Los tres tercios
La sismología reciente no parece acompañar la conservación del proceso tal y como está.
Por Alberto Mayol*
La construcción de un ‘bipartidismo’ en Chile fue una obra, un proyecto. Nuestra historia muestra la configuración de tres tercios políticos, asociados normalmente a sectores sociales concretos. Los partidos eran capaces de articular sectores sociales específicos. La dictadura destruyó todo el sistema político y cuando se reconstruyó, se hizo en la medida de los intereses de quienes diseñaron la salida dictatorial desde dentro de ella.
El sistema binominal es un obvio complemento al proyecto, pero no es su centro. La base de funcionamiento estaba más allá de las leyes, estaba en el espíritu de ellas, en el tejido de un pacto de elite que se configuró entre 1990 y el año 2000. Era un pacto menos ideológico que una reunión de miedos, esperanzas y, sobre todo, comodidades.
La Democracia Cristiana se imaginó (y de verdad lo imaginó) la conversión en el PRI mexicano, con décadas de triunfos electorales consecutivos. El Partido Socialista se imaginó el momento en que la DC los dejaba y temió por su futuro. Juntos tuvieron la esperanza (o fantasía) que de tanto apoyar el modelo de Pinochet, éste pudiera cambiar tanto que podría llegar a ser de izquierda. La derecha se imaginó el triunfo de sus ideas, vieron a Fukuyama entrando en un berro blanco a Santiago, con la verdad revelada sobre sus hombros. Y se vieron ellos mismos como la santa iglesia que representaría el libremercado, la democracia política y la conservación de los valores coloniales (el cáliz y la espada). Todos se imaginaron un mundo mejor, su mundo mejor. Y en esa imaginación estuvo su comodidad, su calma. Los disidentes eran convertidos en zombies, eran vistos como esperpentos para gente extraña. Toda disidencia fue desarticulada, de principio a fin. Pero además los disidentes se construyeron su propio relato para justificar su carácter de extras de una mala película donde todo pasaba por otro sitio. Y se inventaron tesis sobre la necesidad de esperar mejores tiempos. Y cuando los mejores tiempos llegaron, se inventaron que esos mejores tiempos no eran los esperados.
De ese modo el bipartidismo pudo imperar por décadas. Pero la sismología reciente no parece acompañar la conservación del proceso tal y como está. El bipartidismo se fractura. Los dos sectores existentes no suman un 30% en las encuestas. En la última elección presidencial los candidatos que iban por fuera del bipartidismo sumaron más de 25%. Y hoy los políticos más respetados y los partidos con más apoyo están fuera del bipartidismo. El escenario parece describir con claridad la posibilidad de un tercer sector. ¿La forma? Desconocida. ¿El fondo? Una síntesis compleja. Pero la geología es poderosa y no es bueno subestimarla.
*Sociólogo y académico Usach/Director CISEC, Usach