Revista argentina sostiene que el Papa teme un atentado y que camina disfrazado por la Plaza de San Pedro
El semanario Noticias, de la prestigiosa editorial Perfil, sostiene en su última edición, que el jefe de Estado de El Vaticano “se escapa disfrazado con un sobretodo para recorrer la plaza San Pedro y evitar así, los riesgos del aislamiento que tiene el poder”.
El semanario argentino Noticias, pocas horas antes que el Papa Francisco arribara a Brasil, se refirió esta semana a “los temores y planes que preocupan a Francisco en la más absoluta soledad del Vaticano”.
Según la revista, que sostiene que el argentino Francisco camina disfrazado por la Plaza San Pedro, asegura que “la presión del lobby gay de la mano de los enemigos de Bergoglio acaba de estallar en Europa convirtiéndose en el primer escándalo que amenaza con manchar la imagen un Papa hasta ahora impoluto”.
Omar Bello, el filósofo que más conoce al Sumo Pontífice y autor del libro “El verdadero Francisco”, revela en la última edición de la revista el pensamiento íntimo del Papa sobre los peligros que acechan en los palacios del Vaticano: el miedo a un atentado, no solo en lugares públicos sino en la privacidad de sus habitaciones; el exceso de popularidad y de fama -que sus rivales alientan- y que el Papa cree que pueden dañar su figura reduciéndolo a un fenómeno de marketing moderno; su intención de terminar con “la era del ocultamiento” -así lo define él- investigando patrimonios y lujos de la curia romana.
“’Cuídese, Jorge’, le aconsejó hace poco una persona que lo quiere mucho. La frase eriza la piel. Y Francisco sabe que debe tomar recaudos en varios frentes”, señala la revista que circula en todo Argentina.
“El momento tan temido llegó antes de lo esperado. El obispo Battista Ricca, designado hace un mes como hombre de confianza del Papa en el Banco Vaticano aparece implicado en un escándalo homosexual que comenzó en Uruguay en 1999. Lo curioso es que, en el momento de hacer el nombramiento, nadie le advirtió al Papa sobre ese antecedente. El episodio constituye una evidente declaración de guerra. ¿El lobby gay quiso cuestionar su autoridad o sus enemigos le hicieron una zancadilla para ridiculizarlo? ¿Empujaron el nombramiento para luego denunciar el escándalo y colocar al Papa en situación insostenible? ¿Lo quieren debilitar en vísperas de su viaje a Brasil?”, se pregunta Noticias
“Estoy bien…. pero estoy solo”, según Noticias, confesó amargamente Francisco a uno de sus últimos visitantes. Las cavilaciones del Papa empezaron a tomar forma terrena.
VENERACIÓN (textual de Noticias)
“Se escriben un montón de pavadas”, comenta el Papa ni bien le muestran, saltando de alegría, los ríos de tinta favorables que la prensa hace correr sobre él (posters incluidos). Pero esa ligereza se deshace en la intimidad donde sí desliza estar preocupado como consecuencia de esta ola de amor súbito que despertó en la sociedad recién comenzado su reinado. “Todo lo que sube rápido baja a la misma velocidad”, es una de las frases que más les repite a sus poquísimos asesores por estos días. Según me confesó un obispo argentino del riñón de Bergoglio, las preocupaciones papales se dividen en dos sentidos. Por un lado, sospecha que la buena predisposición de los medios podría estar inflada gracias a las malas artes de sus enemigos que pretenden, justamente, desgastarlo igual que a una figurita del espectáculo. “Voy a terminar cansando…”, se enoja ni bien le informan que su imagen ocupa otra portada o alguien escribe un nuevo libro sobre él. El punto de inflexión fue su elección como hombre del año (antes de que el año terminara) por unos de los símbolos de la frivolidad mundial: Vanity Fair. Por otro lado, y quizá lo más preocupante desde su punto de vista, entiende que deberá sostener esa fama conseguida de la noche a la mañana con decisiones concretas que la sustenten; caso contrario quedará como un fenómeno más del marketing moderno.
“Después de Brasil empieza mi papado”, habría comentado con cierta resignación por lo que deberá afrontar en los meses siguientes. Según le hizo saber a su gente, considera que el viaje al país vecino es el último eslabón de una cadena de placeres que le regaló la entronización (detesta los aviones aunque le importan los jóvenes, tanto por puros y activos como por estratégicos para la Iglesia), y que, a partir de ahí, comienza una etapa de inmersión sin respiro en luchas que la Iglesia necesita no ya para ajustar el rumbo en los tiempos que corren sino con el fin de apuntalar su supervivencia; esa sería la clave, por lo menos de acuerdo a quienes lo conocen bien, para entender por qué (y ante todo por dónde) busca la santidad: quiere quedar en la historia como el hombre que “salvó” a la Iglesia Católica de un derrape que muchos veían como seguro y, lo que es peor aún, cercano. Porque, y en esto no anda con medias tintas ni intenta ocultarlo a la hora de decir lo que siente (al menos en privado), está convencido de que la institución que preside está enferma de corrupciones varias que cruzan el amplio espectro de las miserias humanas. Desde delitos sexuales hasta lavado de dinero, hay para todos los gustos.