Médico legista Luis Ravanal y el Caso Neruda: “Si no hay metástasis ósea, podría haber sido asesinado”
El 8 de abril fueron exhumados los restos del poeta, para determinar si en su muerte -ocurrida apenas 12 días después del golpe- actuaron terceras personas, vinculadas a los aparatos de seguridad de la dictadura. El forense Luis Ravanal se refiere al caso y sus complejidades.
Por Francisco Martorell
De acuerdo a la versión de 1973, Pablo Neruda murió de un cáncer de próstata, pero su chofer de entonces, Manuel Araya, denunció casi 40 años más tarde que el vate recibió una inyección letal en el hospital donde se encontraba internado.
Su testimonio fue recogido por el Partido Comunista, tienda en la que militaba Neruda, en una denuncia a la Justicia.
En septiembre de 2012 expertos de la Universidad de Chile recomendaron la exhumación al juez investigador, Mario Carroza, aunque adelantaron escasos logros debido a la humedad del terreno en que actualmente está sepultado Neruda.
Forenses chilenos y extranjeros, tras la orden del juez, serán los encargados de periciar los restos, al igual como se ha hecho con los cadáveres de Salvador Allende y Eduardo Frei. Los mismos, trs la exhumación, serán trasladados a EEUU para que lo estudien peritos del FBI.
Consultado el experto Luis Ravanal, quien puso en duda con técnicas forenses el suicidio de Allende (ver notas relacionadas en www.elperiodistaonline.cl) y que participó en las pericias al cuerpo de José Tohá, sostiene que en el caso de Neruda “la exhumación podría permitir descartar o confirmar la presencia de metástasis óseas, y nada más, por cuanto obviamente lo que deberían quedar son sólo restos óseos y eventualmente algunos de cartílagos y tendones”.
¿Y si no hay metástasis?
De confirmarse su ausencia en los huesos, ello dejaría en claro la falsedad respecto a los diagnósticos clínicos de la época que referían la causa de muerte como un proceso por enfermedad natural y no violenta, situando el caso dentro de un contexto y escenario totalmente distinto, por cuanto surgiría con fuerza la teoría de una muerte violenta asociada a la intervención de terceros.
¿Qué posibilidades de éxito, técnicamente hablando, tienen las pericias?
La prueba forense es limitada, por cuanto se trataría de restos esqueletizados, lo que limita a su vez las posibilidades de éxito en los estudios toxicológicos, tal como sucedió en el caso del ex Presidente Frei, que obliga a un estricto apego a las metodologías y procedimientos científicos con el mayor rigor técnico, evitando caer en especulaciones que invariablemente pueden conducir a errores de interpretación de resultados y con ello desorientar la investigación. Si se pretende detectar residuos de sustancias tóxicas, existirán numerosos tóxicos (especialmente los volátiles) que, incluso habiéndose aplicado, no podrán ser detectados, limitando la búsqueda a un grupo muy reducido de sustancias.
¿Está preparado el SML para este tipo de tareas?
Habrá que cautelar que actúe en forma imparcial, alejado de influencias o intereses políticos. Hemos visto que se han conformado equipos que suelen repetirse en casos emblemáticos, entregando a veces en forma anticipada su dictámenes, como ha sido por ejemplo el caso del ex Presidente Allende, donde peritos internacionales adelantaron el diagnóstico de suicidio previo al examen, confirmándolo posteriormente no obstante no haber periciado el 40 por ciento aproximadamente del cráneo que nunca fue recuperado. Lo ideal es que permitan la intervención de peritos independientes, tanto oficiales como los que presente la parte querellante y la familia, a fin de transparentar y objetivizar los hallazgos.
¿Qué otra muerte, a su juicio, debiera ser reinvestigada y el cadáver sometido a nuevas pericias?
Son numerosos los casos que requieren de nuevos análisis, especialmente de aquellos ocurridos en dictadura. Se me viene a la memoria, por ejemplo, el caso ya prescrito de Alice Meyer, al cual se podría llegar indirectamente a través de la investigación del presunto suicidio de Delfín Díaz, a quien se le atribuyó el homicidio y posteriormente apareció ahorcado en extrañas circunstancias.
¿Vale la pena exhumar cuerpos cuando, tras tantos años, pareciera que los resultados no siempre arrojan certezas?
Sin duda que las exhumaciones de casos antiguos tienen escasas probabilidades de éxito cuando se trata de muertes no asociadas a lesiones o traumatismos (por objetos contundentes y/o proyectiles), sin embargo ante la duda, siempre es mejor agotar los recursos.
¿Debería crearse una unidad aún mas especializada para tratar temas como estos?
No creo que sea necesario, por cuanto limitaría el número y calidad de los peritos que podrían intervenir. Sería preferible transparentar los procedimientos, valorar objetivamente los resultados de la investigación, la prueba y someter las conclusiones a un control de calidad, por parte de otros peritos, lo que no ocurre actualmente en Chile, donde el dictamen del perito suele ser considerado palabra sagrada, presentado como una prueba incontrovertible y absoluta, lo que es científicamente un error.
Publicada en la edición 220 de la Revista El Periodista (Marzo de 2013)