No quiero hablar de política

marta-blancoNadie habla de los perros en situación de calle. Se van a comer a casi todos los habitantes de Antofagasta. Ojalá Alejandro Guillier salga elegido y se preocupe del problema.

Por Marta Blanco

Prefiero hablar de animales. Han dado buenas noticias esta semana. Una ballena franca y albina nadó junto a dos surfistas en Pichilemu. Dicen que los miró a los ojos y supieron al tiro que era mansa, buena y quería jugar con ellos. Eso sí, se interponía entre su ballenato y los hombres. Harto sabia, Chile tiene una bitácora de violaciones, asesinatos y crueldades que hasta las ballenas conocen.

La otra buena nueva es que los cisnes de cuello negro volverán a cubrir el río Cruces de Valdivia. Se comprobó que Celulosa Arauco era responsable de botar aguas pútridas al río, matando el luchecillo, y los pobres cisnes no pudieron comer. De hambre murieron, a pesar que los patos tagua se metían al fondo, arrancaban matitas y las traían a la superficie para compartir el alimento con los cisnes agónicos. Ni así se salvaron. De más de cinco mil, hay cerca de quinientos que han regresado.

Ojalá la demografía aviar no disminuya como la humana. Al menos, que digan que aún nacen cisnes aunque no guaguas en Chile.

Lo más estrafalario fue recordar, vía Canadá, la boa santiaguina. En Canadá, en un pequeño poblado, una boa se arrancó de su jaula, salió por un ducto de ventilación, llegó hasta un departamento, se metió quizás por dónde y ahogó con su abrazo mortal a dos niños de 6 y 7 años. Terrible.

En Santiago, una vez se perdió una boa. Aquí no se espantaron tanto, recuerdo. Desde luego, conseguir una boa en Canadá o en Chile es harto extravagante. La mascotita chilena se hizo humo. La buscaron los santos bomberos, los buenos carabineros, la familia dueña, pero se evaporó. Recorrieron el Country Club, apalearon matorrales, árboles, escarbaron la tierra, revisaron las entradas de aguas lluvia, en fin, ¿dónde buscar en Santiago invernal una boa?

Un año y medio después apareció la preciosa. La encontraron en el sofá de su propia casa. No entiendo si los dueños se sentaron sobre ella el año y medio, en cuyo caso supongo que la boa estaba hibernando. La falta de imaginación es asombrosa. ¿Por qué la tendrían como mascota? ¿Acaso ignoraban que su nombre “boa constrictor” indica su capacidad asesina? Yo, juez, les paso una multa. ¡Si somos muy raros!

A una señora la tuvieron durmiendo en la cárcel por no cortar el pasto de la vereda frente a su casa. Y a los dueños de una serpiente mortal no les ocurre nada. ¿Normal tener en la casa una serpiente que si te agarra (y te agarra) te abraza y te asfixia en dos minutos? ¿O no sabían que constrictorizar es ahogar apretando, haciéndoles añicos las costillas, reventándolos? En fin, al menos aquello no ocurrió.

Nadie habla de los perros en situación de calle. Se van a comer a casi todos los habitantes de Antofagasta. Ojalá Alejandro Guillier salga elegido y se preocupe del problema. O que lleven muchas ¡pero muchas! vacunas antirrábicas al norte. Esto es fácil. El ministro Mañalich es experto en enviar vacunas a lo largo del país.

Y ya se me metió la política en el texto, así es que see you later, alligator, chao pescado, bye bye ballena, siento haberme perdido esa nadada contigo!

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El Periodista