Ecuador: un pasito en la mitad del mundo
La primera vez que fui a Ecuador me encontré con un país que no me recordaba a otro. O quizás sí: a uno nuevo que se tejía en mi cabeza, en mi imaginación, en mis recuerdos. En estas líneas un recorrido por Guayaquil y Montañita, dos imperdibles para cualquier época del año.
Por Montserrat Martorell
Guayaquil es una ciudad portuaria. Eso lo sabemos siempre antes de aterrizar en ella. No solo es la más grande del país sino también “la capital económica de Ecuador”. Ubicada en la costa del Océano Pacífico y a orillas del río Guayas, fue fundada en 1547 y esconde una mágica leyenda: su nombre responde a la unión de los nombres de un cacique llamado Guayas y de su esposa Quil, símbolos de la resistencia autóctona que, según dicen los entendidos, lucharon y murieron a manos de los conquistadores españoles.
Todo eso, su historia salpicada de sangre, así como el barrio de Las Peñas y sus casas de colores, el Cerro Santa Ana, parques y catedral, configuran un pedazo importante de la identidad ecuatoriana que intentaremos repasar recomendando los mejores lugares para llenarse la boca con los sabores de una tierra que no se acaba nunca.
¿Dónde dormir?
Si quieres quedarte en un lugar que te permite mezclar comodidad, confort y descanso, además de estar cerca de todo lo que necesitas conocer, entonces tienes que quedarte aquí. Emplazado en la Ciudadela Kennedy (Avenida Francisco Boloña 503A y Jorge Inzúa), fue construido recientemente y tiene una vista que impacta al turista, pues se dirige hacia el amplio ramal del Estero Salado que separa a Kennedy de la Ciudadela Urdesa.
Imperdibles son su desayuno y una atención de primera calidad que te obligará a volver una y otra vez.
¿Dónde comer?
¿Vamos de tapeo? ¡Ole! Y no estamos en España sino en Samborondón que nos invita a deleitarnos con una exquisita “fusión de colores”, declaración de principios anticipada que tiene “La Pizarra”. ¿Su sello? La calidad y presentación de las tapas. ¿Qué no te puedes perder? La tosta de hongos (rodaja de pan campesino con ricotta y hongos al ajillo), locro viajero (locro de papa con queso brule, aguacate fresco y choclo crocante), pulpito amarillo, rollo de maduro con cangrejo o ceviche de camarón (con tomate cherry y maní).
Si quieres seguir endulzando tus sentidos nada mejor que unas oreos lampradas con masa de waffle o un mouse de chocolate con uvillas y hierba buena. Aplauso para el canelazo sour y el fresco de coco.
Precio promedio para dos personas: 54 dólares.
El río a la orilla, la sangría monumental, la música prácticamente sentada en nuestra mesa. Eso es “Lola Lolita”, cocina de autor que renueva permanentemente su oferta. Un must: los langostinos en crocante de coco y chutney de maracuyá (16 dólares) y la sangría premium (48 dólares). ¡La mejor que he probado!
Muy cerquita de La Pizarra está Carlo y Carla, un pedazo italiano en medio de Samborondón. Lo primero que me llamó la atención fueron los nombres de sus platos: Delirio, Perla Negra, Terramare, Paradisiaco. No hay comensal que salga infeliz porque incluso el paladar más exigente se contenta con cuanta alternativa ofrecen: sopas de mariscos, cangrejos, cebiches, carpaccio, tartar de atún, pulpos, pastas y langostinos.
Empezamos con una tabla que comprendía una degustación de cinco tipos de quesos con mermelada de membrillo, acaramelado de cebolla, paitena y polentadura (29.44 dólares). Seguimos con el plato de fondo y me incliné por el Rialto (típico risotto al sauvignon blanc perfumado al limón y eneldo con carne de cangrejo de 19.11 dólares). Mi acompañante, por su parte, optó por unos canelloni rellenos con cangrejos perfumados al ron, crema de leche y gratinados al horno con queso gruyere (18 dólares).
Bien por el pan, la salsa y el aperol. ¡Cinco estrellas!
Italia, Japón y Perú están presentes en este restaurante que pretende fusionar a los tres países imprimiendo sus identidades en los distintos platos. Con un diseño moderno y vanguardista sorprende a sus comensales desde 2011.
Empezamos con media jarra de sangría (13.39 dólares) y seguimos con los rolls acevichados (relleno con langostinos al panko cubierto de kanikama y bañados en salsa de acevichado). Los tiraditos de corvina, salmón o pulpo al olivo también son una opción para un buen inicio. Destaco el trío de causas (18.99 dólares), la leche de tigre (3.98 dólares) o el “Piqueo mar y tierra” (35.95 dólares). Las pastas también son un placer y si es de los que las prefiere, no deje de probar los fettucine con camarones gratinados o el spaghetti rioko.
Para cerrar la noche el volcán de chocolate y el helado de vainilla harán lo suyo.
Precio promedio para dos personas: 78 dólares
Montañita: entre lo hippie y lo chic
Llevaba años escuchando respecto a este balneario ecuatoriano y apenas tuve oportunidad fui a conocerlo.
Los que estuvieron hace algunos años dicen que está cambiado, que ahora es mucho más producido y elegante, sin embargo, yo, que no lo conocía, creo que mantiene su concepto natural con ciertos toques de sofisticación que atraen a turistas más exigentes. Un solo nombre para recomendar dónde quedarse a dormir: Nativa Bambu Ecolodge. Superior, elegante y moderno, todas sus piezas, absolutamente confortables, son de bambú.
El desayuno, con una carta fiel a su estilo (productos locales seleccionados), se sirve mirando al mar en un entorno natural y bonito. Personalmente me quedo con la ensalada de frutas tropicales con yoghurt, los huevos estrellados, la araña de plátano coronada con queso fresco, sus panes artesanales, mermelada orgánica, las tostadas francesas con miel, sus frutas de estación y la mantequilla de la granja. ¿Qué otro servicio vale la pena? Su piscina que, eterna, mira a un pueblo con mar.
Otro punto para destacar es su ubicación: se emplaza a pocos metros de donde empieza el ruido, pero lo suficientemente lejos para escuchar también el silencio. Eso en un destino tan demandando siempre se agradece.
¿Vamos a comer?
En la calle principal y con una propuesta única (la mejor sin dudas) está The Wave con un estilo que fusiona lo mejor de la gastronomía latinoamericana.
Recomiendo encarecidamente probar los tacos, el guacamole servido con tortillas de chip de maíz, las empanadas costeñas (cinco dólares cada una), el ceviche de atún (marinado en limón, lima y aceite de sésamo) y la “Fiesta del mar” (mejillones y almejas en una combinación perfecta de tomate fresco, chili, ajo y vino blanco). Anoten el risotto de poseidón y los camarones al coco.
PS: el wave sour la lleva.
Me encantan las arepas, esa masita hecha a base de maíz, tan famosa en países como Colombia y Venezuela.
Que son ricas, lo son, y lo supe desde la primera vez que, viviendo en España, me comí unas. Y aquí, en Tuja Food, en pleno centro de Montañita, siguen tan ricas como siempre y haciendo los honores respectivos a sus orígenes. Aplauso para ellas y para sus zumos.