¿Quién gana con el boom minero?
El académico de la Universidad de Chile analiza el tipo de sociedad que estamos creando al amparo de un elevado precio del cobre. “Los chilenos oramos siempre por el precio del cobre y no comprendemos que sus evoluciones pueden ser el punto de origen de la bonanza, pero también de la crisis”, apunta el sociólogo.
Por Alberto Mayol*
Chile es un país extractor de materias primas en general y minero en particular. El 20 por ciento de nuestro Producto Interno Bruto (PBI) proviene de la minería y algo menos del 10 deriva del sector forestal. Ese 20 por ciento crecerá, se prometen más de 50 mil millones de dólares en los siguientes diez años.
Estamos viviendo una inyección de dinero que no tiene parangón en nuestra historia.Tal vez lleguemos a un 25 por ciento del PIB dependiendo de la sola minería. Esto tampoco es exacto, porque muchos servicios (desde hotelería, vuelos, arriendo de vehículos, hasta proyectos inmobiliarios, venta de automóviles, retail y deuda) son en parte resonancia de la producción de base que es la minería y -más específicamente- del cobre. De hecho, Chile no es más dependiente de la minería que Venezuela del petróleo, como solemos creer sin disimulado desprecio.
Los chilenos creemos que nuestro país es un lugar históricamente campesino, que nuestra cultura deriva de la importancia de la tierra y el campo en el valle central. El agricultor (en rigor, el propietario de fundos) es un arquetipo de la conducta y la vida política. Pero la verdad de Chile está en otro sitio, escondido y sórdido: la minería. Del salitre al cobre y lo demás, notas al pie.
Cuando una sociedad produce mucho dinero en un espacio pequeño, en una sola actividad, cuando esa riqueza está en la naturaleza y no en las personas, cuando esa riqueza se produce en terrenos duros y sin civilización cercana, nacen una serie de problemas sociales vinculados a esta dinámica.
La minería produce déficit institucional, la minería produce culturas laborales de poco método y con enorme foco en la seguridad y el orden, la minería produce anhelantes mafias alrededor de la actividad productiva, la minería hace creer que hay una bendición allí donde puede estar naciendo una maldición. De hecho, la principal maldición de los países mineros, es la enorme presión hacia la desigualdad. Y es que en este tipo de sociedad, el mineral es la medida de todas las cosas.
Los chilenos oramos siempre por el precio del cobre y no comprendemos que sus evoluciones pueden ser el punto de origen de la bonanza, pero también de la crisis. Nuestros economistas evaden el tema y suelen no mencionar la crisis holandesa o crisis de los tulipanes, que se enseña en primero de economía.
Creemos que el cobre debe financiar esto y lo otro, bajo la lógica del maná que cae del cielo, en forma de bendición irrefrenable. Creemos que el mineral es nuestra obra y que es nuestro bien más preciado. Decimos con Neruda “La mina es sólo el hombre / No sale / De la tierra / El mineral / Sale del pecho humano” (Oda al cobre), pero solemos olvidar la maldición que se fragua en sus entrañas. El mismo Neruda termina su oda con la rígida convicción de que “después de tantas luchas /para que mi patria lo pariera / después de su glorioso / virginal nacimiento / lo hicieron ayudante de la muerte / lo endurecieron y lo designaron asesino”. Y es que las sociedades no tienen bendiciones, sólo tienen oportunidades. Y no basta con sacarlas del suelo.
¿De qué sirve la educación en un país minero? ¿De qué sirve el arte? ¿De qué, la arquitectura? ¿Para qué innovar? La riqueza yace en tu suelo, grita el modelo. Y respondemos con grandes minas que extraen día y noche, ávidas de energía y agua; recuperando inversiones siderales en 3 o 5 años. Y construimos carreteras eléctricas, carreteras del agua, carreteras de camiones. Son para ellos, Y las ciudades mineras son como un olvido hecho de dinero que deja tras de sí ciudades como asentamientos, casas acumuladas con años de caducidad y un deseo enorme de migrar que, en el mejor de los casos, nunca se cumple. ¿De qué sirven las personas? ¿Las instituciones? Las personas pasan, las instituciones pasan, es el mineral el que queda. Esa es la convicción, poco importa si es falsa, a nadie le importa más allá de las palabras que en 50 años o en 15 ya no quede nada. El presente grita la riqueza.
El modelo chileno tiene muchos rasgos, pero su sangre, su principio vital, está en la entrega irrestricta a la producción minera. No es el chorreo, ni siquiera, el espíritu del modelo. Es la llovizna, son nubarrones de dinero que pasan por el cielo, que avanzan con sus vientos en nuevas direcciones, donde sí lloverá y germinará el desarrollo. Acá dejan una estela, la llovizna, que cae entre quienes están más cerca de la nube, que refresca los rostros y alimenta la ilusión de la lluvia venidera. Esa esperanza, además, alimentará la ilusión del futuro y compraremos a nombre de Godot que volverá… a no venir.
Acá estaremos desenterrando mineros y festejando por ello, acá estaremos haciendo procesiones a las grúas y las sondas, a esa riqueza que ha otorgado bonos para los pobres, que ha permitido aeropuertos atiborrados, que ha traído autos baratos, que nos ha hecho tan felices en la bonanza, que nos ha hecho hijos de la tierra.
Chile duplicó la participación de la minería en el PIB en diez años. Ya en la situación anterior era considerado un país minero, hoy lo es el doble. La famosa revolución silenciosa que Lavín vio o profetizó no sólo no aconteció, sino que se debilitó. No hubo desarrollo en todos los sitios, nuevos emprendimientos, más éxito para las microempresas. Lo que hubo fue menos diversidad, más mineral. La productividad baja y baja en las empresas más pequeñas y crece de modo sorprendente en la gran empresa y específicamente en la minería. Esa es la verdad. Economía y Negocios de El Mercurio es en realidad un juego de monopoly, la Revista del Campo un gesto al terrateniente ávido de respeto, la palabra emprendedor es directamente una ironía. El 20 por ciento de los microempresarios declaran que estarían dispuestos a ser asalariados ganando lo mismo que logran como microempresarios.
¿Cuáles son los hijos del mineral? Hay cientos. Es un padre prolífico, lleno de familias, como corresponde al minero. Pero hay tres hijos que destacan: un alto PIB, la desigualdad y la ignorancia. El primer hijo es honrado todos los días por los políticos, los medios de comunicación oficiales y por buena parte de los chilenos. No necesita aquí tribuna. La ignorancia es la hija olvidada. Llevamos años sin invitarla a nada, para que no venga a notarse que sólo tenemos dinero, que no vamos al teatro, que no sabemos de libros, que no hacemos deporte, que nuestro máximo contacto con la innovación es comprar un celular. La ignorancia la combatimos pagando cada vez más por los colegios (mayor gasto del hogar en educación en el mundo) y con la analgesia que ello nos produce (“si cuesta caro, debe ser bueno”, “hay que pagar hasta que duela”). Nuestros hijos no serán ignorantes, creemos. Por supuesto, los hijos se rebelaron y dijeron que todo era mentira. Y lo era. Pero estamos anhelantes de que aparezca Godot y nos ofrezca un nuevo reino inexistente. Y a veces Godot sí viene, pero entonces no habla.
La última hija es la desigualdad, aquel dolor que no podemos olvidar, porque se nos aparece por todos sitios. El 3 por ciento más rico de Chile, según la encuesta CASEN 2011, concentra un quinto de los ingresos de toda la población. Si intentamos llegar a la cifra equivalente de ingresos desde el lado inverso de la pirámide, es decir, desde los más pobres, nos tardaremos algo más y apenas llegaremos a acumular la misma cifra de ingresos que el 3 por ciento más rico cuando lleguemos al 44 más pobre.
Este es Chile, mineral y desigual. La fiesta del cobre puede durar un tiempo, mientras China tenga que cablear un país entero y enorme, mientras las materias primas estén fuertes por las crisis de los desarrollados, mientras los países emergentes sean refugio de inversionistas.
La fiesta del cobre trae autos baratos, televisores de plasma y computadores regalados. La fiesta del cobre nos hace creer desarrollados, nos trae una economía sobrecalentada y sin inflación (el mejor de los mundos).
La economía sobrecalentada son muchos chilenos entrando en el crédito y con casa nueva. El pleno empleo nos ilusiona y la política hecha pedazos nos parece un mal chiste olvidable porque mañana hay que ir a trabajar (y hay donde ir a hacerlo). Pero hay un solo problema.
También existe mañana.
*Sociólogo, académico Universidad de Chile
Alberto, excelente columna. Felicito a El Periodista por reclutar a alguien que piensa y escribe bien.
El tema da para mucho y esta primera piedra, lanzada por Mayol, ojalá retome la necesidad de un royalty a la minería, que se destine a la investigación y la creación de valor agregado. Pronto no tendremos cobre y, si no descubrimos algo rápido, las nuevas generaciones solo podrán ganarse el sustento cobrando el bono por hijo que ofreció el presidente de los incentivos ridículos.
Constituyente y renacionalización del cobre. Así ganamos todos!
Se equivoca Mayol, el cobre es mas importante en nuestro PIB porque aumentó el precio y la demanda, pero la diversificación de nuestras exportaciones continúa y muy activamente. Con sus mayores ingresos, obviamente que nos beneficiamos todos y tendremos mejor educación para que logremos un mejor país. En fin, de los agoreros, estamos cansados.
Da gusto leer a alguien inteligente…
Lindo Poema… pero como análisis queda cojo por no tener propuesta. Interesante habría sido ideas sobre como re-barajar y redistribuir la matriz exportadora. Quizás algo similar a lo hecho en los años 60 con el subsidio forestal y de frutas.
Ya que cuando quisimos cambiar el modelo (Industrialización) nos fue peor que nunca (crecimiento promedio del PIB de 1%).
Finalmente agregar que la única forma que la minería mejorará la distribución del ingreso, es aumentando la escolaridad y fomentando la educación técnica superior. El resto es una falacia y un lindo cuento.
Chile, que sueña en ser (y debiera haberse convertido hace más de 20 años en) Australia, Canadá o Nueva Zelandia (que igual exportan commodities), tiene una realidad sudafricana o congolesa por culpa de la maldición de las materias primas en manos de empresarios mafiosos que no pagan impuestos y de una codelco igual de mafiosa que financia partidos políticos y trabaja a pérdida con personal apernado.
Chile es un país sin Estado, pero con millones de funcionarios sin otra pregorrativa que de hacerle la vida una basura a la gente con su ineficiencia. Tanta OCDE, tantas cifras de inversión extranjera récord y tanta obsesión legalista con su legión de leyes y profusión de abogados esconden un fracaso aún mayor que la economía boliviana, paraguaya, argentina o cubana: con condiciones favorables de paz social y órden institucional (aunque ilegítimamente pinochetistas) chile no supo ni sabrá vencer la desigualdad. Es más: la disfruta. ¿quien no quiere ir al mall hasta las 22h00 con personal que vive a dos horas en micro, o tener nana puerta adentro por 200 lucas?
Un país con 40 por ciento de la población activa ganando esa misera NO SIRVE.