Jaime Ensignia: Europa en los tiempos de cólera
No ha sido un año político “normal” para los países de la UE. Habría que subrayar que de un buen tiempo hasta hoy nada es normal, en lo económico, en lo político en lo social, tanto para Europa como también para el resto del mundo. El tiempo de las certidumbres, sobre todo en Europa, ha dado paso al de las incertidumbres. Con eso habrá que vivir de aquí en adelante.
Por Jaime Ensignia, sociólogo*
Europa, experimenta procesos históricos y políticos trascendentes.
La conmemoración de los 100 años (11 de noviembre de 1918) del armisticio de la I Guerra Mundial, llamada la Gran Guerra -la cual costó la vida a más de 18 millones de personas-, congregó en la capital de Francia a cerca de 70 líderes, presidentes y jefes de Estado de los países más importantes del mundo.
Más allá del simbolismo de este encuentro, en donde el presidente Macron llamó a fortalecer el multilateralismo como medio de frenar nuevos conflictos en el mundo de hoy: “los viejos demonios resurgen, dispuestos a llevar a cabo su obra de caos y muerte”, el líder galo aprovechó la ocasión para criticar fehacientemente la ola nacionalista que irrumpe en el mundo, especialmente en Europa actua.
Especial momento en esta conmemoración fue el encuentro -en el vagón de tren en donde hace 100 años fue firmada la derrota del imperio alemán- entre el presidente francés, E. Macrón y la Canciller de Alemania, A. Merkel. Ambos Jefes de Estado confirmaron una vez más la reconciliación franco-alemana “al servicio de la paz en Europa”.
Y puesto que nos referimos al viejo continente nos parece pertinente hacer mención a la conferencia pronunciada por Juergen Habermas, el destacado filósofo alemán, en la Universidad Goethe de Frankfurt, titulado: ¿Hacia dónde va Europa?
Habermas llama a tomar en cuenta “los riesgos que implican los grande cambios en la situación mundial, que han alterado las perspectivas sobre Europa y han obligado a prestar más atención al contexto mundial en el que, hasta ahora, los países europeos se sentían casi incuestionablemente a gusto”.
Critica abiertamente al cortoplacismo nacionalista europeo, al señalar que «los avances de las conversaciones sobre una política común de defensa y una política de asilo, que una y otra vez se desmoronan al hablar de repartos, demuestran que los gobiernos dan prioridad a sus intereses nacionales inmediatos, sobre todo cuantos más problemas tienen con la resaca del populismo de derechas en sus respectivos países. En algunos, ni siquiera importan ya las contradicciones entre las huecas declaraciones europeístas y un comportamiento miope y egoísta. En Hungría, Polonia, la Republica Checa, y ahora Italia, y muy pronto en Austria, seguramente, esa vieja tensión se ha evaporado, sustituida por el nacionalismo abiertamente eurófobo”.
Frente a estos profundos desafíos, Habermas hace presente que los instrumentos políticos, especialmente la izquierda europea no es capaz de ponerse a la altura de estas interpelaciones: “No hay una izquierda europeísta que defienda la construcción de una unión del euro capaz de actuar a escala mundial y se plantee objetivos de largo alcance como acabar con la evasión fiscal e imponer una regulación más estricta de los mercados financieros. Si lo hicieran, los socialdemócratas podrían, para empezar, apartarse de los enrevesados objetivos liberales y neoliberales del “centro”. La decadencia de los partidos socialdemócratas se debe a su indefinición. Nadie sabe ya para qué son necesarios. Porque los socialdemócratas ya no se atreven a emprender el control sistemático del capitalismo justo en el nivel en el que los mercados se desmandan” (ver: www.elpais.com: ¿Hacia dónde va Europa?, 18/11/2018).
BREXIT
Desde ya, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), el llamado BREXIT ha tensionado las relaciones entra la UE y Gran Bretaña, e incluso el documento de acuerdo entre ambos UE y Gran Bretaña, estuvo a punto de fracasar por parte del gobierno español en el tema de Gibraltar. El acuerdo acordado entre ambas partes, el gobierno de la ministra Theresa May y la UE ha tenido un largo trayecto, desde que el reino Unido acordase a través del Referéndum del 23 de junio de 2016, no permanecer en el marco de la UE. Recordemos que la decisión ganadora de abandonar el espacio europeo fue bastante estrecha: por salirse de la UE obtuvieron el 51,9%, y por permanecer votaron el 48,1%. El debate sobre el BREXIT y, por un buen acuerdo de salida de la UE, ha implicado en estos últimos años, un profundo debate político y legislativo en el Reino Unido. Tan solo, cuando la ministra May dio a conocer, algunos de los puntos de acuerdo con la UE, aproximadamente más de una decena de sus ministros han abandonado el gabinete, en abierta contradicción con lo propuesto por la primera ministra May. No tan solo, la oposición laborista, encabezada por Jeremy Corbyn está en abierta oposición a este acuerdo, sino también muchos de los diputados del propio partido de May. Por cuanto la postergada votación en el Parlamento británico, de aprobación o no de este Acuerdo de salida, debilita profundamente la posición de la primera ministra May, siendo ésta, aún una noticia en desarrollo.
FRANCIA
No es el Mayo francés de hace 50 años, es el otoño francés de 2018. Los recientes disturbios de los llamados chalecos amarillos han contado con el apoyo de diferentes sectores sociales franceses. Lo que se originó con la noticia de las alzas de los carburantes, del diésel en particular y otros impuestos, provocó una respuesta social mucho más allá del repudio y la resistencia esta mera alza determinada por la administración Macron, en el marco, de la desincentivación del uso de autos y el “combate” al calentamiento global y cambio climático. Estas demostraciones populares, que llevan más de un mes de activación y que según las noticias, serían apoyados por manifestantes de la derecha radical como también de sectores de la izquierda anti UE. Estas manifestaciones, donde participan movimientos sociales como el movimiento estudiantil, sindical, sectores de la clase media empobrecida y, ciudadanía de sectores marginales, es decir un amplio abanico de actores sociales y políticos transversalmente de la sociedad francesa y han tenido su apogeos y clímax político y social en los pasados dos sábados en los Campos Elíseos de París, en el centro de la ciudad y sus alrededores. Se ha protagonizado violentas demostraciones en las calles de la capital gala. El pasado sábado más 150 mil personas acudieron al llamado de los chalecos amarillos. Hasta el momento, se contabilizan a lo menos más de muertes en manos de la represión policial. Este clima de efervescencia política y social ha puesto en jaque al gobierno de E. Macron, de manera tal que la administración de Macron ha postergado por un lapso de 6 meses el aumento de esas y otras medidas anunciadas por el gobierno. Incluso, a costa del erario nacional se ha elevado el sueldo mínimo en 100 euros, llegando este a los 1.200 euros y el presidente ha tenido que ceder a las exigencias de este movimiento, bajando los impuestos que había decretado a las clases medias y a los jubilados. Macron ha debido abrirse al diálogo con los sectores políticos de oposición, así como, con los movimientos sociales, protagonistas de estas multitudinarias convocatorias, sin embargo, los llamados chalecos amarillos insisten en el llamado a seguir demostrando con el objetivo de cambiar la política neoliberal del gobierno actual. Por cuanto, se observa que seguirá aumentando la efervescencia social y política con la consiguiente polarización de la sociedad francesa.
*Dr. en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Libre de Berlín. Fue director sociopolítico de la Fundación Friedrich Ebert en Chile (1994-2014). Director del Área Internacional de la Fundación Chile 21. Colaborador del Barómetro de Política y Equidad.