Game of Thrones: bajo el fuego cruzado del snobismo

Es cierto, rara vez una serie épica ocupa los top ten del género, pero GOT es una particular excepción.

Por Miguel M. Reyes Almarza*

Liderar las preferencias de las audiencias en tiempos líquidos –como los de Bauman– no es tarea para débiles. Cuando se está en la cresta de la ola una producción audiovisual suele ser blanco de numerosas estrategias de menosprecio, coordinadas o no, ya sea de parte de los famosos ‘haters’ que golpean todo lo que se mueve con tal de no quedar fuera del discurso social -por miedo principalmente al aislamiento- o aquellos que enarbolan una raza ‘cognitiva’ superior y menosprecian lo que saborea el vulgo.

Definitivamente no hay como complacerlos a todos no obstante los números no mienten.

14,7 millones de telespectadores solo en EEUU reportó el primer episodio de la octava y última temporada de “Game of Thrones”, cifra que le concedió la gracia de ser récord indiscutible para una serie de televisión. La obra de ficción basada en la novela “Canción de fuego y de hielo” del señor de la fantasía George R.R. Martin y que debutó un 17 de abril de 2011 rompía así su propia marca cuando el 2017 en el último episodio de la séptima temporada alcanzó los imposibles 16,9 millones de televidentes en Norteamérica. Las redes sociales, fiel reflejo de ‘engagement’ -siutiquería formal para llamarle al compromiso de las masas- marcaron en este episodio estreno más de 5 millones de interacciones en twitter. Difícil se hace entonces sacarle el cuerpo y la atención a tan mentada producción.

Y es que el éxito de una obra, cualquiera que esta sea, está supeditado a la voluntad y al tiempo que todo lo cura. De seguro los entusiastas del desprecio no veían ‘The Wire’ cuando por allá, en los inicios del nuevo milenio, era ‘mainstream’ y aparecía como la serie favorita de Barak Obama; lo mismo debe haber pasado con ‘The sopranos’ que alcanzó a tener su propio videojuego; qué decir de ‘Twin peaks’, la joya de David Lynch, que en 1992 era transmitida por televisión abierta –canal 13- los lunes en horario prime, para más tarde ser castigada al trasnoche y desaparecer sin pena ni gloria bajo el murmullo social que la catalogaba de grotesca y rara. Eran malos tiempos para el arte. Más temprano que tarde y con base en un acabado análisis de guion y técnica la serie policial ambientada en los barrios bajos de Baltimore se ganó el título de la mejor de la historia según FilmAffinity, la familia mafiosa italoamericana se consagró como un imperdible de la cultura popular norteamericana y los ‘picos gemelos’ escalaron al rango de séptimo arte.

No se mal entienda, no estoy vaticinando de buenas a primeras un futuro esplendor para GOT sin embargo, como serie en desarrollo, merece al menos finalizar y sedimentar desde distintas perspectivas de análisis antes de probar un trago generoso de su eventual calidad e impacto. Porque méritos tiene, el drama central es de un realismo sociopolítico muy contingente, corrupción y coaliciones entre bloques que tienen como espectadores impotentes a grandes masas de población atrapadas bajo las tensiones, muchas veces caprichosas, de sus representantes. La metáfora del invierno, con el lema de la casa Stark “Winter is coming”, puede ser entendida como el fantasma clásico de la economía de mercado, una especie de recesión económica que podría acabar con todo el mundo conocido si no se sabe de alianzas beneficiosas –llamémosle tratados de todo tipo- para paliar tal amenaza, que tanto en la historia como en la realidad, es el fantasma más brutal. Los vínculos familiares por su parte son otro acierto distintivo de la serie debido a la simplicidad de tales lazos, a saber, el inconmensurable amor de madre -Cersei, Catelyn Tully y la misma Daenerys con sus dragones- la familia como el centro de la actividad política e ideológica –cada una de las casas en juego reclaman imponer su forma de ver la realidad, nepotismo tal como lo conocemos- y la desgracia tras el desconocimiento de tales parentescos, algo así como 100 años de soledad donde el miedo a intimar entre hermanos mantiene una tensión adicional al ritmo de la historia.

Desde el punto de vista técnico la fotografía roza lo impecable, combinando la animación digital que reproduce épicas batallas –algunas basadas incluso en películas icónicas como Salvando al soldado Ryan o la clásica Espartaco- personajes fantásticos –dragones y hechiceros- y escogidos exteriores que incluyen parajes excepcionales de Irlanda del Norte, Croacia, Islandia, Marruecos, España, Malta, Escocia y Estados Unidos. El tono cinematográfico se acrecienta a partir de la tercera temporada y no se abandona hasta el final.

Es cierto, rara vez una serie épica ocupa los top ten del género, pero GOT es una particular excepción. En el último ranking diseñado por la revista especializada Hollywood Reporter –que incluye la opinión de casi 3 mil trabajadores del mundo del Cine- aparece en un prometedor puesto número 4, detrás de Friends, Breaking Bad y X-Files y dejando rezagadas joyas como The Sopranos, Mad Men o los mismísimos Simpsons. Así como existe la falacia de consenso que implica desconocer la bondad de una obra por lo masivo de su reconocimiento, el gesto contrario, falacia snob o de grupo privilegiado también aplica a la hora de creer que por un puñado de seudo intelectuales que ‘dicen’ no verla, es suficiente para entender que detrás de eso hay una razón fundada en algo más complejo que su egocentrismo.

Si la serie pasará a la historia es una discusión que amerita al menos un poco de distancia temporal, humildad intelectual y calma, mientras tanto bueno es relajarse y dejar que las espadas choquen entre sí ¿Quién gobernará los 7 reinos? Es una pregunta que todavía está por responderse, desde la buena voluntad y no desde la opinión narcisista.

El futuro se encargará de escribir el capítulo final de este juego.

★★★☆☆ (3 sobre 5, por ahora)

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

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