La Nueva Mayoría y el fantasma de la Concertación
El sistema político chileno enfrenta el requerimiento, después de las movilizaciones de 2011, de retomar su capacidad de administrar los procesos sociales que se desencadenaron y que bloquearon la legitimidad mínima de la elite política.
Escribe Alberto Mayol*
La Nueva Mayoría nace con el propósito de retomar el control del proceso desde la arena política, aprovechando el liderazgo de Michelle Bachelet y modificando la estructura política con la incorporación del Partido Comunista al bloque de gobierno, permitiendo así conectar el sistema político con los movimientos sociales.
El objetivo solo se podría conseguir ofreciendo las transformaciones que parecían imprescindibles para la posibilidad de acabar con una sociedad cuyo elemento estructurante era el ‘lucro’ (entendido como abuso). La Nueva Mayoría, por lo tanto, debía ser capaz de generar las transformaciones estructurales con miras a la posibilidad de controlar el proceso social. Esto último era lo esencial. Lo primero era accesorio. Este escenario evidentemente abre la puerta al gatopardismo, pero no es ello el aspecto decisivo.
Un análisis de las condiciones estructurales en las que se enmarca la apuesta de la Nueva Mayoría permite concluir que dicho pacto carece de la arquitectura y del diseño que pudieran hacerlo funcionar. Las razones son simples:
-El pacto político que era la Concertación, que no fue capaz de liderar transformaciones estructurales, era mucho más sólido políticamente que el pacto actual de la Nueva Mayoría (acuerdo programático). Si un pacto de gran profundidad no pudo contener transformaciones sin retroceder frente a las presiones fácticas, menos lo puede hacer una institucionalidad que es menor en términos de complejidad. Por necesidad simplemente física, la Concertación (su inercia) primará sobre la Nueva Mayoría y, por tanto, el orden conductual del nuevo pacto será semejante al del antiguo. La tesis: “es posible hacer más cambios con una estructura menos fuerte”, implícita en el actual gobierno, es simplemente un acto de voluntarismo, cuando no de cómoda estrategia conservadora.
-La única posibilidad de generar transformaciones en un escenario como el actual estaba fuera de la institucionalidad y fuera de la tradición transicional. Solo el espacio del carisma lo permitiría. El movimiento estudiantil tuvo ese carisma, pero estaba fuera de la gestión política. Solo Bachelet y los integrantes del movimiento estudiantil que se sumaron a la Nueva Mayoría podían, asumiendo un rol carismático, generar dicho proceso. La Nueva Mayoría apostó a usar el carisma de Bachelet solo para fines electorales y no lo dispuso a una labor mayor.
-Relacionado con lo anterior, la única posibilidad de ofrecer grandes transformaciones a una sociedad radica en un alto contenido utópico y un frenesí de contenidos que otorguen sentido al que siempre es un incómodo proceso de alteración de la cotidianeidad. No hay transformación sin un horizonte y ese requerimiento supone una presencia discursiva mayor. La estrategia silenciosa y moderada, carente de utopía, sin proyecto de sociedad, evasiva de palabras complejas, que ha caracterizado a Michelle Bachelet en toda su historia política y que ha sido parte de la selección del gabinete política de esta administración; suponen una ausencia de condiciones para la conducción de un proceso de transformación.
-El diagnóstico del proceso social y político de la Nueva Mayoría es equivocado. Consideran que los problemas vigentes en Chile son, primero, solo chilenos; y segundo, problemas derivados de una gestión política inadecuada del Presidente Sebastián Piñera. Ambas tesis, en rigor, son compartidas con la derecha. Se minimiza así la relevancia estructural de la problemática que estalló en 2011 a modo de un movimiento estudiantil y se niegan las evidentes disfuncionalidades del modelo económico (falta de modernización real, agotamiento de su operación e ilegitimidad), del modelo político (requerimientos de incrementos democráticos, aumento de la institucionalidad) y el malestar social.
-La ausencia de capacidad política general del sistema de partidos y, en particular de la Nueva Mayoría, para articular una respuesta sustentable al proceso social y político de fondo, implicarán un desaprovechamiento definitivo del aumento del PIB basado en el súper ciclo del cobre y, por tanto, un retraso de la oportunidad de construir condiciones para el desarrollo sustentable de Chile en el futuro inmediato, llegando el país al final de su mejor ciclo económico de la historia sin soluciones para la educación, la salud, las pensiones, energía, sin una matriz de desarrollo económico definida y sin una institucionalidad política sólida y democrática.
*Académico Universidad de Santiago.
Estimado Alberto.
Comparto lo escrito…..me gustaria mucho que usted indicara quienes son los favorecidos si no es el ciudadano comun. Y esta pregunta se la hago para que nos grafique…ojalas con cifras y ejemplo, como los maravillosos numeros del pais, reflejan el egoismo y miopia de nuestros grandes empresarios.
Saludos y muchas gracias por sus articulos.
VRA
VENTA DE HUMO…
La política de “consensos” y pacificación mal entendida, es decir, sin verdad ni justicia, no tiene destino, salvo parapetar en la inocencia a todos aquellos que alentaron y celebraron el dolor, la tortura, el exilio, la muerte o el hambre de tantos compatriotas.
Fíjese: se habla de que tendríamos un PIB per cápita de USS 23.165, no? Pero la realidad es muy distinta. Según estudios, el 50% de los trabajadores gana menos de 263 mil líquidos; el 70% menos de 400 mil, y el 80% menos de 500 mil. El 90% de las pensiones de vejez de retiro programado pagadas por las AFP son de menos de 144 mil pesos.
Al mismo tiempo, el 1% más rico de Chile, percibe por persona S 14.964.268 al mes, y el 0.1% más rico, -unas 17.800 personas-, la friolera de S 82.917.226, por persona y al mes¡ Puede esperarse que se jueguen por la verdad histórica y por la justicia social?
La impunidad jurídica, política, económica, social, está a la base de la cultura política alentada por la actual Constitución y el período transicional. Por eso, entre otros motivos, necesitamos de una nueva constitución. Si no la modificamos, y desde abajo hacia arriba –no entre cuatro paredes y por los mismos de siempre-, no tendremos –ni ahora ni después-, una sociedad justa y decente.
Justicia y decencia no llegaran nunca de la mano del mercado, del chorreo, de los privados, españoles o no, de la venta del país, el crecimiento o la competencia de todos contra todos. Más de 40 años bajo la férula neoliberal así lo demuestran.