Llega una fecha que en nustro país no se celebra como otros lados, pero que es una buena excusa para acercarse al cine de terror, que supo no solamente dedicarle varios títulos (el clásico indiscutible «Noche de brujas», de John Carpenter) sino que también es una fuente de momentos de espanto en fílmico para todos y todas.
Halloween (1978), de John Carpenter. El título definitivo de la calabaza. Ya desde su poster promocional prometía terror en altas dosis a manos del ex paciente de un psiquiátrico que se escapa cuchillo en mano y no deja cabeza en su lugar. Uno de los mejores films de terror de todos los tiempos no podía transcurrir en otra época que en esta. ¿El mejor trabajo de cuchillazos después de Psicosis? Tal vez.
Evil Dead (1981), de Sam Raimi. Escenas fuertes, contundentes, para un exponente del terror más revulsivo de los años ´80. Una casa embrujada, una maldición y un grupo de amigos que intentan sobrevivir al desastre. Incluye una antológica escena de violación a cargo de ¡un árbol!
Profondo Rosso (1975), de Dario Argento. El cine italiano le dio al terror algunos de sus mejores momentos. Dario Argento, maestro indiscutible del género, tiene aquí a una de sus mejores producciones.
The Blair Witch Project (2000), de Eduardo Sánchez, Daniel Myrick. Inauguró una época de películas de terror cámara en mano y bajo presupuesto como dos de sus herramientas fundamentales. Después llegaron otras que no pudieron alcanzar el nivel de esta. Uno de los pocos ejemplos de buen cine de terror con escenas que asustan de verdad. Ideal para iluminar el living con una calabaza y una vela.
Child´s Play (1988), de Tom Holland. La conocemos como «Chucky, el muñeco maldito» y pasó a la historia con el título impuesto por los fans, que al día de hoy siguen idolatrando al juguete más perverso del cine. Una saga que se extendió más de lo que podía, pero que tiene en esta primera película a un título fundamental. Incluso hoy los niños de los países en los que se celebra Halloween salen disfrazados del amigo Chucky. Un primor.
Nightmare on Elm Street (1984), de Wes Craven. Otro de los clásicos del género paridos en los productivos años ´80s Wes Craven, maestro del género, logró la mezcla perfecta entre terror psicópata y humor negrísimo. Freddy Krueger, asesino serial de garras con cuchillos, que luego emularía Tim Burton en «El joven manos de tijera», pero en tono inocente.
Friday the 13th (1980), de Sean S. Cunningham. Otra máscara paradigmática del cine y de Hallowenn, la de hockey que se calza Jason hacia el final de esta primera parte de la saga cuchillera por antonomasia, por extensión y cantidad de crímenes. Un hombre que de niño desapareció en un lago, vuelve para vengarse de los jóvenes que acampan en el lugar, aunque no tengan nada que ver con su malogrado destino.
Ringu (1998), de Hideo Nakata. ¿La mejor película de terror de los años 90? Puede que sí, al menos teniendo en cuenta que fue la punta de lanza del cine de género hecho en Oriente, que ha dado más al horror que casi todo lo que produjo Hollywood en los últimos veinte años. Una maldición, una niña de pelo largo y negro que sale de un televisor arrastrándose, y otras escenas de alto impacto.
Snuff 102 (2007), de Mariano Peralta. El cine de terror argentino creció en la última década como no lo hacía desde los años 60s. Este buen ejemplo de producciones con bajo presupuesto y elevado resultado cinematográfico está entre lo mejor del género hecho en el país. Una película de altísimo impacto, con escenas shockeantes no aptas para impresionables. Por supuesto, no puede faltar en un menú de Halloween.
The Texas Chainsaw Massacre (1974), de Tobe Hooper. El personaje más demente del terror, motosierra en mano, calzado con una máscara hecha con piel humana. Hablame de un disfraz para noche de brujas.
The Exorcist (1973), de William Friedkin. Linda Blair vomitó verde y todavía el mundo recuerda esa escena fundamental para el cine. Y la que se ve a la cabeza de la entonces niña dando un giro de 360 grados. Y la escena en que se orina frente a los invitados de una reunión. Y el cura estaqueado en la calle. Y otros momentos que hacen de este tìtulo una gloria de lo espeluznnte.
Quien puede matar a un niño (1976) Narciso Ibáñez Serrador. Los niños diabólicos siempre pagan bien en las apuestas sobre cine de género. El hijo de Narciso Ibañez Menta dirigó este opus fundamental del séptimo arte hecho en España. Una isla dominada por niños es la pesadilla irresoluble de una pareja que cae a vivir lo que iban a ser vacaciones y terminan siendo un cúmulo de momentos funestos. Y no porque los niños propongan «dulce o treta», precisamente.
Dawn of the Dead (1978), de George Romero. No existe Halloween sin gente disfrazada de zombie. Este largometraje fue la secuela del clásico en blanco y negro «Night of the Living Dead» y lo superó en todos los órdenes: efectos visuales, gore, tripas y, sobre todo, guión. ¿Hay algo más aterradoramente capitalista que quedarse encerrado en un shopping con un ejército de muertos vivos?
El bebé de Rosemary (1969), de Roman Polasnki. La gran película de Polanski, la gran performance de Mia Farrow, el gran retrato del desolador edificio Dakota de New York (donde una década después mataron a John Lennon). En España se la conociò como «La semilla del diablo», tìtulo que no le queda nada mal, para semejante embarazo que debe afrontar la pobre Mia.
Cementerio de animales (1989), de Mary Lambert. Basada en una gran novela de Stephen King, tenemos aquí animales que resucitan influidos por la maldición de un cementerio indio. Incluye una estremecedora escena en una ruta, que tiene como protagonistas a un niño pequeño y un camión. Todo terror.
Bonus Track:
El mundo de Jack (1993), de Henry Selick. No hay terror, no hay horror, pero hay un nivel de animación stop motion que al día de hoy sigue siendo la mimada del séptimo arte. Produjo Tim Burton y le dio toda la impronta de su cine. Ideal para terminar la festividad de las brujas al son de «Halloween! Halloween! Halloween! Halloween! / In this town we call home / Everyone hail to the pumpkin song».