Menos divisiones, más actos humanos y heroicos…
Muchas veces durante nuestra vida nos toca ser testigos, sin quererlo de acontecimientos o situaciones que nos marcan. Historias de esfuerzo, superación, enfermedades, éxitos y fracasos.
Por Francisco Chahuán, senador
Nuestra vida como político también tiene esos momentos, llenos de emotividad que reconfortan el alma, y que hacen que uno, a pesar del desprestigio en que se encuentra la actividad pública, se levante todos los días a seguir luchando por un país mejor.
Tuve la oportunidad de ver la película “los 33” con mis hijos y revivir esos dramáticos momentos en que 33 personas estuvieron al borde de la muerte y donde el coraje y el liderazgo de hombres como Mario Sepúlveda, Andrés Sougarret, Laurence Golborne y el ex Presidente Sebastián Piñera, fueron pieza clave para lograr el éxito final de la historia.
Una historia que me tocó de cerca presenciar y ser un testigo ocular de los hechos, cuando integraba una delegación parlamentaria en una gira al extranjero, junto al entonces Presidente Piñera en Ecuador y Colombia.
Fue el propio Presidente quien tomó las riendas de la emergencia desde el primer minuto, tanto así que no nos quedamos a ese cambio de mando y viajamos inmediatamente al país, directo a la Mina San José.
Efectivamente, el ex Presidente Piñera apenas tomó conocimiento de lo ocurrido en la Mina San José instruyó al entonces Ministro Golborne que se volviera en forma inmediata a Chile y que coordinara los vuelos correspondientes. Mientras eso sucedía, la comitiva se dirigía a Colombia para asistir al cambio de mando entre los Presidentes Uribe y Santos. Previa reunión con ellos a las cuáles también asistimos, antes de la transmisión del mando y, durante una reunión con residentes chilenos, el Presidente en medio de una profunda emoción nos comunicó que la urgencia estaba en Chile y que debíamos regresar de inmediato.
El avión presidencial aterrizó en Copiapó y en el mismo aeropuerto se generó un consejo de gabinete, donde tuve la posibilidad de integrarme junto a los entonces parlamentarios Ximena Rincón y Jorge Burgos.
Las noticias eran dramáticas: los Ministros de Estado presentes indicaban que las posibilidades de sobrevida era nulas, mientras dibujaban en una improvisada pizarra el efecto del derrumbe en la mina. La opinión unánime era que el Gobierno arriesgaba involucrarse en un problema entre privados; que el Presidente ya había cumplido aterrizando en Copiapó y que la suerte del Gobierno se podía ver afectada. Sumado a esto, se conocía que una organización sindical se había tomado los caminos para bloquear el acceso del Presidente a la Mina.
Fue en ese momento, donde Piñera, pese a las advertencias de sus Ministros se abalanzó a un vehículo y nos dijo: “el que quiera que me siga”.
En ese momento fui testigo de una conversación que cambió el curso de los acontecimientos entre Golborne y Piñera, donde este último le exigió hacer todo lo necesario e invertir lo que necesitara, porque tenía la convicción que estaban vivos; pidió que se convocara a los expertos de Codelco; y que se aceptara la ayuda internacional ofrecida. Su ímpetu y decisión cambiaron la suerte de los 33.
Ya en presencia de los familiares en la Mina, Piñera se comprometió formalmente para hacer todos los esfuerzos necesarios, en un clima marcado por la desesperación, la tensión y la amargura.
Pese a todo y contra todo pronóstico, el Presidente logró revertir los hechos hasta entonces adversos y no perdió nunca la esperanza de encontrarlos con vida. Arriesgó, lideró, gestionó, acompañó en fin estuvo a la altura de los hechos y lo que es más importante, logró rescatar con vida a esas 33 personas.
Pero nada de esto habría sido posible, sin el liderazgo de Mario Sepúlveda, quien al interior de la mina, logró aplacar a la desesperación de muchos y también liderar la emergencia desde el interior.
Hay momentos en la vida que los astros se alinean para lograr el éxito de las cosas, y qué mejor ejemplo que esta hazaña heroica.
Cuando el país lo está pasando mal, las cifras no acompañan el empleo, la gente se siente decepcionada de la clase política, del Gobierno y no hay confianza en nadie, deberíamos sacar lecciones de esta historia.
El espíritu de esfuerzo y superación unido al liderazgo de hombres que lucharon cada uno en el rol que le tocó cumplir, hicieron que finalmente pudiésemos contar una historia con un final feliz y no una tragedia que enlutara al mundo entero.
Escribo esta columna no para realizar una apología de Piñera, ni tan sólo por el compromiso con la verdad, sino para demostrar que cuando el país se une tras un objetivo común… las cosas se logran; cuando dejamos de lado las diferencias que nos separan, se producen los milagros.
Me gustaría que ese mismo espíritu, nos iluminara hoy para enfrentar los problemas del país y podamos salir del secuestro de la coyuntura, mirar el Chile del mediano y largo plazo; y retornar las confianzas en un proyecto colectivo de país.
Hagamos que las cosas sucedan, volvamos a confiar, volvamos a creer, volvamos a querernos, necesitamos menos divisiones y agresividad, más actos humanos y heroicos.