Rusia 2018: La Copa más oscura
Pocos días restan para el evento deportivo más importante del planeta. Millones de personas amantes del fútbol fijarán su retina en Moscú, el próximo 14 de junio. Será el inicio de la edición de la Copa del Mundo número XXI. Sin embargo, detrás de cada pase, de cada pitazo, de cada gol, estará la estela de la corrupción, muerte, explotación y maniobras políticas en un contexto mundial marcado por la Segunda Guerra Fría.
Por Mate Guerra (corresponsal UE)
Medios de todo el mundo no dudan en comparar la próxima Copa del Mundo 2018 con los acontecimientos vividos durante la edición de 1978 cuando los gritos lanzados por los aficionados desde las gradas en los estadios de Buenos Aires, Argentina, se confundían con los lamentos de dolor de miles de ciudadanos que muy cerca eran sometidos a crueles torturas y asesinatos en plena dictadura militar, una forma de régimen extendido por toda América Latina, con la Guerra Fría como telón de fondo y forma.
La FIFA hacía oídos sordos. “El deporte no está involucrado en política”, era el lema de defensa por aquellos tiempos. La misma frase que hoy usa su actual máximo responsable, Gianni Infantino, que asumió el cargo en 2016 en reemplazo de Sepp Blatter, tras los escándalos de corrupción al interior de la institución.
La profunda crisis política y económica, calificada como la Segunda Guerra Fría, es para la FIFA una cuestión que está fuera de sus objetivos deportivos, puros y sanos. Pero la imagen de Gianni Infantino sentado junto a Vladimir Putin y estrechando sus manos ante el mundo, ha puesto en duda la imparcialidad de fútbol mundial.
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Todo lo anterior mientras que el conflicto de los poderosos mundiales se desarrolla en Siria, un escenario que huele a muerte y destrucción. Putin es uno de sus mayores protagonistas prestando todo su apoyo al dictador sirio Bashar Háfez al-Ásad, cuya familia domina el país en los últimos 47 años, a través de un nepotismo sin precedente.
Un claro botón de muestra fue expuesto en el Congreso 67 de la FIFA realizado en mayo de 2017 en Manama, Baréin. El discurso de inauguración estuvo a cargo del Príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed Bin Salman Abdelaziz, acusado de violaciones de los derechos humanos, torturas y genocidio en Yemen. En ese escenario y en nombre de la FIFA, Infantino no se atragantó en declarar “Estamos reconstruyendo la credibilidad de la nueva FIFA, que practica la democracia”.
El ítalo suizo, Gianni Infantino, con casi el 100% de apoyo, sustituyó en aquella ocasión a los jefes de las comisiones de ética y gobernanza de la FIFA, colocando en esos cargos a hombres de su confianza, que deberán controlar el quehacer del organismo rector del fútbol mundial.
Un caramelo para Putin
La asignación de la FIFA a Rusia en 2010 para la realización de la COPA 2018 ha sido un verdadero caramelo dulce y delicioso para Vladimir Putin, que acaba de asumir la presidencia rusa por cuarta vez y con más de un 70% de los sufragios en las pasadas elecciones del mes de marzo. Cada mandato es de seis años.
La próxima realización del campeonato de fútbol es la mejor de las oportunidades para intentar borrar de la memoria reciente la humillación sufrida por sus deportistas tras el escándalo de dopaje masivo en los Juegos de Río de Janeiro en 2016, que les impidió competir. La ilusión de cientos de jóvenes rusos deportistas que invirtieron largos años de preparación quedó destruida. El gobierno ruso negó toda participación en estos hechos.
La destreza en estrategia política de Vladimir Putin es incuestionable. El ex agente de la KGB ha dejado de manifiesto que la Copa que se iniciará el próximo 14 de junio hasta el 15 de julio es también una herramienta eficaz para un lavado de imagen a nivel internacional, profundo y agudo. Sobre su régimen caen sospechas de respaldo logístico a los rebeldes contra el gobierno de Ucrania, supuestas injerencias en procesos electorales de otros países y envenenamiento a opositores.
El presidente Putin ha puesto todo lo que tiene a su alcance para convertirse en el verdadero ganador de la próxima Copa de 2018. Durante un mes los ojos del mundo estarán puestos en Rusia. Participarán 32 selecciones en 11 sedes y 12 campos de fútbol. El presupuesto según la FIFA para los preparativos y ejecución de los partidos llega a la friolera de diez mil millones de Euros.
Parlamentarios rusos opositores a Putin han denunciado que las obras del mundial han comprometido un costo superior que se eleva por sobre un 300%. Los miembros de la oligarquía rusa que pertenecen al círculo de confianza del Kremlin habrían logrado contratos de obras sin adjudicaciones transparentes. Entre ellos se nombra al multimillonario Arkadi Rotenberg, amigo de infancia de Putin.
Luz verde, tarjeta roja
Las denuncias sobre las condiciones laborales de los trabajadores que han participado en las obras de remodelación y construcción de las instalaciones que serán usadas en el mundial, son constantes por parte de distintas organizaciones de defensa de derechos humanos.
Según la prensa alemana esta situación choca de frente con la posición de Naciones Unidas que ha pedido a sus miembros no olvidar el requerimiento que tienen los norcoreanos que trabajan fuera de su país. Estos trabajadores deben entregar de forma obligada un alto porcentaje de sus salarios al régimen de Kim Jong-Un, divisas que finalmente van a parar al financiamiento de sus programas armamentísticos. La oscuridad de la Guerra Fría vuelve a ensombrecer el evento deportivo próximo.
La veterana defensora rusa de derechos humanos Svetlana Gannushkina ha denunciado una y otra vez que unos 35 mil trabajadores norcoreanos han sido sometidos a condiciones laborales infrahumanas en obras destinadas al Mundial 2018. Se trata de una mano de obra barata que vive aislada y condenada al silencio.
“Un sufrimiento personal que resulta invisible para los defensores de los DDHH”, asegura Gannushkina. En 2016, recibió el Premio Nobel Alternativo por su compromiso con inmigrantes y refugiados. Se trata de un galardón que premia y apoya a quienes “trabajan en la búsqueda y aplicación de soluciones para los cambios más urgentes que necesita el mundo actual”.
En abril pasado, un equipo de Human Rights Watch intentó investigar estas denuncias cerca del Estadio de Volgogrado, en la ciudad del mismo nombre. Los activistas terminaron detenidos, interrogados durante tres horas y luego dejados en libertad, sin cargo alguno.
Según un informe de la ONG al régimen de Putin se le acusa de coartar la libertad de reunión, de expresión, de violar los derechos de los trabajadores que han trabajado en la construcción de los espacios destinados al Mundial 2018, de la represión en Chechenia, de ataques a homosexuales y recortes a los derechos de las mujeres rebajando las sanciones a los agresores de violencia doméstica.
Tiro indirecto
La estrategia del Kremlin tiene luz verde para no dejar detalle alguno al azar y evitar cualquier desgracia imprevista que atente contra sus objetivos y le signifique una tarjeta roja para las pretensiones de hegemonía internacional. Es la Guerra Fría. Se trata del Mundial de Fútbol más caro de toda su historia. Las cifras públicas son desorbitadas respecto de mundiales pasados.
Los premios de los equipos ganadores que lleguen hasta la cuarta posición serán más de un 10% superiores que los otorgados en la Copa del Mundo celebrada en Brasil, en 2014. En esta edición 2018, la selección ganadora se embolsará un premio de 32 millones de Euros. El segundo, tercero y cuarto equipo clasificados obtendrán 23, 20 y 18 millones de la moneda europea, respectivamente.
Con el argumento de garantizar la seguridad pública y evitar actos de violencia entre adversarios de las distintas selecciones, un decreto presidencial ha ordenado a las fuerzas de seguridad prohibir cualquier tipo de manifestación en las ciudades sedes de la Copa del Mundo. Para la oposición sin embargo, sólo se trata de un tiro indirecto para restringir aún más el derecho a la libertad de expresión y controlar cualquier actividad crítica con el Kremlin.
La ceremonia de inauguración de la Copa del Mundo 2018 está prevista para el jueves 14 de junio en el Estadio Luzhniki, en Moscú. En la primera jornada se enfrentarán las selecciones de Rusia y Arabia Saudita, un país aliado de los Estados Unidos de Donald Trump, para concordar acciones que “hagan pagar a Rusia por sus actividades en Siria”. En definitiva, un reflejo de la Guerra Fría en pleno campo de juego.
En un reciente encuentro con Vladimir Piutin, Gianni Infantino, Presidente de la FIFA agradeció el esfuerzo ruso y declaró “tendremos el evento más importante de la historia con la Copa del Mundo 2018. Aquí nos sentimos como en casa”. La próxima cita del deporte más popular del orbe en 2022, tendrá lugar en Qatar, enemigo acérrimo de Arabia Saudita.