Viña 2019 (V y penúltima jornada): oda al playback y a la misericordia

Análisis –gratuito- de la quinta y penúltima noche del 60° edición Festival de la Canción de Viña del Mar, o lo que va quedando de él.

Por Michael Kings

Penúltima noche, noche de finales necesarias mas no importantes para el público. Algunos dicen que era la más esperada por el show ‘anglo’.

¡Bastricbac olrai!

El lugar: Nuevamente plaza completamente llena y es obvio que del total de los tickets vendidos, que fueron los que más rápido se agotaron, más de un 99,9% fueron motivados por los muchachos –o exmuchachos- de Orlando, EE.UU. el mismo que se retiró durante el show del humorista y la forzada presentación final. A estas alturas me parece inteligente dejar lo descartable para el cierre y así la gente no llega tarde a sus casas.

Los animadores: Pensaba saltarme este ítem ya que no mejoraron y es majadero insistir en eso. Es obvio que no volverán animar Viña, sin embargo, y solo por morbo podemos agregar a su cúmulo de desaciertos el escaso manejo del inglés a la hora de relacionarse con la banda norteamericana. Ok, es situacional, podemos entender que “Golden Gaviot” es gaviota de oro, pero, es impresentable la escasa fluidez y las frases hechas de curso intensivo de verano. Se supone que son profesionales y no es muy profesional darse vuelta con el “open de dor” “clos de güindou”, peor aún cuando olvidan traducirle al público lo que dicen sus interlocutores. Por suerte, siguen bien vestidos.

Sigamos…

Backstreet Boys: ¡Sí! Los mismos, no bromeo, los mismísimos BSB que vinieron en 1998 y que por uno de esos tantos inventos fallidos del festival no fueron galardonados con Gaviota –locura y desmayos mediante- ya que solo se otorgaba tal premio a la competencia y el resto se llevaba una medalla conmemorativa que a estas alturas debe haber sido fundida para el desarrollo de la metalúrgica norteamericana. Sigamos.

Allí estaban, los 5, AJ, Howie D, Kevin, Brian y Nick, el ‘rubio’ que carga con un proceso pendiente por violación y arrastra otro que fue desestimado por lo tarde de la acusación. Vistiendo a la usanza de los 90’s y con algunos kilos de más configuraban una de las imágenes más ‘Kitsch’ del evento viñamarino. Su público, como era de esperar, solicitó rápidamente que demostraran su único talento visible entonando el famoso “mijito rico, mijito rico”. Luego, entre largas pausas de cambio de vestuario –para quedar no muy distintos- y mucha interacción con un público avezado en el idioma inglés que les daba mucho respiro entre éxito y éxito se vino lo central: un ‘playback’ de antología. Y no basta con mover la boca, la idea es moverla para que coincida con la ‘playlist’ y eso muchas veces no se logró, entre sus jadeos por falta de aire y los continuos saludos al respetable, el ‘lipsing’ les quedó difícil. Los temas lentos tuvieron más espacios para unas voces desgastadas, de poca categoría y armonía inexistente.

No hay mucho más que agregar, fue una especie de cápsula del tiempo donde no saber cantar era una opción válida y lo que se necesitaba eran rostros para ponerle a la música –Milli Vanilli es su máxima expresión- Brian, ayer y hoy, el más cercano a un cantante, acusaba una garganta destruida por un problema de salud situación que dejó a la ‘boyband’ a su propia suerte. Sin embargo el público ‘On demand’ –no lo olvidemos- pagó por verlos y los vio, eso se llama eficiencia en el servicio.

Justo a las 23:30 se acabó la ‘playlist’ y sería todo, no se podía usar el ‘repeat’ ni tampoco el ‘shuffle’. Tomaron sus dos gaviotas y se largaron raudos del lugar ante los gritos desencajados de sus fans que no podía entender que no hayan traído un ‘pendrive’ de mayor capacidad. Fue un lindo recuerdo.

Mauricio Palma (Humor): Desde hoy ‘El Rey del Ad Misericordiam’. Su recurso principal fue tomar la posición más baja, como los grandes maestros orientales, bajo perfil, casi pidiendo por favor cada segundo de su existencia y eso le valió una pifiadera continua pero no lo suficientemente ostentosa para tumbarlo del escenario.

Y empezaron los lugares comunes clásicos de este mezquino humor. “El chileno se ríe de las desgracias” y acá vamos otra vez con una serie de anécdotas sin gracia pero lo suficientemente atenuadas para no despertar al monstruo. Hay que reconocer que en ese andar de puntillas por entre las fauces del público se puede advertir un talento también. Sigue con una tanda de conceptos básicos de alumno de sicología que no lograron movilizar en demasía al respetable y que en ciertos momentos estuvieron a punto de hundirlo. Luego, los recuerdos del pasado –tan apetecidos por el nostálgico público nacional, sino pregúntenle a los BSB- entre malones y jingles clásicos, quizás desde el punto de vista de lo que pone en común, lo más inteligente de la noche. Cierra con un personaje extraño, forzado y de esfuerzo básico. ‘Violento Parra’ una especie de némesis de los trovadores de izquierda que no logró poner un solo chiste bueno, sin embargo, la música –y eso ya lo demostró la ciencia- es capaz de calmar a las bestias. Nuevamente con inteligencia un par de acordes evitó su caída.

Y es que al parecer los ‘youtubers’ y su tierno público mantienen una relación más de eros que de logos. Hay más amor y empatía –y mucha soledad- en las audiencias virtuales que criterio e inteligencia racional, por tanto basta con ser simpático y buena onda para asegurar fama en el espacio de flujos. Cárcamo como siempre regala la Gaviota de plata para apurar el trago, más tarde la de Oro tendrá la misma oferta. El bis, más forzado que la naturalidad de Raquel Argandoña, termina siendo para el olvido. Un chiste misógino, básico, de salón de pool que facilita las cosas para sacarlo del escenario.

Si no sabe quién es, no pierda su tiempo, nunca lo sabremos y no es necesario.

Competencia internacional: Debo admitir que me equivoqué –en realidad el jurado lo hizo- y pasó lo impensado.

Argentina: al igual que la competencia anterior, se llevó los dos premios. Ok, puedo aceptar que son buenos intérpretes ya que a lo largo del certamen hemos visto que cantar está en desuso y es un privilegio de pocos poder armonizar en octavas pero lejos es un número predecible, sin gracia y visto repetidas veces en el Casino Monticello, con tibios aplausos.

Acá debió ganar Panamá, en la voz de la gran Margarita Henríquez, que se esforzó por poner el folclor sobre cualquier tipo de fusión de salón. Desde la interpretación impecable hasta los trajes típicos fue lo más cercano al concepto. La canción argentina pudo participar perfectamente en la competencia internacional, al igual que la chilena, y nadie hubiera percatado que estaban en categorías distintas. Mal el jurado, sobre todo para esta parte de la competencia que cada año se diluye en la moda y no en lo popular regional. El día que en esta competencia gane una canción con playback y sin ningún instrumento real en el escenario cuelgo el teclado ¡He dicho!

Cami: Desde hace un tiempo que hemos visto forzosamente la inclusión de esta cantante en cada cosa pública que se hace en este país. Una gran campaña de su manager –supongo- que va desde incluirla en grandes festivales, como este, campañas de interés relativo y publicidad de retail. Sin embargo mi pregunta retórica es la misma ¿Quién es? Y no se engañen porque había público que coreaba sus canciones -aunque para ser fiel a la verdad no más de un puñado de personas que fueron ubicadas en las zonas bajas luego de que las fans de BSB abandonaran el recinto- ya que en nuestro país la publicidad pega tan fuerte que todo lo que sale en pantalla es lindo, exitoso y digno de nuestro aplauso. Nos comportamos como el perro de Pavlov ante el más mínimo estímulo de los medios. Solo basta con darse cuenta que luego del show de Alís la gente empezó a repetir como idiota, en sus círculos íntimos y públicos-, frases como “quedo atento a sus comentarios” o “que se mejore”. Y esto no es falta de humor, es simplemente un dato a la causa de que no somos nada cuando los medios nos dicen qué hacer o qué decir. La famosa teoría de agenda. Pero volvamos a la cantante.

Cami –imagino Camila- es un producto que se cree el cuento y eso en el ‘show business’ es un gran talento, pero además de creerse el cuento da la impresión que no sabe que se le nota en demasía la actuación. Tiene todos los ‘tics’ básicos de escuela de canto, a saber, el ‘Alf’, eso de raspar la garganta para que la gente diga “¡qué fuerza!”; los gritos destemplados y sin criterio alguno para que la gente diga “¡Qué pasión!” y la articulación defectuosa, que aunque impide entender la mitad de lo que dice, le da al respetable la sensación de que está ante alguien que tuerce el idioma a voluntad gracias a su excelso talento y distinción del resto de los mortales. Solo extrañé el sonido “Tché” de la letra T al mejor estilo Ricky Martin y las ‘eses’ aspiradas con mucha saliva de Luis Miguel.

Puedo entender que quienes la manejan y el mundo de la música popular en general, utilice a sus ‘artistas’ como objetos de compra y venta pero al menos pónganle un productor musical de calidad. Cada una de las canciones –recuerden que música es ritmo, armonía y melodía- eran un grupo de notas concatenadas por una fórmula matemática sin melodías ni armonías recordables, es decir, solo ofrece ritmo y energía, lo mismo que una gota de agua sobre una piedra, o un clavo en el neumático. Obviamente este tipo de música se desparrama por las redes sociales y las aplicaciones de ‘streaming’ con gran facilidad pero así como aparecen se olvidan.

Ok, tiene 22 años, no es tan chica para el mundo del espectáculo, ojo, pero aún se puede hacer algo, tiene un cabello hermoso y si se deconstruye de su aprendizaje vocal de academia de Lucho Jara podría aspirar a algo mejor. Nada de manierismos pobres que solo convencen a incautos, tiene un buen caudal vocal y eso se puede explotar bien, si alguien quiere hacerlo y si hay voluntad para trabajar.

María Luisa le regala la primera Gaviota y luego el público –que no superaba las 2 mil personas- le devuelve el favor con la de Oro. Ojalá podamos verla haciendo algo de calidad, todavía está a tiempo, mientras tanto aplausos a su manager (que me recuerda al representante de Pinilla).

Otra jornada de aprendizajes tuvimos este jueves. Una demostración empírica del poder de los medios y la escasa defensa de las audiencias masivas. Un caso de hombres ‘objeto’, la ternura y solidaridad al caído, al de escaso talento y que en nuestro país la producción musical es pésima. ¿Qué pasará esta última noche? Se preparan los coxis para chocarlos contra el suelo. Un festival de tan poca categoría cierra como se debe, al mejor estilo del “tacu tacú”, pero esta vez repetido hasta el infinito. Aún así todo puede pasar y estaremos allí soportando la tortura ¡Solo una más!

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El Periodista