Visitare il sud d’Italia: del Etna al Vesubio (Primera Parte)

Un periplo que se inicia en Catania, en Sicilia, en las faldas del Etna, cruza por Calabria y finaliza en Nápoles, una de las ciudades más italianas, pero que convive con la fuerza eterna del Vesubio. De volcán a volcán, recorriendo en medio de olores, sabores, música, colores, simpatía, luz y mucho ruido, el de la gente. ¡L’Italia vive! Y lo hace de veritá.

Por Francisco Martorell Cammarella

A veces un vuelo low cost te abre una ventana al mundo, algo nuevo por conocer o te lleva directamente a una ciudad que no estaba en tus planes, un lugar inesperado donde puedes encontrar o no lo que andas buscando.

Es que usar el sitio skyscanner y poner solo el punto de partida y no el destino es el comienzo de una aventura fascinante o quizá de un fracaso absoluto. Pero vale la pena intentarlo.

En Madrid hicimos eso y la rueda de la fortuna estuvo de nuestro lado, por solo 15 euros el pasaje la vilipendiada línea aérea Ryanair -con nada más que una maleta de 8 kilos-, nos transportó hasta la Sicilia profunda y dejó en el aeropuerto Fontanarrosa de Catania, la segunda ciudad más importante de la isla, únicamente superada en tamaño por Palermo, la capital de la región.

Más de 300 mil habitantes tiene Catania, histórico puerto y, lo más importante, con vista privilegiada al monte Etna, volcán tan activo que su última erupción fue el 24 de diciembre del año pasado. He ahí la razón del precio del vuelo, pensamos. Nadie en su sano juicio se aposenta cerca de un macizo enojado de más de 3 mil metros de altura. Nosotros lo hicimos.

La erupción había provocado un sismo y muchos heridos, pero la ciudad estaba intacta y sus colores y olores también. Llegamos en pleno carnaval, cuando se le rinde homenaje a Santa Ágata, una virgen y mártir del siglo III que abrazó el cristianismo y que por rechazar las insinuaciones amorosas del procónsul de la isla, fue torturada hasta morir, luego de ser enviada a un lupanar donde a pesar de todo pudo mantener su virginidad. Al año de su muerte, el Etna explotó y lo habitantes se encomendaron a ella: la lava se detuvo en las puertas de la ciudad. Catania se salvó y Ágata se convirtió en la patrona de toda Sicilia.

A la santa la volveríamos a ver durante todos los días que estuvimos en Catania, no solo en las procesiones y los altares, también en las caras y en la devoción de los catanesi, pero especialmente en la habitación del hotel Asmundo de Gisira, un palazzo del siglo XVI en el que nos alojamos, a 300 metros de la Piazza del Duomo, cerca del mercado y de los mejores restaurantes de pescados y mariscos de la zona.

Definido como un “art market living boutique”, el hotel tiene pocas pero exquisitas habitaciones y tuvimos la suerte de ocupar la dedicada a la santa, con juego de luces, altares y vista al Etna desde la terraza, cuyo objetivo es revivir el misticismo de la virgen y jugar con uno de sus símbolos, los velos, que todavía se conservan en la ciudad y abundan en la amplia y cómoda habitación del Asmundo.

Un lugar sorprendente, completamente refaccionado, pero manteniendo el estilo, el lujo y los elementos que caracterizaban la construcción de entonces.

No es barato, una noche cuesta más de 150 euros, desayuno incluido, pero la experiencia mística, sensorial y artística, vale el esfuerzo. Además, en la puerta del palazzo, todos los días se instala una feria de frutas, carnes y pescado, donde la Italia de hoy y de siempre se expresa a los cuatro vientos. Y a gritos también.

No todos los caminos van a Roma

O sí, pero se puede llegar despacito, porque en el sur de Italia hay mucho para ver. En la Piazza del Duomo de Catania, para empezar, puede disfrutar de la Fontana dell’Elefante, una obra monumental que tiene un paquidermo de Basalto, realizada entre 1735 y 1737 por el arquitecto Giovanni Battista Vaccarin. El elefante que la engalana, sobre el que no se sabe ni su procedencia ni data aunque sería de la época cartaginesa, también protegería a la ciudad del Etna. Al frente suyo está la catedral y a su costado nace la avenida Etnea, construida con posterioridad al terremoto de 1693, en cuyo recorrido se pueden ver edificios estilo barroco siciliano, iglesias y una gran cantidad de palacios. En la histórica arteria hay mucho comercio y una gran cantidad de restaurantes.

Nosotros optamos por almorzar cerca del mar y cenar en un lugar más céntrico, en ninguno de los dos nos equivocamos. De día en la Osteria Antica Marina (Vía Pardo 29) llegamos recomendados por la Guía Michelin, quien tiene al lugar entre sus preferidos y señala de él que “se ubica en la ajetreada zona de los mercados, a pocos pasos de la catedral” y que se trata de “una alegre trattoria donde degustar fragrantes especialidades de mar: el pescado se vende al peso, los platos se proponen de viva voz”.

Excelente comida, mejor atención y productos de calidad inmejorable, desde la ostras hasta el pescado, así como las preparaciones. No falla el aceite de oliva, ni el pan ni menos el vino. No por nada tiene “el plato Michelin” que significa “una cocina de calidad”. Si bien se puede gastar mucho, también se come por 20 euros. Sí es aconsejable reservar porque el lugar, la zona (en medio de La Pescheria) y su calidad, atraen a catanesis y turistas en toda época del año.

En la noche, después de recorrer la Plaza Stesicoro, en la mencionada Vía Etnea, uno de los lugares más importantes y donde se encuentran las ruinas de un anfiteatro Romano, el segundo más grande después del Coliseo y que estuvo en el olvido hasta el siglo XX, nos decidimos por un restaurant más íntimo, atendido por sus dueños y que hizo que verdaderamente nos sintiéramos en casa.

Aún no tiene platos ni tenedores Michelin, porque abrió recién en octubre pasado, pero seguro los tendrá en el futuro por el esmero que ponen Gianluca Lanzanò en la administración, quien a los 23 años decidió salir de la pescadería que por años tuvo la familia e instalarse con un restaurant y lo acompañó su padre, Natale Lonzanó, quien se luce en la cocina de la Trattoria Marinara La Croce Del Sud (Vía Caff 12) .

Si quiere disfrutar de excelentes preparaciones frías y calientes, de mariscos y pescados, atreverse con la comida verdaderamente siciliana, no dude acercarse a este lugar. Probamos todo y es difícil recomendar algo, usted déjese “mimar por el sabor” como señalan en este lugar y vaya con apetito, no se arrepentirá de degustar los productos típicos de la zona, como la lubina, el salmonete, el pez espada, los mejillones y los erizos de mar, algunos asados al carbón con especies sardas (Cerdeña) y muchas otras propuestas únicas.

Tras dormir en la habitación de Santa Ágata, desayunamos mirando el Etna y juntamos fuerza para todo lo que se debe visitar en Catania, el Teatro Máximo, el monasterio Benedictino (construido en el siglo XII a los pies del volcán), el más grande de Europa y que dejó de cumplir su función tras el terremoto de 1693, sismo que no solo mató a un tercio de los habitantes de la ciudad, también a la mayoría de los monjes.

Ahí nos dimos cuenta de que dos días no alcanzan en Catania, como en ninguna parte, así que tuvimos que optar en la tercera jornada por subir los senderos del Etna o tomar el tren (14 euros ida y vuelta) a Siracusa. Fuimos por el día a la tierra de Arquímedes, una bella ciudad de la costa siciliana, con más de 100 mil habitantes y mejor conservada que su vecina. Tuvimos que apurar el paso, porque aunque el clima jugaba a nuestro favor, nos alcanzó la lluvia. Igual pudimos hacer un buen recorrido por esta urbe que se presenta como un centro cultural desde la Antigua Grecia y que se la reconoce por sus ruinas, como el central Neapolis, un parque arqueológico integrado por el Anfiteatro Romano, el Teatro Griego y el Orecchio di Dionisio, una cueva de caliza con forma de una oreja humana. El Museo Arqueológico Regional Paolo Orsi exhibe objetos de terracota, retratos romanos y escenas del Antiguo Testamento grabadas en el mármol blanco.

No es linda, es muy linda y nos hubiera gustado quedarnos, pero el tiempo jugaba en nuestra contra y debíamos volver a Catania, donde nos esperaba otro alojamiento, el Hotel Duomo (Vía Garibaldi, 23), más cerca aún de la catedral.

Distinto, en parte al Asmundo de Gisira, quizá destaca por su formalidad, aunque también las piezas son temáticas (cine) y de Águeda pasamos a la suite Johnny Stecchino, una farsa de la filmografía italiana (1991) que dirigió y protagonizó Roberto Benigni (La vida es Bella), donde un atemorizado camionero debe fingir ser un conocido mafioso, cuyos colegas criminales lo han marcado para morir. “Si buscas una habitación grande, original, moderna y acogedora, hay que reservar la Suite ‘Johnny Stecchino’. Es la solución ideal por familias y por parejas por una larga estancia” dice en la web del hotel y nosotros lo ratificamos.

Terraza del Hotel Duomo

Existen otras habitaciones, todas del mismo nivel, que también transportan al huesped a la magia del cine filmado en Sicilia: “El Padrino” de Coppola, “El Cartero” de Radford con Massimo Troisi, “El Gatopardo” o “La tierra tremba” de Visconti, “Malena” y “Nuevo Cinema Paraíso” de Tornatore son algunas de ella, las que fueron diseñadas, decoradas y pintadas por las manos de los mismos artistas que han creado varios escenarios cinematográficos. En cada habitación, además, se puede ver el filme que le da el nombre. También el SPA se inspira en el cine, dispone de una pared pintada en referencia a la película “Le Grand Bleu”.

Spa privado del Hotel Duomo
Habitación inspirada en el famoso filme italiano

Buen hotel, cómodo y amplio, excelente desayuno y con una ubicación de privilegio. Use algún buscador, a nosotros nos gusta booking.com por las ofertas estrellas y los descuentos genius, para conseguir un buen precio. Pero no hay habitaciones por menos de 150 euros. Sí las hay en la ciudad en otros hoteles u hostales, como el Balconi al duomo, donde una habitación limpia y cómoda para dos personas se consigue por menos de 40 euros la noche.

En general Italia no es barato, aunque sí movilizarse. Al día siguiente, luego de disfrutar de un breve paseo por la feria y volver corriendo al hotel, una vez que lo habíamos dejado, para retirar el efectivo que se nos quedó en la caja fuerte, nos fuimos a la estación para dirigirnos a Taormina (4,3 euros el pasaje), un pequeño poblado de 10 mil habitantes que se emplaza en un balcón sobre el mar justo frente al Etna.

En la próxima edición podrás conocer más de Taormina y Messina en Sicilia, cruzar a Calabria y saber de Scilla, Cosenza y Mottafollone, arribar a la región de Campania, donde está Pompeya, Ercolano y Nápoles, la zona que domina el Vesubio. (CONTINUARÁ)

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El Periodista