Puede que esta no sea una crítica específica a la película de James Wan (Saw, 2004) y que hoy es éxito de taquilla, sin embargo, es momento para observar, hombre acuático mediante, en lo que se ha convertido el negocio de los superhéroes para la pantalla grande.
Por Miguel M. Reyes Almarza*
Primero que todo ¿Alguien recordaba de verdad a Aquaman? El superhéroe de cómic creado por DC comics en 1941 y que convenientemente tenía como antagonistas a villanos del Eje dando caza a cuanto submarino nazi se cruzara en su camino. Este medio atlante medio humano que vivió su mejor época en el papel durante la primera mitad de los 40’s y más cerca, para la televisión, en los 80’s siendo pilar importante de la famosa Liga de la Justicia ¿Se acuerdan ahora? No mucho a decir verdad. Pues bien, DC Films y Warner Bros. Pictures lo recuperan de esa gran caja de pandora que es el Universo extendido de DC Comics, precisamente de la sección de personajes vilipendiados y descartables y lo convierte, cual Rey Midas, en un fenómeno de masas.
¿Es Aquaman? Sí y no. La historia, relativamente, se mantiene fiel al argumento original, hijo de un farero y una princesa de Atlantis, pero el personaje definitivamente muta su forma posterior a la adaptación y es acá donde se observan los mayores reparos del género mismo. El personaje original 100% ario y con un cuerpo tonificado, mas no fortificado, se vuelve una masa de músculos y testosterona, condición perfecta para ser encarnado por el gran –en tamaño y peso- Jason Momoa (Game of Thrones, 2012) y su metro con noventa y tres centímetros de pura masa. No quiero ser majadero, es un punto central, tanto así que los escasos y discutibles poderes del personaje original –comunicarse con los animales marinos y nadar a gran velocidad- quedan en un segundo plano respecto a su fortaleza, incluso el personaje del siglo XXI reconoce ser “un martillo” debido a que su confianza radica fundamentalmente en su fuerza bruta. El delicado rubio del siglo pasado se hubiera escandalizado hasta las lágrimas.
Bien por Momoa, es una bestia y un símbolo sexual y se comporta como tal. Desde el punto de vista de los efectos hay algunas deudas, sobre todo cuando se deben digitalizar ciertos desplazamientos del superhéroe a escala menor y los movimientos no se condicen con lo particularmente humano. La historia, muy larga, muchas veces carente de sentido, donde la aventura de amor de los padres del personaje suele estar más cercana a una telenovela turca que al interesante –sabroso- y vagamente explorado argumento de la cruza de razas. Y es que quizás, para Wan, utilizar el sex appeal de Jason Momoa con el fin de atraer multitudes maridaba bien con el romance tortuoso de sus padres. Esta gran expresión de amor pudo perfectamente condensarse en mucho menos de las casi 2 horas y media que dura el filme y que a ratos la obviedad y la escasa sorpresa hacían estragos en la concentración de la audiencia, premiada, de cuando en vez, por algún chiste obvio.
¿Cuál es el problema? Varios y acá no es culpa del hombre pez solamente. La fórmula de DC Films para recuperar superhéroes no escatima en modificaciones y si hay que hacerlos crecer –en tamaño- y perfilarlos como objetos de deseo se hace sin inconvenientes. En el caso del filme en cuestión, el personaje de Momoa es más parecido a Poseidón que al mismísimo Aquaman, incluso cuando emula su traje original –dorado y verde- su cabello azabache al viento –o al agua- sus abdominales dibujados a mano y sus bíceps del tamaño de una sandía terminan por desfigurar la escasa personalidad de su molde. Y lo mismo va para todos los otros personajes recuperados para el cine, en el caso de los hombres son verdaderos cultos a los gimnasios y en los femeninos –lamentablemente no ha cambiado mucho- diosas sexuales.
¡Qué importa la película de superhéroes que vayamos a ver! lo que hoy vale es la cantidad de esteroides disponibles para hacer ‘crecer’ al personaje en tamaño y deseo. Atrás quedaron los tiempos de fragilidad humana, bienvenidos a la hipertrofia muscular.
Calificación: ★☆☆☆☆ (1 sobre 5)
*Periodista