La herencia de la putrefacción
Las nuevas generaciones de líderes no crecen en los árboles, las nuevas prácticas no se aprenden en el computador, un nuevo sentido común no se compra en la feria. En Chile llegamos a un fin de ciclo en medio de una crisis educativa, lo que agrava las posibilidades de una superación creativa.
Escribe Alberto Mayol*
Todas las épocas se resisten a morir. Cuando parece que definitivamente el corazón de una era ha dejado de latir, siempre buscará fuerzas de flaqueza para resistir todavía otro poco.
Cuando en la Francia revolucionaria la victoria antimonárquica era total, de pronto surgió un emperador desde dentro de la revolución (Napoleón) y mantuvo vivo el espíritu monárquico por casi medio siglo más. Y es que la inercia de la historia obliga a que toda época deba transitar a la putrefacción antes de su fin.
El camino postdictatorial de Chile ya muestra signos de putrefacción alrededor de los años 2002-2003 y desde ahí en adelante. La fantasmagoría binominal tenía como única realidad la ‘democracia de los acuerdos’, que era lo mismo que decir que para todo lo importante, el sistema de partidos buscaría una posición única. A un Chile despolitizado le resultó formidable. Pero la defensa a Pinochet en Londres transformó la secreta colusión en evidencia y las disputas en el espacio público en mera parodia. Si la Concertación, la misma que había nacido para acabar con Pinochet y su legado, terminaba entonces trabajando de bufete de abogados del dictador, entonces la victoria del nuevo orden era completa. La que iba a convertirse en la derrota final de Pinochet, se había transformado en su último triunfo: ahora todo el país, incluyendo sus torturados, lo defendían.
Sin embargo, los triunfos en política tienen una ley. Si para poder ganar, es imprescindible que sea percibido todo el proceso, si hay que mostrar la cocina y los ingredientes del triunfo, entonces la victoria no es tal. Queremos imaginar a Napoleón cruzando Los Alpes en su caballo blanco, como el retrato de Jacques-Louis David. No deseamos verlo agobiado sobre un burro, histérico por su amor traicionero. Toda hazaña necesita su mitología, su cubierta sagrada. Y el mito fundacional de la Concertación era ser lo contrario de Pinochet. Y el mito fundamental de la transición es que avanzábamos a la máxima velocidad que resultara responsable para abandonar todo rasgo dictatorial. Fue éste el caballo que devino en burro, fue esa la ficción que se acabó con la defensa irrestricta del gobierno de Chile, de un ministro socialista, al dictador. Y muerta esa ficción, la transición quedó desnuda. El ciclo posterior es de decadencia de la política (el cosismo) y luego de putrefacción: los casos de corrupción, las denuncias de abusos sexuales a políticos (con las denuncias en contrario sobre montajes a políticos), la evidencia creciente de la gran colusión entre las coaliciones y de la enorme protección de ellas a un mercado no sólo desregulado, sino que regulado en favor de los grandes actores económicos.
La historia parece ensayar siempre todos los caminos posibles antes de permitir que un nuevo orden llegue. Marx lo dijo respecto a los modos de producción, Simmel lo repitió aplicándolo a la cultura. Pero al final de un ciclo, obviamente, si todo lo que fue ensayado antes era lo más probable y lo que menos ofendía a las formas; al final no quedan muchos caminos: sólo quedan los más idiotas y los más ruines, rutas que por ser tales no fueron recorridas en los primeros tiempos del ciclo y que, cuando ya todo lo noble o inteligente ha sido ensayado, aparecen disponibles para entrar en escena con su olor nauseabundo. Hemos visto tantas veces la demostración de la podredumbre que hay en la cocina de la política chilena (y eso incluye a la gran empresa), que hemos perdido la perspectiva y la capacidad de sorpresa. Pero cada vez resulta menos sencillo hacer verosímil la puesta en escena. En la acusación constitucional contra Beyer la Democracia Cristiana iba a hacer lo que tantas veces: que pareciera que todos votaban a favor, pero que se descolgara uno (o dos si era necesario) para que la acusación fallara. Pero al mismo tiempo, habrían dicho que mayoritariamente como partido habían votado a favor. Sabag era el segundo voto, pero sólo lo haría si era imprescindible. Como asumió que Bianchi votaría en contra, entonces votó a favor. Cuando la acusación fue aprobada, reconoció que lo habría hecho al revés si hubiera sospechado que Bianchi votaría alineado con la izquierda y no con la derecha. Y es que en la podredumbre ya nadie guarda los secretos.
Este ciclo histórico que comenzó después del golpe, hace 40 años, se está acabando. Vivimos en su agonía. Justo antes de morir, los cuerpos luchan contra la muerte. De hecho, la palabra ‘agonía’ hace alusión a esa disputa. Por eso en medio de la época final presenciamos batallas innumerables. Por eso todos se sientan sabiendo que deben llegar a acuerdo en las primarias y salen todos enojados, sin primarias. Por eso, cada coalición se ríe de las desgracias del otro y no se da cuenta que luego, en diez horas más, pasará por lo mismo. En medio de la agonía todos creen que basta la voluntad para seguir viviendo, que los procedimientos que no han sanado de la enfermedad pueden ser usados para, ahora sí, lograrlo. La estupidez campea. Y los lugares se llenan de idiotas: el gobierno, el Congreso Nacional, los partidos. La UDI acuchilla a su propio candidato y cree que después del crimen sale fortalecida. Creen que su propia euforia post crimen es proyectable a los ciudadanos estupefactos que ven la sangre derramada y un candidato nuevo chapoteando sobre ella. Allamand cree que al atacar a un candidato débil, al que tenía alcanzado en las encuestas, sale fortalecido. Y ahora tiene al frente a otro candidato, que viene con más ganas de sangre. La estupidez recorre todos los partidos: unos y otros se pelean por ser el que denuncia más crapulencia de sus rivales, unos y otros señalan que son los otros los cómplices de los abusadores. Y mientras, los ciudadanos simplemente recogen evidencia.
El momento de impugnación que vivimos es propio del fin de un ciclo social y político. La lógica transicional, la política despolitizada, la ‘democracia de los acuerdos’, la aceptación y complacencia irrestrictas de los ciudadanos, se ha terminado por ahora. La falta de legitimidad acaba con este orden económico y político (a eso es lo que llamé el derrumbe del modelo). Pero muchos se preguntan entonces qué nos espera. Y desgraciadamente el panorama no parece alentador.
Las nuevas generaciones de líderes no crecen en los árboles, las nuevas prácticas no se aprenden en el computador, un nuevo sentido común no se compra en la feria. En Chile llegamos a un fin de ciclo en medio de una crisis educativa, lo que agrava las posibilidades de una superación creativa. Y llegamos al final de este ciclo en medio de una falsa bonanza económica derivada del precio del cobre y de un ciclo de consumo desbordante. Para colmo, seguramente a sabiendas de esto, el gobierno de Sebastián Piñera inyectó recursos (el “bono marzo”) con una economía sobrecalentada, es decir, aplicó una política de reactivación en medio de una era de hiperactividad. Como si el doctor decidiera darle una dieta de 6 cafés al día y 10 vasos de Coca Cola a un niño hiperkinético. Y aquí estamos, esperando el frenazo. Durante todo este ciclo de crecimiento y despolitización, se construyó un escenario propicio para enormes inversiones y generación de grandes capitales. Hoy la sociedad ha despertado, pero la política (la herramienta más importante) está destruida y el modelo de crecimiento que teníamos estaba basado en el abuso, en la asimetría y en la desigualdad en todas sus formas.
Es cierto, hemos despertado, pero es evidentemente demasiado tarde. Obligaremos a las empresas a pagar más impuestos, renovaremos la Constitución Política, acabaremos con el binominal, estableceremos políticas crecientes de regulación económica, defenderemos más a los trabajadores, modificaremos el sistema de pensiones, haremos educación pública. Pero ¿cómo hacerlo si la política está rota? Además, apenas ello acontezca el país estará entrando en un frenazo económico. La derecha, culpable del frenazo, dirá que tenía razón, que el modelo sí funcionaba y que ahora avanzamos a la mediocridad y el decrecimiento. Los chilenos estarán invitados a aprender esa lección horrible que durante años asumieron como cierta: que el único desarrollo está en dejar que los ricos sean más ricos y que a los pobres les caiga lo que sea posible.
Una época agoniza y su orden social ya se parece demasiado al caos. La oportunidad de construir futuro, sin embargo, es limitada. El orden que se pudre entrega el país sin educación, con altas expectativas, con la política destruida y con una clase empresarial que si no gana 30% anual prefiere marcharse. La ecuación que buscamos para la época siguiente parece ser imposible, al menos a corto plazo. Los desafíos son mayúsculos. Y mientras tanto, los idiotas se sientan a negociar sus propios cupos y fracasan incluso en ello.
*Sociólogo y académico Universidad de Chile
«Y aquí estamos, esperando el frenazo.» Preclaro análisis de Alberto Mayol. Hay que prepararse para lo que viene. Efectivamente si llega una crisis económica la derecha culpará de ello a los «posibles» cambios que se intenta realizar..si es que se realizan.
CUANDO LA ÚLTIMA GOTA DE DOPAMINA SE HAYA ESFUMADO SOBREVENDRÁ UNA CATÁSTROFE DE MAGNITUDES HISTÓRICAS.
LO PEOR ES QUE NO SERÁ SÓLO LAS DE LA SOBRECALENTADA INECONOMÍA SHILENSIS, SINO LA DE TODO EL MUNDIRIJILLO.
EL EFECTO MARIPOSA SERÁ TAL QUE ENTRAREMOS SE SOPETÓN NO YA EN UNA DEPRESIÓN AL ESTILO ’30, SINO EN UNA SEVERA REGRESIÓN HISTÓRICA, MÁS CERCANA A LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO.
YA SE VEN LOS SÍNTOMAS: EL ESTADO ES UNA SONCTRUCCIÓN TAN ABSTRACTA, QUE LA MENTE DE LA GENTUZA ES INCAPAZ DE COMPRENDERLO, HE AHÍ EL ORIGEN DEL COSISMO.
LA ELITE DIRIGENTE INTENTÓ PERPETUARSE A TRAVÉS DE LA ESCALVITUD MEDIANTE LA ESTUPIDEZ GENERALIZADA. PERO UN MUNDO TAN COMPLEJO COMO ÉSTE, NO PUEDE SOSTENERSE SIN LA CREENCIA EN CIERTAS ABSTRACCIONES. CUANDO LA GENTUZA ES INCAPAZ DE PENSAR ABSTRACTAENTE, ES QUE HEMOS LLEGADO AL FINAL DEL CAMINO.
LO MÁS RACIONAL QUE CABE HACER ES PREPARARNOS PARA UNA EDAD MEDIA 2.0
Otro niño enseñándole lecciones a la Historia!!!…..te perdiste la oportunidad de ser analista………..preferiste ser …..ya ni se sabe.
Todo ocurrir es inevitable si se dan las condiciones que lo hacen posible……y en Chile las condicione$ las ponen los dueño$ del paí$.
Con puro voluntarismo….nada se ha conseguido!!
Culpa a la Cau$a$ NO a las consecuencias
Y el analfabetismo, astutamente enseñado, sigue comulgando con ruedas de carreta embelesado por sonrisa de mujer.
X 1 MILLÓN DE VOTOS NULO
El proyecto político que está liderando Marcel Claude pretende generar esa refundación social a la que aspiramos muchos. Es cierto, la tarea es muy compleja y es cuesta arriba en todo sentido…. tenemos un deterioro y atravesamos una decadencia en términos políticos y sociales que hace aun más difícil esta tarea, pero como dice un viral de campaña de Marcel, Ya es hora!