Aula Segura y otras hierbas: el Día de la Marmota

Luego de que el alcalde de Santiago filtrara a los medios un video en el que se muestra a un grupo de delincuentes –o estudiantes algo desorientados- golpeando a un carabinero en el piso durante una manifestación en el INBA surge la sospecha respecto al uso político del encuadre de ciertas realidades en vista de modificar las emociones y las voluntades de la audiencia masiva.

Por Miguel Reyes Almarza*

Y es que justo cuando se somete a trámite el polémico proyecto de Ley Aula Segura, aquel que busca entre otras cosas otorgar el imperio a los directores de establecimientos educacionales para expulsar a los estudiantes que participen de los actos de violencia allí individualizados y donde muchos parlamentarios de oposición se han mostrado reacios a considerarlo constitucional, aparece aquella evidencia sustanciosa, digna de la mejor novela negra y que blinda de forma magistral el discurso oficialista. Una golpiza a mansalva a un representante de la autoridad es motivo más que suficiente para que la población autorice al Estado a hacer uso de la fuerza y no sucumba al desorden y la violencia.

      Miguel Reyes Almarza

Pero no todo es culpa de los medios y del gobierno ya que ellos solo ´facilitan’ el espectáculo y luego lo amplifican encuadrando aquello políticamente pertinente. Para que se de esta pieza de baile se necesitan dos y es allí donde históricamente –al menos durante esta democracia sui generis- las masas rebeldes han sido parte importante del mantenimiento del statu quo. Muy simple. Un Estado hambriento de justificar la violencia y una comunidad que no ha evolucionado en las formas de hacerse escuchar. Cada vez que aparece la violencia, no importa la ocasión, el Estado está facultado por ley para contrastarla. Hasta allí todo bien. El caso es que estas expresiones de beligerancia poco o nada tienen de espontáneas y naturales. Algunos datos a la causa: todos los 29 de Marzo se celebra el día del joven combatiente, el escenario principal se emplaza en Villa Francia y los ‘side shows’ en el cordón periférico.

Los carabineros se apostan como siempre en la misma esquina de todos los años y esperan –a veces no- el proyectil inicial para dar rienda suelta a las hostilidades, todo finamente orquestado, sin sorpresas, sin excepciones, cantidad similar de bajas, lo mismo año tras año. Si avanzamos en el calendario hasta el 11 de septiembre las cosas no cambian demasiado, se integra una eventual velatón en las afueras del Estadio Nacional, algo así como ‘la previa’, sin embargo, avanzada la noche, es la periferia que vuelve a incendiarse ante la mirada vigilante de la autoridad. En ambas situaciones las hostilidades se desarrollan en el mismo lugar, a la misma hora y desde las mismas trincheras. Uno podría pensar que es el Estado el que falla al no anticipar tal obviedad, pero no es tan así ya que la gente recuerda cada expresión de violencia que forma parte de la agenda mediática con mayor certeza que cualquier discurso benefactor.

Si cambiamos el encuadre podremos incluir en esta reflexión algunos microrelatos importantes, a saber, cuando se dan las contiendas entre carabineros y estudiantes fuera y dentro de los recintos universitarios, en específico la USACH y la UMCE. Es cosa sabida el hecho de que en la entrada de ambos planteles campean tranquilos efectivos de las fuerzas policiales quienes junto a enormes blindados verdes que con el tiempo han pasada a ser ornamento del propio plantel. Nuevamente la confusión atropella. Si están allí todo el año ¿Cómo es posible que todo siga exactamente igual? ¿Cuál es el aporte del despliegue de fuerza policial decorativa y de acción evidente si en décadas la cartelera ofrece el mismo espectáculo? ¿A quién le sirve este reflujo informativo?

Las manifestaciones son toleradas en tanto se destruyan –física y mediáticamente- a sí mismas, se desarrollen en sus propias zonas de exclusión y terminen por minar la conciencia de aquellos –cada vez menos- que sostienen el discurso del cambio. Cada vez que un manifestante emplaza a la autoridad a piedrazos actúa de la forma que el Estado necesita para justificarse y en ese permiso tácito es donde la institución tiene siempre todas las de ganar. Una barricada en la población implica una serie de complicaciones solo para los allí residentes, la imposibilidad de tránsito, el cese de ciertos servicios básicos y el miedo a la bala perdida, todo un deterioro superior de la calidad de quienes se dice defender.

Al Gobierno y las autoridades no se les mueve un pelo, ni siquiera viven cerca.

Lo que pasó en el INBA es una imagen sacada del ‘Día de la Marmota’ donde jornada tras jornada se repite siempre lo mismo y se espera que el protagonista se dé cuenta y haga un cambio en su conducta con la salvedad que eso nunca sucede y ahora se está ad portas de integrar a nuestro cuerpo jurídico una ley que criminaliza el resultado de las ineficientes políticas educativas del mismo Estado, en suma, la población es su propio chivo expiatorio, año tras año, hasta que vuelva a despertar la marmota de su apacible sueño y reitere lo mismo de siempre.

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

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