Consistente en la combinación del desarrollo de la Robótica con avances alcanzados en Inteligencia Artificial, esta revolución impactará a la economía, la industria y el empleo en todo el mundo, incluyendo avances en nanotecnología, informática cuántica, biotecnología, Internet de las Cosas, impresión tridimensional, almacenamiento de energía y vehículos autónomos o no tripulados; sus efectos, sin embargo, no se distribuirán equitativamente entre las naciones.
Por José Higuera
El término Tercera Revolución, que apareció por primera vez en 1993 en el libro Preparándose para el Siglo 21 (Preparing For The Twenty-First Century) del historiador y politólogo británico Paul Kennedy, ya aludía al avance de la Robótica.
Kennedy lo empleó para referirse al impacto que, anticipaba, iba a tener su desarrollo y las aplicaciones industriales, en la forma en que esa industria venía siendo impulsado desde fines de los 80s por Japón.
Eran los tiempos en que los japoneses y sus robots generaban risas en el mundo occidental, a diferencia de lo que ocurre hoy, cuando los nipones están riendo al final y muy bien, porque son los principales productores y proveedores a nivel mundial de maquinaria industrial robotizada.
Sin embargo, la Tercera Revolución Industrial también incluyó otras cosas, como la aparición del computador personal, el internet y la explosión en el campo de la información y las tecnologías de las comunicaciones.
Después el término cayó en el olvido, hasta que volvió a ser puesto en la mesa, a partir del 2007, por una serie de trabajos publicados por el economista estadounidense Jeremy Rifkin. Pero adquirió mayor popularidad, así como el conjunto de las ideas de Rifkin, tras la puesta en circulación de un documental audiovisual en el 2017, por lo que hoy está en boca de muchos en el mundo industrializado.
Teórico liberal, Rifkin propugna que el mundo está entrando en una nueva era, de la mano de la creciente robotización de la producción y manufactura industrial, así como de la igualmente creciente prescindencia de los combustibles fósiles como fuente de energía. Ese desarrollo hará, según el economista, que los costos de producción y distribución de mercaderías caigan casi a cero en las próximas décadas, inaugurando un periodo que estará marcado por una sobreabundancia y el fin del capitalismo cortoplacista y centrado en las mezquinas ganancias de unos pocos, que será reemplazado por un Capitalismo más redistributivo, centrado en un acceso global y común a productos y servicios.
Pese al entusiasmo de Rifkin, no hay garantía de que el modelo vaya a abandonar tan fácilmente sus inclinaciones egoístas y cortoplacistas en pos de la maximización de utilidad. Sí es muy probable que los nuevos avances de la robótica y la inteligencia artificial, aplicados a la producción y manufactura industrial, tendrán grandes efectos a lo largo del mundo, no necesariamente parejos y positivos para todos.
En su libro La Cuarta Revolución Industrial del 2017 el académico alemán Claus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (World Economic Forum o WEF), señala que una de las diferencias entre esta revolución y las tres que la precedieron, que se caracterizaron principalmente por avances de tipo tecnológico, será su potencial para conectar a miles de millones de personas a través del ciberespacio. Ello mejorará drásticamente la eficiencia en las empresas y otras organizaciones, permitiendo entre otras cosas regenerar el medio ambiente natural mediante el mejor manejo de los medios y los recursos.
LIDERAZGOS
La investigación y desarrollo en el área de la Robótica recibió un gran impulso en Japón a partir de los 80s, empujada por previsiones respecto del envejecimiento de la población de ese país.
El estado de desarrollo tecnológico de hoy y previsto para el corto y mediano plazo indica que este proceso, liderado por Japón, tendrá éxito en reducir la necesidad de mano de obra. Ello ocurrirá a la par con la agudización del problema de envejecimiento de la población que tiene ese país asiático y le permitirá mantener su liderazgo en materia de diseño, producción y exportación de vehículos, artículos electrónicos y otras manufacturas de alta calidad.
El creciente reemplazo de trabajadores por máquinas que pueden trabajar 24 horas diarias hará que vuelvan a casa muchas fábricas japonesas que externalizaron producción y ensamble final de artículos a otros países de Asia.
Esa externalización tuvo lugar en procura de mano de obra más barata. Pero, con la robotización, las firmas japonesas no sólo dejarán de hacerlo sino que, además, comenzarán a llevar de vuelta la producción a suelo japonés, porque ella con “bajo costo de mano de obra” podrá ser local. Eso complicará a los países desde donde esa producción sea retirada.
Pero el creciente uso de robots industriales no es exclusivo de los fabricantes japoneses. Firmas de Norteamérica y Europa ya los utilizan y aumentarán su uso, repatriando la producción que habían externalizado en naciones del Tercer Mundo con mano de obra más barata.
Es que nada puede competir con máquinas que hacen turnos de 24 horas, no plantean exigencias de mejoras salariales ni otros derechos, no hacen huelgas y no se enferman.
Europa, además, tiene un problema de envejecimiento de la población, aunque no tan agudo como el de Japón, pero que es complicado por una masa de refugiados/inmigrantes no realmente integrados en el aspecto económico/laboral. Por ejemplo, Suecia tiene déficit de mano de obra, que los refugiados/inmigrantes no cubren por falta de calificación, que esa gente tampoco procura recibir a pesar de la disponibilidad de alternativas públicas gratuitas para ello. Es más fácil vivir del Estado.
La falta de mano de obra será cubierta eventualmente por máquinas –Suecia y Alemania son ya los países más robotizados de la UE– pero el desagrado de la población local laboralmente activa, respecto de los extranjeros que viven del Estado aumentará, expresándose en la xenofobia que ya se advierte en países como el Reino Unido, Alemania, Austria e Italia.
El crecimiento de la robotización también plantea exigencias. Una es tener una mayor disponibilidad de ingenieros, técnicos y operarios calificados para mantener y sostener la maquinaria industrial robotizada. Esa demanda será cubierta mediante la recalificación de gente empleada anteriormente en otras tareas. Suecia ha tenido buenos resultados en eso hasta ahora, y la situación en Alemania es similar. Otro requerimiento sensible es disponer de un suministro de energía eléctrica regular y mayor. Es una necesidad que los países del norte de Europa pueden cubrir con facilidad, por disponer de ríos torrentosos que permiten un importante volumen de generación hidroeléctrica, además de tener fuentes alternativas relativamente desarrolladas, que cubren parte de sus demandas. Y por si eso no fuese suficiente, tanto Alemania como Suecia disponen de centrales termonucleares y base tecnológica para ampliar la capacidad de ese sector. El problema es para los países del Sur de Europa, que tienen menos vías fluviales torrentosas, lo que se expresa en una menor producción hidroeléctrica y un suministro más caro, que conduce a mayores costos de producción industrial, que para mantenerse competitiva debe reducir costos en otros factores como salarios o calidad.
En el caso de Chile, el sector productivo donde con mayor seguridad se adoptará el camino de la robotización avanzada y más amplia es la gran minería del cobre, incluyendo tanto a Codelco como a las mineras transnacionales que operan en el país.
Ese proceso de reemplazo de personas por máquinas permitirá reducir costos, aumentando competitividad en mercados mundiales en momentos que, en parte como resultado del proceso de robotización/automatización, la demanda por Cobre estará al alza.
Al mismo tiempo, eliminará las tareas riesgosas actualmente desempeñadas por personas, pero afectará la competitividad de la mediana y pequeña minería, agregando al crecimiento de los niveles de desempleo.
Por otro lado, una de las condiciones esenciales de la robotización, la ya mencionada necesidad de un mayor suministro regular de energía eléctrica será también difícil de lograr y sostener en Chile, aunque se destaque por el aumento de la energía solar.
La sequía crónica, que probablemente se hará más aguda, así como la resistencia a nuevas hidroeléctricas en la zona austral, harán difícil resolverlo. La instalación de nuevas centrales termoeléctricas a gas o carbón podrían cubrir demandas, pero al costo de gran impacto medioambiental negativo. La mejor solución, la instalación de centrales termoeléctricas nucleares, sería también fuertemente resistida por el público y es poco probable que gobiernos se atrevan a ir en esa dirección.
El proceso de robotización industrial avanzada que es parte de la Cuarta Revolución Industrial, cuyos inicios estamos presenciando, tendrá efectos no siempre positivos en el mundo entero. Chile, con una economía no centrada en la manufactura sino en la exportación de materias primas y productos del agro y las pesquerías, no escapará a ese proceso. Ello no sólo impactará a la gran minería del Cobre, que hoy es central a la economía nacional y seguirá siéndolo, sino también a la naciente minería del Litio. Será un nuevo escenario, complejo y socialmente tenso, donde una mayor demanda de energía eléctrica exigirá que autoridades tomen decisiones difíciles, que no siempre estarán dispuestas a tomar o que, si lo hacen, es probable que no puedan ni quieran explicar adecuadamente a la ciudadanía.