¿Atrapados por el pasado?
Todos quieren volver atrás, algunos por arrepentimiento de lo hecho (los menos), otros por la tranquilidad y el cobijo que ese pasado les procuró (los más).
Por Alberto Mayol*
Es cierto que la derecha dice habitualmente que hay que superar el pasado y mirar al futuro. Y es cierto que Ricardo Lagos cree siempre que habla del Chile de los próximos treinta años. Y es cierto que el PC piensa en su proyección dentro de la Nueva Mayoría para el próximo período. Y es cierto que la DC anhela un país que, en el futuro, sea calmo y sin calle. Y es verdad que la derecha sueña con tener muchos partidos en un futuro próximo, para diversificar su cartera. Sí, es cierto que el sistema político piensa en el futuro. Pero, ¿cuál e el objeto de esa reflexión? ¿Cuál es el deseo? ¿De qué se trata un anhelo que envuelve a todos(as) en la política chilena?
Todos los actos son formas de retorno al pasado. Todos quieren volver atrás, algunos por arrepentimiento de lo hecho (los menos), otros por la tranquilidad y el cobijo que ese pasado les procuró (los más). La era de gloria de la elite, la que todos anhelan, son los años de la transición. Con un culpable estable a quien no se sancionaría jamás (Pinochet), todos los demás podían vivir tranquilos mientras toda la impugnación social se concentraba en el malvado hombre que hizo en Chile una obra dictatorial de muertos, torturados e injusticia social. Lentamente todos los miembros del sistema político se pusieron de acuerdo en que el tema de los muertos y torturados era grave, pero que lo de la injusticia social era relativo y que, sumando y restando, su obra social había sido (salvo detalles, nos dijeron) la instauración de un modelo económico capaz de producir progreso. En ese punto del pasado, la ciudadanía era una masa de visitantes frecuentes del mall que, sin recordar siquiera la idea de derechos, pululaban en forma de votantes postmodernos en la política, entregando sus votos a gente que odiaba tanto la política como ellos.
En ese pasado reciente todas las asociaciones ciudadanas de carácter politizado se fueron convirtiendo, con el beneplácito de las autoridades, en entidades sin textura política. Ese es el pasado glorioso de la elite chilena, el momento donde toda la representación estaba en sus manos sin ningún costo de tener que representar a nadie. El único partido que hoy está incorporado en el nuevo régimen de pactos en Chile que no estuvo dentro de la era dorada de la elite es el PC. Durante años, dicho partido apostó a mantenerse fuerte fuera de las dos coaliciones, defendiendo su diferencia de modelo de sociedad, recordando que fue un partido que no concurrió a aceptar la salida de la dictadura a partir de la negociación del No. Hoy todo eso es latín, es una letra muerta. El PC busca decirle al mundo lo arrepentido que estuvo de ser lo que fue, busca decirle al mundo que debió estar dentro de la elite entonces. El actual PC es la emergencia de su conciencia de clase (alta).
¿Por qué volvemos al pasado? Esta es la pregunta que debemos comenzar a explorar. Las investigaciones que realizamos con mi equipo nos muestran que hay una fuerte apertura hacia el futuro en las movilizaciones de 2011. El abandono por parte del movimiento estudiantil del discurso utópico y en anclaje en el discurso de crítica (menos presencia de gratuidad y más de crítica al lucro) que comenzó a vislumbrarse en 2012 y en adelante, son señales de una pérdida de horizonte de futuro. La Nueva Mayoría hizo un esfuerzo de apostar al futuro, pero siempre pensando en que se podría negociar con los poderes del pasado sin que estos quisieran imponer su agenda y sin posibilidad de perder los ciudadanos que ya se tenían a favor. Esa mecánica analítica fue evidentemente, a la luz de los hechos, un error. Y hoy renace el pasado en todas sus formas: discursos, nombres, convicciones sobre el sentido de la historia, en fin. Lo nuevo, germinal y delicado, ha sido barrido por lo viejo. El clima de restauración se impone. Pero claro, no se han enterado que esa avidez de pasado no es fácil que se traduzca en las formas del futuro. Y es que esa cosa rara llamada futuro tiene unas leyes que el Legislador no conoce y que el Ejecutivo no ejecuta.
Estamos en plena conmemoración del golpe. Hace unas semanas pararon los camioneros. Hace unos días el ministro Gómez dijo que los militares habían entregado todos los antecedentes sobre violaciones a los derechos humanos. Y hace unos días caminó Lagos por La Moneda, mientras el pacto de la Nueva Mayoría insiste en ser Concertación. El pasado es un fantasma poderoso. Pero es un fantasma y nada más.
*Sociólogo y académico Usach