La derecha gobierna, pero ¿gusta?
Un reciente informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), basado en las encuestas y datos oficiales de diversos países donde hay un mandatario de derecha, sostiene que salvo en Perú, existe una manifiesta desaprobación de la actuación de los gobernantes de esta tendencia política.
“Salvo Perú (56% de favorabilidad), en todos los demás casos (Guatemala incluida) la imagen negativa de gestión supera la positiva. El caso más extremo de rechazo lo registra Panamá donde entre un 75% y un 83% -según la medición- desaprueba la gestión del presidente Juan Carlos Varela”, es la primera conclusión de un reciente estudio del CELAG, dado a conocer cuando en Chile, algunos mandatarios de derecha se reunían para lanzar Prosur y mostrar la fuerza que tenía el sector en el continente.
Sin embargo, el mismo informe concluye que ni Sebastián Piñera ni Mauricio Macri, tampoco el recientemente asumido Jair Bolsonaro, cuentan con la aprobación de sus ciudadanos. “En el Cono Sur puede observarse una aprobación inicial en los casos de Piñera y Macri, quienes dilapidaron dicho apoyo y ya presentan números adversos. Resta saber qué sucederá con las aprobaciones de Bolsonaro y Abdo pasado el efecto ‘luna de miel’ de los inicios de gestión”, señala el informe.
El caso de Macri, sin duda, es uno de los más emblemáticos. De una reelección casi segura, hoy el expresidente de Boca Juniors no garantiza una continuidad en la Rosada y aspira únicamente a que su contrincante sea Cristina Fernández y la oposición vaya dividida para continuar gobernando.
Celag muestra, con los últimos sondeos, que “la imagen de gestión de Mauricio Macri se encuentra en su peor momento” y para ello recurre a las cifras que señalan claramente el desplome: solo un 30 por ciento de adhesiones. El argentino no ha podido con la economía, la inflación se disparó (47,6 en 2018), al igual que el desempleo, aumentaron las tarifas de los servicios públicos y la inseguridad mantiene atemorizada a la población. La deuda publica llegó al 94,8 por ciento del PBI, según datos del ministerio de Hacienda. Casi 14 millones de personas viven bajo la línea de pobreza.
En Brasil, mientras tanto, si bien Jair Bolsonaro asumió recién el pasado 1 de enero su performance respecto a otros mandatarios, en igual periodo, es bastante más deplorable. Su evaluación positiva apenas alcanza a un 38,7 por ciento. Lula ostentaba un 56,6 y un 49,5 en su primer y segundo mandato. Dilma Rousseff, por su parte, rozaba el 50 por ciento en su estreno como la primera mujer en gobernar el país continente. Salvo el paquete anticrimen de Bolsonaro, que lleva adelante el ex juez Sergio Moro, la ciudadanía se resiste a las políticas impulsadas por el mandatario para la posesión de armas y la reforma previsional.
En Chile, ya sabemos lo que está ocurriendo con Sebastián Piñera, pero visto con los ojos del Celag sus debilidades se asemejan a las de sus colegas. Claro que al chileno le explotó en la cara el homicidio de Camilo Catrillanca y revirtió su caída al convertir a Venezuela en su punto de comparación. Piñera, quien superó el 50 por ciento de desaprobación (Criteria) levantó tras su incursión “humanitaria” en Cúcuta, aunque el desempleo, sumado al bajo crecimiento y el nulo avance en pensiones y seguridad, pueden volver a tirarlo hacia abajo en los próximos meses.
Su socio contra el gobierno de Nicolás Maduro, el presidente colombiano Iván Duque, tampoco lo pasa muy bien, quien llegó a tener el año pasado un 64 por ciento de imagen negativa. Aunque logró reponerse, hoy lo aprueba el 35 por ciento de la población gracias a sus políticas duras contra la guerrilla y el gobierno venezolano, cuestión que gusta a su electorado.
En Ecuador, si bien Lenin Moreno no era un hombre del sector, poco a poco se ha ido inclinando hacia las políticas que defienden los gobiernos de Argentina, Chile y Brasil, haciéndose parte del Prosur y alejándose del ex presidente Correa. Su popularidad viene cayendo sostenidamente desde mayo de 2018, cuestionándose su capacidad de gobierno y la sujeción de sus políticas económicas a los designios del FMI. Según la encuesta de CELAG, el 45,9% de los ecuatorianos piensa que el país está siendo gobernado por los grupos económicos, el 26,9 % por EEUU, el 26,4 % por Jaime Nebot y sólo el 25, 9% considera que Moreno tiene las riendas el país.
En Paraguay, mientras tanto, los datos de diciembre pasado le otorgaban al presidente Mario Abdo Benítez, otro de los que estuvo en Cúcuta y ha venezuelizado la política de su país, solo un 30,1 por ciento de aprobación. Perú, que era la contracara de las caídas en la aprobación de los gobernantes, ha entrado en la misma vorágine desde que al mandatario Martín Vizcarra se lo vinculara con el llamado “club de la construcción” en el caso Odebrecht. El peruano lleva dos meses cayendo y está tratando de revertir la situación: cambió el gabinete el 12 de marzo.
En otros gobiernos de derecha en la región, los centroamericanos de Costa Rica, Honduras, Guatemala y Panamá, la situación no es muy distinta. Según el último sondeo de CID Gallup realizado en enero de 2019, señala el informe “el 74% de los ticos y ticas cree que el Gobierno va en el rumbo equivocado y el 60% desaprueba la gestión de Carlos Alvarado, convirtiéndose en el presidente peor evaluado en 40 años”. Para revertir su caída, el gobierno usó la fórmula Bolsonaro: buscó el apoyo evangélico y anunció traslado de la embajada de su país a Jerusalén.
La desocupación y el aumento del costo de vida han desgastado al gobierno de Juan Orlando Hernández en Honduras, quien registró el año pasado una dramática caída en la aprobación de su gestión. No tanto, sin embargo, como su par de Panamá, que suma un 75 por ciento de desaprobación y que deberá enfrentar las urnas el próximo 5 de mayo. La causa: corrupción.
RECETA SIMILAR
Lo curioso es que, frente a la caída en las encuestas, la receta pareciera ser la misma en todas la latitudes. “Un recurso común al que parecen apelar los mandatarios para incrementar su favorabilidad ante la opinión pública es la confrontación con los gobiernos de izquierda, tanto locales como regionales, especialmente el de Maduro. La polarización parece ser redituable a la hora de obtener el favor en los sondeos. Dicha lógica opera para las figuras de Iván Duque en Colombia, Piñera en Chile y Bolsonaro en Brasil, todos gobiernos que asumieron su cargo el año pasado (al igual que el reemplazo de Vizcarra, quien en marzo de 2018 llegó a la Presidencia tras la renuncia de Pedro Kuczynski). Aun así esta lógica tiende a perder efectividad conforme avanza el tiempo. En el caso de Macri, la fórmula de la confrontación sirvió durante la primera mitad de su gestión, pero luego mostró sus límites. Una tendencia similar se corrobora en Chile”, asegura en Celag.
Y agrega: “La opinión pública no es un dato objetivo y se encuentra mutuamente imbricada con uno de los temas claves de las democracias contemporáneas: la proliferación de la llamada “posverdad”. Si bien las falsas promesas de campaña han sido parte del ethos de la política, en la actualidad las astucias de la desinformación generan la sentimentalización de las decisiones políticas y la fragmentación de la opinión pública, lo que se evidencia en el apoyo a candidatos que promueven medidas tendientes a un populismo punitivo azorando rivalidades nacionales, raciales, de clase o género, y cuyo discurso logra hacerse adeptos en la opinión pública. Sin embargo, también evidencia sus limitaciones a la hora en que la ciudadanía evalúa sus condiciones objetivas de vida. No solo los electores son cada vez más volátiles, también sus opiniones.
Fuente: Informe Celag