Educación para la Reinserción
La educación es siempre una utopía posible, como lo expresó hace años la Comisión Europea, pero es, además, una tarea indispensable para el destino de la humanidad.
Por Gustavo Soto Bringas, rector UNAP
La educación de un ser humano es un proceso vital de extrema complejidad, para cuyo éxito se requiere disponer de normas visionarias, sólidas en los principios y flexibles en los procedimientos. Contar con recursos materiales, financieros y técnicos de alto costo. Asegurar la participación de educadores de excelencia. Disponer de medios educativos de elevado nivel científico y, sobre todo, tener un entorno humano que proporcione seguridad, ejemplos y motivaciones.
Los menores de edad vulnerados en sus derechos esenciales, abandonados a su suerte, prematuros infractores de la ley y sometidos a penosas condiciones de vida, nos plantean un problema de incalculable dificultad: ¿Cómo rehacerles la memoria, estimular su raciocinio, abrirles la imaginación, potenciar sus aptitudes físicas, dotarles el sentido del bien y de la belleza, fomentarles la facilidad para comunicarse con los demás, desarrollar el talento de un dirigente de la comunidad?
La educación es siempre una utopía posible, como lo expresó hace años la Comisión Europea, pero es, además, una tarea indispensable para el destino de la humanidad.
La educación se ve obligada a proporcionar inciertas orientaciones en un mundo complejo y en perpetua agitación. Con esas perspectivas se ha vuelto imposible responder de manera cuantitativa a la demanda de formación de todos los seres humanos. Este deber de la sociedad en su conjunto y de cada persona en particular, significa que cada cual, desde la esfera de sus atribuciones, debe asumir las responsabilidades correlativas que establezcan las condiciones viables para aprovechar y utilizar durante toda la vida, las oportunidades que las nuevas generaciones enfrentan, para crear condiciones propicias a realidades no conocidas.
Ahora bien ¿Cómo capacitamos a centenares de jóvenes que han iniciado sus vidas en la ruta del delito, con todas las implicancias que esta situación conlleva, para que cambien su oscuro pronóstico y puedan insertarse en el mundo del trabajo y construir un mejor destino personal y la formación de una familia que lo apoye y a la que le brinde una vida de mejor calidad?
Es propio de una universidad estatal, realizar esfuerzos por participar y aportar a las grandes tareas de Estado, como lo es, la formulación y ejecución de políticas en temas importantes y urgentes como es el caso de la vulnerabilidad e imputabilidad infantil y juvenil.
En ese ámbito y como universidad estatal y pública, hemos asumido el desafío de intervenir en el proceso de reinserción a través de la educación, por cierto.
Se ha abierto una fundamental iniciativa para convocar la tarea académica en investigación y formación de profesionales y técnicos para atender con altos estándares científicos y tecnológicos la reinserción social y laboral de menores infractores de la ley. Todo ello se puede direccionar a partir de los programas específicos para capacitar a los jóvenes recluidos en el Centro Metropolitano Norte del Servicio Nacional de Menores, SENAME, en TilTil.
Tal como lo señaló el ministro de Justicia al visitar las instalaciones de este programa: “con la participación de la UNAP ha empezado el proceso de transformación del Servicio Nacional de Menores”; entendiendo que detrás hay un deber moral con los jóvenes, para que realmente tengan una nueva oportunidad, pues todos nos podemos equivocar. Lo importante es tener la capacidad de levantarse y nadie lo hace solo.
Aunque sea en pequeños programas, casuísticamente localizados, algo debemos hacer. Este programa de SENAME es una UTOPIA posible y una esperanzadora apertura a una gran Política de Estado.