en que haya absoluta e irrestricta libertad de información para que sea la ciudadanía la que premie o castigue a medios y periodistas, no las cortes ni leyes ad hoc.