Hueso pelado

marta-blancoHay que mirar la vida como lo que es: una oportunidad única de ser una persona.

Por Marta Blanco, Periodista y escritora

Don Benjamín Vicuña Mackenna, tras sus notorios y notables bigotes, dijo un día que la Patagonia era un “hueso pelado”, dándola de baja de las ambiciones limítrofes con Argentina, siguiendo en algo a Darwin que detestó esa Tierra Australis.

A don Benjamín le gustaba la senda aristocrática traspasada de los hábitos del Valle Central, donde las familias tenían sus malos o buenos fundos, con inquilinos al por mayor y trigo al ídem, y ahí se instalaban los santiaguinos a pasar el verano. Dormían largas siestas, jugaban al corre el anillo y perseguían primas, mientras madres y tías y abuelas tejían para el invierno. Los jóvenes montaban a caballo en pelo, las mujeres hacían dulce de membrillo, manjar blanco, y toda la familia recibía a las misiones que llegaban a casar a los “así no más”, a bautizar a los moros y regularizar situaciones de hecho. Nadie que no fuera familiar o un invitado especial se entrometía en estas verdaderas ciudades amuralladas (de moras, eso sí) y la tranquila vida seguía igual de tranquila, aunque por debajo corrieran las pasiones, las extravagancias, aún la muerte, que visitaba a estos niños de antaño, todos proclives a caer víctimas del tifus, la difteria y aún la viruela. Morían muchos niños en esos tiempos cuando –acaso por lo mismo– nacían muchos niños y los primos hacían hordas en los pastizales, en alguna piscina si era modernos, o simplemente en el tranque.

El aburrimiento, tan mirado en menos hoy día, era una ocupación ferviente. Se aburrían todos y dejaban que el tiempo transcurriera como si nada, inventando maldades y ocupaciones diversas, ir a coger moras, hacerle sábanas cortas a los más gansos, una tía botada a culta solía leerles textos sagrados y nadie desconocía la historia de las once mil vírgenes, porque once, pasen, pero once mil…

Mientras, la Patagonia, que se peleaba en fervientes y ardorosos debates políticos, fue menospreciada a tal extremo que al dividirla finalmente, el petróleo quedó para el lado contrario. No le achuntó Vicuña Mackenna. El hueso era carnudo y la Argentina se hizo legítimamente de ella, que le ha dado contundentes resultados.

Este país nuestro es, no un hueso pelado sino un caballo echado a pique, como dijo Neruda del sur, donde archipiélagos, islas, canales y la cordillera que va hundiéndose poco a poco en el mar, lo parten y subdividen y lo aíslan de sí mismo con tesón. Chile aún es desconocido para los chilenos.

Vuelvo al aburrimiento. Es un tema, hoy día. Las casas ya no lo son, la mayoría consiste en departamentos de 80 a 120 metros, y los hay de mucho menos. La gente, las familias, viven apretujadas y ello hace que se escapen los adolescentes a las heladerías, a las esquinas, a las calles, a la billa. También se embuten con frenesí en el teléfono celular, en las tablets, en el computador. Todo menos conversar y ni menciono el ajedrez, las damas, la batalla naval, muy recurrida hasta mi generación.

De manera que hoy día los jóvenes y aún los niños, cuyas vidas son aisladas aunque no lo saben, y pobres en imaginación, aunque lo desconocen, y ajenas a la belleza como una condición sine qua non de la existencia, deben enfrentar la existencia sacándose fotos a sí mismos, las famosas “selfies”, o mandando tweets o bebiendo de manera desenfrenada en múltiples fiestas que no lo son, apenas reuniones de desconocidos, y muchas familias sienten terror de que sus hijos conviden a sus casas, pues una fiesta parece, hoy día, ser sinónimo de destrucción. Dejan las alfombras y los pisos imposibles, queman los sillones con cigarros, como dicen (para nosotros los cigarros equivalían a puros y los otros se llamaban cigarrillos).

Esta juventud que bebe más de lo que conviene, que practica el sexo mucho antes de saber en qué consiste, porque han logrado separar el sexo del amor, es un hueso pelado. Confieso una gran inquietud por los jóvenes. No los envidio. Viven en guerra con la vida: la depresión los acecha a la vuelta del horizonte, y los padres –donde incluyo a padre y madre– ocupan su tiempo en trabajar como desquiciados, porque hoy día el aburrimiento no existe. Solo el hastío triunfa y arrasa con los jóvenes y aún con los mayores.

Creo que una sociedad que estimula el negocio como el fin primero y último de la vida, una sociedad donde el deporte es esencial –demasiado esencial diría yo– y la lectura y la reflexión no tienen cabida, no es un buen caldo de cultivo para las buenas cosas de la vida. Celebro a todos aquellos que conservan su fe, Dios ayuda aún a los que no creen en él; una sociedad preocupada de los malls y las zapatillas y los peluches y correr de aquí para allá a comprar, a negociar, a matar el tiempo en vez de aprovecharlo, corre peligro.

Hay que mirar la vida como lo que es: una oportunidad única de ser una persona. De crecer y multiplicarse o irse al África a ayudar a los más desamparados. Todo menos sentirse de más o de menos y, en vez de vivir la vida, matarla.

Ojo con el hueso pelado. Es una amenaza para el concepto que tenemos de nosotros. ¿Se nos ha olvidado lo que es una familia? ¿La búsqueda no de la riqueza si no de la felicidad?

2 Comentarios
  1. hernan dice

    La Patagonia, que era de los patagones hasta que fueron exterminados por los ganaderos con la complicidad de los salesianos y los pastores evangélicos (quienes se adueñaron de inmensas extensiones de tierra), tiene ahora un valor imprevisto; en el evento de una conflagración nuclear no total (en cuyo caso no sobreviviría ningún mamífero superior), sería un Santuario para algunos seres humanos que pudieran, quizás, resistir varios años de invierno nuclear (siempre que no existan objetivos estratégicos en las cercanías).
    Algunas familias patagonas y mapuche fueron vendidas por los Gobiernos de Chile y Argentina para ser expuestas en el Zoo Humano de París.

  2. Ga dice

    No se si se dará cuenta que su texto es parecido a un noticiero, tres temas que no se tocan, tal vez solo dos la comparación triste de que «todo pasado fue mejor».
    El texto sobre Benjamín Vicuña y la Patagonia es de una obviedad que aburre, esa historia es tal como hoy «Santiago no es Chile», si le gusta la historia el tema de la pérdida de la Patagonia es mucho mas rica, como siempre ocurre en la realidad y no la ficción de escritores santiaguinos, lo digo por el propio Vicuña.
    Sobre la mirada de los jóvenes de hoy estoy casi de acuerdo, pero tenemos que ponernos en perspectiva y no solo sacar una radiografía, sino preguntarnos el porque y para que.
    El crecer propuesto es tan genérico, casi un vacío, y algo de mojigata en la propuesta de ser misioneros del amor.

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