Análisis –gratuito– de la primera noche del 60° edición Festival de la Canción de Viña del Mar, o lo que va quedando de él.
Por Michael Kings
El autodenominado “Festival de los Festivales” se impuso este año una gran tarea y esta es celebrar de forma memorable los 60 años de existencia, sin embargo, las irregularidades financieras que encontró la Contraloría en el municipio de Viña del Mar y sobre las cuales se abrió un proceso, al parecer, obligaron a la actual edil –Virginia Reginato– a ‘contener’ sus gastos, y de paso, echar mano a un montón de ofertas y paquetes promocionales de artistas. El resultado de esta austeridad obligada ya se deja ver en la famélica parrilla programática y acelera el olvido de la actual versión. Como todos los años, bienvenidos al análisis gratuito –pero no por eso menos valioso– del Festival.
El lugar: Escenografía preciosamente lograda, como muy pocas veces se vio en el festival, orgánica, una especie de columna vertebral enorme que contiene 3 pantallas gigantes y coquetea con el minimalismo. Bien, por fin aprendieron que los retablos barrocos súper recargados solo ensuciaban el espectáculo ¡El show primario son los artistas!
Los animadores: Partimos mal. Ella, María Luisa Godoy recurriendo a todos los cócteles de lugares comunes para ganar la anuencia del público –ex Monstruo- “soy mamá, mujer y chilena” recordó a las clásicas rutinas de Porcel y su personaje ‘La Tota’. No podemos negar que tiene una memoria envidiable y recita cantadito todo lo que le dicen y le dijeron, pero ese ritmo al hablar condiciona al sueño, no a la efervescencia festivalera. Lindo vestido. Él también se sube al carro de la emoción barata “esta ciudad que me vio nacer” y todo con un tono de seriedad rara vez visto en el histriónico animador ¿Dónde está el Martín Cárcamo lúdico? Apareció muy tarde, ojalá no vuelva el plomazo del inicio. Viste de garzón, pero al parecer es la moda y eso no se cuestiona, es sagrado.
Luego todo se volvió confuso. Cárcamo tomo aire para despacharse un discurso políticamente correcto, tanto que sonó igual que la primera moneda que cae en una alcancía, intentó hablar de democracia, derechos, violencia, racismo y como siempre mirando hacia afuera, ninguna mención a los grandes problemas socio-políticos del país, la famosa miopía política que hace invisible la causa mapuche, la corrupción de las FF.AA. entre muchas otras perlas de la corona. Mientras el público se acomodaba en sus asientos, el ‘blondo’ animador repasaba de memoria un manifiesto que no iba para ninguna parte, pero que encontró su sentido y su origen en el ‘genuino’ grito de “democracia y libertad para Venezuela” como subtexto de este extraño ‘Festival de la Paz’. Alcaldesa, oficialismo, venezolanos votantes, mmm, por ahí va.
Vamos, entonces, con un ping-pong de buenas intenciones entre ella y él sin ningún tipo de ‘timing’, pausas largas y rostros de sorpresa en cada turno de habla. Él se dirige a todos, ella a las mujeres, siempre desde la certeza de lo obvio. Ambos recitan un discurso sin gracia y totalmente prescindible.
El Beso. ¡Qué gesto más triste y medieval! No es necesario, pone en aprietos a los animadores, quizás es la ‘ultima ratio’ de un monstruo que murió en los 90’s. Su última voluntad es repetir en un bucle infinito esa presión interlabial tan fría como la madrugada del litoral central. Los seis segundos más gélidos vistos en el certamen.
Opertura: Más allá de la hiperadjetivación que precedió al homenajeado -recuerda Martín que esto no es un matinal ni calle 7- bien logrado el espacio, Gaviota de Platino –así como Juan Gabriel y Luis Miguel la obtuvieron en años pasados- y reconocimiento ‘post mortem’, como siempre en este país, a uno de los más grandes cantantes de habla hispana y mundial: Lucho Gatica. Una puesta en escena impecable en el que no sobraron bailarines –por suerte solo los justos y necesarios- y la música fue correcta –aunque sin playback pudo lucir aún mejor- dentro de los desafíos que propone coordinar a variados artistas de la canción quienes colaboraron en el homenaje bajo la dirección del gran productor musical y connacional –presidente del jurado por suerte- Humberto Gatica. Gran momento.
¡Y comienza el Festival!…¡No!…¡Comienza el Show! ese show ‘on demand’ donde el público paga para ver su artista de moda y le interesa medio pepino el festival. Quizás esto lo hace más internacional, es cierto, y más fácil de vender, no lo dudo, pero ¿Asumimos entonces con hidalguía que no es un festival de la canción, sino un mega evento cualquiera? Si fuesen capaces los organizadores de asumir esa realidad todo sería más honesto y no buscaríamos talento original ni expresiones culturales propias de nuestro continente. A propósito de los organizadores, mencionan a la alcaldesa y la ‘pifiadera’ se tuvo que apagar con la orquesta a todo volumen, qué lindos recuerdos de los 80’s. ¡Vamos con el Show!
Wisin & Yandel: Su show bailable puede resumirse en una explosión generosa de “gracias” “estamos orgullosos” “¿Dónde están las mujeres solteras?” –como Fabricio y sus despedidas-. Un par de animadores de eventos que no se cansan de agradecer y consolidar la heteronorma del hombre poderoso y la mujer objeto, pero al parecer el público ‘on demand’ paga por eso y eso obtiene “papi, dame lo que quiero”. Salvando a los coristas que intentaban tapar todos los vacíos de la dupla frontal, el aporte del resto de los músicos, con excepción del baterista, era bastante cuestionable, en especial el guitarrista que hacía notas incomprensibles mientras se le daba ‘play’ al eterno “tacu tacú, tacu tacú” del Reggaetón. Con cierta trayectoria en el ambiente lograron hacer de la Quinta Vergara un enorme karaoke y eso –hoy- vale oro. También mandaron saludos a Venezuela, pero estos eran al menos inespecíficos, luego vinieron los fallos evidentes del sonido que supieron sortear con naturalidad, como ya lo había hecho Cárcamo al inicio.
Sin ser abogado del Diablo, sigo confundido con este tipo de expresiones de divertimento, su escaso aporte a la música y su incorrecto lenguaje en lo que a género refiere. Sin embargo fue la noche que se vendió más rápido y eso habla de cómo somos en tanto público y criterio. En unos años más nadie los recordará. Todas las gaviotas –Plata y Oro- y luego de 2 horas se cierra la pista bailable, por el momento.
¿Es presentable que en un festival de la canción el motivo principal ocupe un cuarto del tiempo empleado por un artista del Show? Ese es nuestro festival, eso es Viña.
Backstage: Dinámico, entretenido, cumple las expectativas y evita la avalancha de publicidad. Muy bien maridado con las cápsulas del recuerdo. Es bueno ver como el festival ha cambiado de piel con los años.
Felipe Avello: Lo tildan de absurdo e irreverente, pero rara vez lo es. No hay absurdo porque casi todo lo que menciona es lógico, no es irreverente, ya que suele bordear lo políticamente correcto más allá de ligeras insinuaciones sexuales –que tampoco debieran ser parte del concepto-. Felipe Avello es un tipo extremadamente simpático y esa conexión, poderosa por lo demás, lo mantiene como la mascota preferida del humor. Simplemente novela o miente descaradamente sobre su vida en una notación de ideas que están siempre dentro de lo posible –anécdotas de uso y conocimiento común- y que nadie mejor que él puede contar. Domina tan perfectamente esa empatía que puede darse el lujo de burlarse del Presidente de la República, pero no oculto en una imitación como Kramer, sino en un concepto aún más complejo que es su condición de ‘yeta’. Show repetido que sigue conectándose bien con el público, gente en el escenario y el ‘bandejeo’ correcto de su ‘ayudante’ le permiten con holgura llevarse todas las aves disponibles.
Competencia internacional: Sí, el motivo de toda esta parafernalia se apodera de la escena a eso de las 1:30 am poniendo la seriedad por el piso. De 10 jurados solo 2 tienen algo que decir con seguridad en el ambiente musical –pero al parecer eso no importa- Yuri y Humberto Gatica. El resto gente del mundillo, amorosa, buena onda, de música nada.
Panamá: Para la casa. Nada que recordar. Reggaetón barato, sin originalidad y con una letra sexista que molestó a las ‘chamas venezolanas’. Yo le di un 1,0 pero los amorosos del jurado promediaron un 4,0 dentro del fallo intermitente en el GC de la producción.
Perú: más allá de un nuevo problema técnico que motivo a repetir el inicio de su presentación pudimos apreciar una canción festivalera de tomo y lomo digna de la final. Una poderosa balada Rock en la voz vigorosa de Susan Ochoa que recuerda sutilmente a Robin Beck o al Grupo Heart. Gran tema, quizás no era el mejor público para su performance, sin embargo musicalmente es lo más meritorio. Le di un 5,5 y el jurado promedió 6,1. Bien.
Colombia: Otra vez sopa. Reggaetón funcional en voz femenina y de fórmula archisabida. Sin embargo, estos productos de fácil venta y divulgación suelen ser muy bien considerados por productores musicales que necesitan actualizar su cartera de voces descartables. Un 4,0 por lo utilitario, el jurado reafirmó con un 5,8.
Competencia folklórica latinoamericana: Luego de nuevos impases de administración de tiempo entre los animadores y a las 2:00 am –de respeto otra vez ni hablar- comienza el hoy convidado de piedra del certamen.
Argentina: Los nocheros en versión trío. Correcto, de armonías típicas y uso acotado del bandoneón como detalle sonoro. Bien, pero ya lo olvidé. Yo 5,0, jurado 6,1.
Chile: En algún momento pensé que era Pedro Aznar. Otra vez una canción a la medida, sin mucha alma y sonando a todo lo que parece bueno. La inclusión del lenguaje de señas es un punto más para la discusión acerca de la inclusión, mas no para el análisis musical. Canción de manual. Olvidable, también, post festival. Yo, 5,0, jurado 6,6.
Bolivia: interesante ensamble andino con notas de balada romántica. Una mezcla de pop, charangos y zampoña. Al menos acá hay un intento por desarticular lo obvio, veamos como madura la canción durante el certamen, mientras tanto solo llama la atención. Yo 5,1, jurado 5,5.
Sebastián Yatra: Baladista Reggaetonero. Nada más. Estuvo al borde de las lágrimas toda la noche. Al repertorio de “gracias” y “los amo” de la pareja puertorriqueña W&Y, este ‘paisa’ sumó sobrada afectación acerca de lo increíble que estaba viviendo. Nuevamente ritmos envasados que rebotan en su pectoral depilado y que no ofrecen mucho para poder analizar. El uso de un polerón con la imagen de David Bowie fue el momento más extraño del certamen y por el cual lo recordaremos hasta mañana. Luego lo obvio, el público cantando “mijito rico” poniendo en evidencia que venían más a ver que a escuchar. Gaviotas de plata y oro que salieron con fórceps, a esas alturas Cárcamo quería irse a su casa. Para guinda del pastel, suben unos niños venezolanos que le ayudan a amplificar su consigna #Volveracasa, un mensaje directo en contra de Maduro, sin eufemismos, que se diluye minutos después con el lugar común de utilizar la camiseta de la selección de fútbol del país anfitrión y manosear la bandera. Buen porte, depilación perfecta. Gracias por venir.
Fue la noche del Reggaetón que todavía respira poderoso más allá del sexismo y escaso aporte musical. Veremos que pasa hoy cuando les toque a los dinosaurios aparecer en escena. La tortura aún no ha terminado. Los siguientes análisis serán más escuetos, lo prometo.