Pobres del mundo ¡Go Home!

El oponerse a la llegada de inmigrantes pobres es francamente irrisorio, ya que, históricamente son los más vulnerables, los pobres, los desplazados y los perseguidos quienes -en mayor medida- cruzan las fronteras año a año.

Por Juan Pablo Briones, Cientista Político

En su segundo trámite constitucional se encuentra el proyecto de ley–originado en mensaje–que modifica la ley de extranjería, el cual evidencia claramente el carácter reaccionario del Presidente Sebastián Piñera, pues, si bien el texto discutido en el gobierno anterior de la Nueva Mayoría tampoco satisfizo a nadie, se distanciaba sideralmente del que fue aprobado en la actual Cámara de Diputados. El primero reconocía el aporte histórico de la inmigración y basaba su articulado en un enfoque de Derechos Humanos. El segundo, en cambio, obedeció a una lógica que ve en el inmigrante el germen de delincuencia y estableció distintas categoría entre ellos, vulnerando la igualdad ante la ley que la Constitución Política reconoce.

A lo largo del articulado aprobado gracias a parlamentarios oficialistas se ve plasmado explícitamente un rechazo sistemático al migrante pobre, lo que muestra la esencia de la clase dirigente de nuestro país, que éstas sienten repulsión por la pobreza. El oponerse a la llegada de inmigrantes pobres es francamente irrisorio, ya que, históricamente son los más vulnerables, los pobres, los desplazados y los perseguidos quienes–en mayor medida–cruzan las fronteras año a año. Ejemplos de esto hay cientos a lo largo de la historia y por sólo nombrar algunos, se puede señalar la inmigración europea de posguerra, en que además de los miles de judíos que fueron recibidos en Sudamérica que venían escapando del monstruo de HITLER, los acompañaron otros miles de europeos que llegaron arrancando de otro monstruo igual de terrible, el hambre.

Como lo mencioné antes, el actual Gobierno dejó en claro que menosprecia la migración actual. Al parecer, porque quienes hoy golpean nuestra puerta no son esbeltos caucásicos como la inmigración europea a la que se les dieron un sin fin de facilidades, claro, ellos eran inmigrantes de ojos claros y cabellos rubios. Hoy en cambio, los migrantes son de tez oscura y ojos cafés. Los inmigrantes pobres de hoy no son ciudadanos de los imperios que años atrás oprimieron al mundo entero sino que son hijos de las tierras colonizadas. En ellos, no encontramos el “idioma del amor” , ellos hablan un inentendible Kreyol. Nuestras élites no ven en ellos el progreso, más bien sólo ven pobreza y marginalidad. Esto se palpa en las calles de nuestras ciudades: en que los colombianos son asociados–con bases o no–a la prostitución y el tráfico de drogas y a los haitianos al comercio callejero de “superochos”, paltas y tomates, empleos que se caracterizan por la precariedad.

A este nuevo inmigrante se lo muestra como una amenaza, como si ellos fueran responsables de los bajos salarios, de la cesantía, incluso se le imputa portar enfermedades degenerativas. En definitiva, se le mira con recelo y desconfianza, lo que es ideal para el oportunismo del presidente Sebastián Piñera y así poder aprobar un texto legal abiertamente xenófogo y aporofóbico, que quiere restringir la migración desde determinados países y expulsar a migrantes que no puedan tienen los recursos económicos suficientes para vivir en Chile.

Afortunadamente a los chilenos no se nos puede expulsar del país por el hecho de ser pobre. No obstante, de aprobarse tal cual la ley de migraciones, los inmigrantes pobres no tendrán la misma suerte, porque la pobreza será causal de expulsión. En efecto, el proyecto aprobado en la Cámara tristemente establece que el no poder ejercer una profesión u oficio o carecer del sustento necesario para vivir en Chile será un motivo para revocar la residencia, expulsando de esta forma a los migrantes pobres. En este sentido, a buen entendedor pocas palabras: si eres un inmigrante sirio, haitiano, colombiano o un ecuatoriano sin dinero, el Estado de Chile te está diciendo “no tenemos espacio para tu pobreza así que queremos que te largues”.

Por suerte para los que nacimos acá no tenemos la obligación que demostrar solvencia económica para seguir viviendo en Chile, pues, si se nos exigiera lo mismo, serían tantos los expulsados, que las embajadas estarían atiborradas de chilenos en busca de ayuda internacional, retrotrayéndonos a momentos oscuros de nuestra historia.

Este gobierno “de excelencia” no debe olvidar la exacerbada desigualdad de ingresos que existe en Chile, que se refleja en que cientos de miles de familias no pueden solventar una vida familiar independiente y se ven forzados a vivir de allegados. Tampoco debe olvidar otra verdad incómoda, que como lo indicó el ex Ministro de Desarrollo Social, Marcos Barraza, en Chile durante el año 2017 más de 10.000 personas se encontraban en situación de calle.

Por último decir que exigirle a los inmigrantes cumplir con los requisitos del proyecto de ley aprobado en Comisión de Gobierno Interior es desconocer profundamente nuestra historia. Al respecto, debo decir, que, a lo menos, me causa extrañeza. La razón es que es impulsada por un gobierno que en su composición social, representa a una elite que se jacta de su origen inmigrante. ¿Acaso no son ellos mismos, los que cada ves que pueden, sacan a relucir su “refinado gusto inglés”. ¿No son ellos quienes destacan poseer un carácter apasionado y vehemente debido a su herencia italiana?, o al momento de realizar bien su trabajo, ¿acaso no aluden a su heredada “eficiencia alemana”? Por esto mismo, ellos saben que la inmigración siempre es un aporte a la sociedad.

Por lo dicho antes es que a los promotores del proyecto de ley, a ellos, a los hijos y nietos de inmigrantes europeos hay que emplazarlos y recordarles que, cuando, sus abuelos llegaron a nuestro país, al igual que hoy lo hacen los haitianos o colombianos, lo único que traían consigo, era un gran vacío en el estómago, algo que al parecer, sus descendientes ansían olvidar.

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El Periodista