Análisis –gratuito– de la cuarta noche del 60° edición Festival de la Canción de Viña del Mar, o lo que va quedando de él.
Por Michael Kings
Luego del renacimiento del monstruo de Viña y la violenta deglución de la humorista –al menos así aparecía en la presentación– de turno volvemos a la regularidad con una jornada ecléctica –casi como todo el Festival a estas alturas– y de números a prueba de fallos.
¡Cuarta jornada! –falta poquito–.
El lugar: Lleno total otra vez, aunque las ‘damitas’ de Marco Antonio Solís abandonaron temprano la Quinta Vergara luego de que los termómetros bajaran de 16 grados. A sabiendas de que todos los números finales son descartables, no existiendo culpa a la hora de cortar la señal internacional y favoreciendo las horas de sueño de los animadores, ya se ha hecho costumbre dejar el recinto durante el show de cierre, cuestión que se debe revisar si queda algo de decencia en la Municipalidad de Viña del Mar –me refiero esta vez a la mala ejecución del Festival, lo otro ya lo contó Alís– y sus asesores.
Los animadores: ¡Qué lata! Pudieron simplemente no estar. Cárcamo ya está más cerca de sí mismo y viste mejor, María Luisa, no entendió y le quedan dos noches. No se trata de poner en evidencia todos los desaciertos de la pareja, sin embargo, el trabajo que muestran en estos seis días pudo ser atendido muchos meses antes del inicio del evento. Jugaron a seguro, pensaron que su experiencia en TV era más que suficiente y allí están, muertos de miedo cada vez que deben hablar y coordinar palabras. Me aburrieron. Como decía el gran ‘Gurú’ ¡Chao!
Sigamos…
Marco Antonio Solís: Recuerdo que en conferencia de prensa previa había dicho que tenía sorpresas para su presentación del miércoles y claro, después de seis veces que ha estado en el mismo escenario haciendo el mismo show, se le agradecía el posible gesto y abría con esto una expectativa enorme, al menos en mi persona, ya que me gusta México y los tacos de cueritos. Sin embargo, así como los chistes de Gordillo, Solís se dedicó a repetir su show eterno –no por lo memorable sino por lo evidente– deleitar con el mismo hueso al mismo perro.
Musicalmente no ofrece flancos, los arreglos musicales son perfectos y es obvio que es un músico experimentado, según él lleva 53 años en esto y se nota a la hora de avanzar sin titubeos por los clásicos de su carrera. No obstante, cada momento de su show se puede anticipar en una hermosa caricatura. Primero la postura, una especie de eterna crucifixión, brazos abiertos acompañados de un gesto de pasión y dolor, la mirada perdida –como la de Luis Miguel en sus últimos conciertos– junto a un movimiento de labios ininteligible que puede ser tanto una oración como un “estoy harto de cantar las mismas cosas”. Segundo, el color y su ‘look’. Puede que no sea tan blanco todas las veces, pero se mueve fundamentalmente en la pureza y el brillo de un ser celestial –iniciales en la dorsal– que junto a una cuidada y larga cabellera y una barba al estilo palestina del año 0, lo eleva a la condición de mesías del ritmo o algo por el estilo. Luego los discursos, emotivos, amorosos, pulcros, aunque largos para un show de TV donde identifica a sus ‘damitas’, una suerte de feligresas fundamentalistas que son un coro macizo detrás de cada canción.
Si en algo cambió la misa de todos los años fue que incluyó para uno de sus clásicos “¿Dónde estará mi primavera?” a sus dos hijas, ambas aprovechando el espacio que, padre famoso y belleza mediante, podrá conducirlas a un éxito efímero dentro de muy poco tiempo. Terminada la ‘chochería’ todo vuelve a la normalidad, recibe las llaves de la ciudad –es decir, desde ahora puede entrar a cualquier casa de Viña del Mar– y ambos plumíferos marinos. Como siempre, sin novedad alguna.
Jorge Alís (Humor): Acá sí pasaron cosas. Si hay algo que tiene el renacido monstruo de Viña es que suele imitarse a sí mismo, luego de la espectacular pifiadera a la humorista de la velada anterior muchos preveían algo similar, solo por no perderle el gusto al circo romano, sin embargo, el argentino residente en Chile fue más inteligente que su predecesora y ajustó una rutina memorable apta para todo público –no solo científicos nucleares– y con la dinámica precisa para un show de televisión.
Un espectáculo que fue una mezcla del stand up clásico –y a estas alturas fome por sí solo– y la revista, ya que su concepto ‘radiografía del chileno de hoy’ –bastante obvio para un simple monólogo– se maridaba perfectamente con música de una pequeña, pero certera banda en vivo y el cambio de decorados y efectos especiales.
Ojo, no por ser masivo perdió el foco acusador -¿Ves Jani que se pueden hacer ambas cosas a la vez?- repasando durante su rutina no solo los aspectos bochornosos de la personalidad del chileno, sino apuntando también a la corrupción institucional –alcaldesa de Viña incluida y sutilmente emplazada– “algunos están aquí”. Se puede poner en marcha un manifiesto, reflexivo, consciente, sin caer en la cátedra abúlica y la soberbia gratuita.
Gran opening, con la cueca bailada por haitianos, inmediatamente sumerge al espectador en el concepto a explorar, inteligente giro al ‘casamiento de negros’ de Violeta Parra como una especie de pitonisa del hoy nacional. Bien jugado. Luego un cúmulo de anécdotas personales de dominio popular y con remates eficientes. Quizás una rutina muy local, no obstante basada en hitos reconocidos a nivel latinoamericano como el retorno a la democracia “la alegría ya viene”, el 27F, el gran flujo de inmigración que recibe nuestro país y los casos de corrupción de las fuerzas armadas y los políticos. La descarnada revisión al taxista ‘facho pobre’ puso incomodo a más de un espectador. El conservadurismo arcaico, el miedo y la desconfianza constante nos llevan a reaccionar como idiotas frente a situaciones que para alguien más crítico serían normales. Lo peor, como remataba el humorista en cada historia, no lo decimos, “pero lo pensamos”.
Todo iba bien hasta que comenzó la adulación gratuita, tan difícil de eliminar como una mancha de vino en el mantel blanco. Eso de estar “orgulloso de que mis hijos sean chilenos” nos traía a la mente la ‘vieja confiable’ de artistas en apuros, y no era su caso, innecesariamente expone una vulnerabilidad para colocar la guinda a una torta que ya estaba perfectamente cocinada. Rematar con las banderas de los países –un ‘todos juntos’ barato– casi como una presentación escolar del 12 de octubre estuvo más cerca de lo patético que de lo inevitable. Más temprano que tarde se vino el llanto pero ¡qué va! La tarea estaba ya hecha. Todas las gaviotas y una ovación de salida. Gran espectáculo y merecidos galardones, una rutina que se puede revisar muchas veces y seguirá manteniéndose vigente, más allá del pago de derechos al autor.
¡Lo olvidaba! Mucha ‘chuchá’ es innecesaria. Es cierto que los chilenos transitan por la grosería como Edmundo Varas por la torpeza, sin embargo muchas veces solo ensució un espectáculo que caminaba por su propio peso.
Competencia internacional: No pienso renunciar a esta parte de mi comentario, por pobre que sea, por evidentemente maltratada que esté por los organizadores, es como ir a ver un partido de fútbol y hablar de las modelos que se casan con los futbolistas en vez de la magia del balompié ¡No! Insisto en poner el acento en las canciones cuando hablamos de festival de la canción ¡Me enojé!
Cuba: Los había olvidado –mala señal– sin embargo, allí estaba la dupla del bucle eterno. Nada que agregar. Subo mi apuesta a un 2,0, los tiernos del jurado le dan un 5,3. Buen viaje chicos.
Chile: Acá se nota el voto inconsciente y basado en el chauvinismo barato de la mayoría nacional en el jurado. Neven Ilic canta un poco –fallando visiblemente en los agudos–, pero cae en la fórmula clásica del reggaetón lento, sin gracia, sin sorpresa, olvidable. 4,5 y soy generoso. Sus amigues del jurado le dieron un 5,5.
Ecuador: Dayanara puede echarse un ritmo urbano sin ‘brillo’ al hombro gracias a una voz fenomenal y salir airosa con un discurso feminista, le falta un buen compositor y un productor –¿Gatica?– y perfectamente podemos instalarla cerca de las féminas de moda. Para mí un 5,5 por lo funcional, el jurado reafirmó con un 6,2.
Y los finalistas son…
Ecuador, obvio, lo dije antes.
Perú, ¡Claro! Debiera ser la ganadora si el jurado no se rinde a la moda del Reggaetón.
Y Chile… bueno, clasificó porque era Chile, no es necesario ocultar eso y porque el resto de las canciones estaban a un nivel muy bajo para un evento de tales características.
Si el jurado se inclina por lo musical, ganará Perú, si piensa en el negocio, Ecuador. Lo demás es chaya.
Competencia folklórica latinoamericana:
Perú: Interesante es constatar que Perú es una fuerza superior en lo que a música refiere, sus intérpretes así como sus músicos siempre dejan la vara muy alta en todos los certámenes. Reafirmo lo del primer día, una voz soberbia y un acompañamiento que suena a folclor, eso basta para ser considerada como finalista. Yo 5,5, jurado 6,0.
Colombia: El ritmo que trajo Carlos Vives puesto ahora en muestra folclórica. Menos que correcto, voces que no armonizan y que se atropellan, incluso al borde de la desafinación. De esta paso por escasamente original y mal ejecutada. Yo, 3,0, jurado 5,4.
Panamá: Hermosa voz, hermosa puesta en escena, nada de raso y poliéster, un perfecto vestido tradicional. Debiera ser la mejor intérprete del certamen, aunque la canción no luce del todo. Yo 5,0, jurado 6,4.
Y los finalistas son…
¿Chile? Ufff. Mal ahí. Una fusión izquierda whisky que no es ni chicha ni limoná, que se parece a todo y que de folclor tiene solo el poncho de la primera noche. Si querían premiar a la chica de lengua de señas pudieron hacerlo en otro momento. Pedro Aznar de Meiggs, nada que aportar. El jurado se agiló.
Panamá: Ok, recuperaron el oído. Esta señorita va derecho a mejor intérprete.
¿Argentina? Ufff. ¡Mal otra vez! Sobre todo ante la canción peruana que es mil veces mejor. Los nocheros en versión 2.0 no aportan en nada y repiten una fórmula para el día de la madre. Me parece que acá ganó el mono. Tres tipos que se ven bien y suenan correctamente. Mañana todos ya los habremos olvidado.
Así como están las cosas, para mí, Panamá mejor intérprete y/o mejor canción del certamen. Los otros arréglenselas como puedan.
Carlos Rivera (Aka. ‘El de Coco’): ¿Quién es? Ok, es ‘el de Coco’ pero eso me importa algo similar. Vamos por lo urgente. Mucha azúcar, mucho amor, mucha felicidad, mucho agradecimiento, eso aburre de sobremanera, pero para un perfecto desconocido puede atribuirse el exceso de dulzor a una genuina sorpresa para alguien que desde un pequeño pueblo mexicano explota al mundo de la música popular poniendo la voz para la canción de un precioso filme infantil. Ok, se la concedo, de verdad está feliz, pero tranquilo ¡respira! todo va a estar bien. Y claro que sí, el muchacho –un Chayanne tamaño M– tiene todos los atributos para ser un éxito comercial. Atractivo, musculado, sonrisa impecable –conté alrededor de 300 dientes perfectamente blancos– mandíbula poderosa y lo más importante un físico impresionante que le permite bailar y cantar a la vez. ¡Olvidé mencionar su voz! Perfecta, registro amplio y colocación correcta. Imagino que la telenovela que incorporará una de sus canciones en la televisión chilena podrá amplificar aún más este fenómeno en ciernes y darle el tiempo de fama que merece.
Como buen mexicano -¿Por qué son así?- siempre hacen guiños a su vecino del muro alto. La inclusión, novedosa y simpática, de la ‘Kiss Cam’ y la ‘Proposal Cam’ puso algo de diversión a su espectáculo, así como lo hacen los gringos en sus eventos deportivos masivos, vimos a gente besándose y a otros –tras previo acuerdo, casi tan maqueteado como lo de Gordillo– pidiendo matrimonio ante los espectadores. Nada es perfecto. Luego de las gaviotas de rigor que sí eran pedidas por un tercio de la audiencia que quedaba todavía en el recinto –la gran parte de los espectadores se fue luego del show del humorista obligando a la organización a bajar gente de la galería para poblar la platea y no dañar la imagen televisiva– Rivera finalizó con el clásico Show de banderitas y la hermandad entre los pueblos y toda esa emotividad de manual. Olvidando ese ensayado ‘Grand Finale’ queda la satisfacción de un show entretenido y grato. Punto para ‘el de Coco’.
Aprendimos en esta jornada algunas cosas. Se puede hacer humor y además manifestarse inteligentemente en contra del sistema. Se puede, pero no se debe, repetir las viejas confiables sobre todo cuando tu trayectoria te permite variar ¡Sí! A usted le digo señor Solís, apréndale a Raphael y dele una vueltecita a su oferta, no obstante, sigue siendo el mesías de la canción. Finalmente se puede hacer un show correcto con una sola canción en la oreja del público no ‘ad hoc’ mientras mantengas la energía a tope. Lo que se viene hoy de seguro dará mucho que hablar. El regreso de la ‘boy band’ más reconocida del planeta –con muchos años encima– y un invento de pop femenino –que no termina de cuajar– al cerrar la noche. Lo del humorista, otra vez, es de diagnóstico reservado ¡Nos leemos! (¡queda menos al fin!)